domingo, 2 de diciembre de 2012

Palestina, estado observador: un paso para devolver soberanía a ese pueblo árabe

Alfredo Saavedra

El mayoritario acuerdo de Naciones Unidas de admitir a Palestina como estado observador en ese foro internacional, el jueves último, marca un avance en el proceso de dar a ese territorio y su población el reconocimiento final de estado permanente con carácter de nación. Acuerdo que se produjo con la oposición de Estados Unidos, Israel (por supuesto) y, de forma inaudita, de Canadá.

Aunque el acuerdo significa un logro para los palestinos, no garantiza términos de paz en el antagonismo entre Palestina e Israel, envueltos en una disputa territorial derivada en una guerra interminable que se origina desde el siglo pasado, cuando la diáspora israelí formaliza el retorno al suelo que reclama de su propiedad, con base en una concepción histórica de carácter mesiánico.

Como ironía, al momento de ese reconocimiento por Naciones Unidas, se produce el anuncio no oficial de que el gobierno de Israel se propone construir unas tres mil viviendas en territorio que Palestina retiene dentro de la demarcación conocida como el West Bank (Cisjordania), lo que añade otro ingrediente a lo que se considera abuso de Israel de apropiarse de más terreno dentro de esa área. Ha sido una forma de inveterada invasión, injustificada, pues si Israel no cuenta con capacidad territorial para su propio sostenimiento, no se explica por qué alienta la llegada de más inmigrantes que en el mayor de los casos no requieren moverse de sus lugares de origen.

En esas condiciones no se avizora la finalización de un conflicto que de agravarse puede degenerar en un problema de mayores consecuencias, si se toma en cuenta la desenmascarada amenaza mutua de Israel con Irán que incluso ha llegado por parte del primero a anunciar su decisión de agredir al segundo, con probabilidades de un desenlace aterrador con el desenvolvimiento de una guerra nuclear, cuya potencialidad de Israel es ya de dominio público con la disfrazada anuencia de Estados Unidos.
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Con respecto al acuerdo de Naciones Unidas, resulta significativo destacar que la votación en favor de la denominación de estado observador de Palestina, ha sido calificada de abrumadora por los despachos de prensa, aunque para observadores políticos en Canadá resulta inadmisible la conducta del gobierno canadiense de distinguirse como opositor a esa decisión internacional. Localmente llama la atención que esa oposición sea unilateral en el seno gubernamental y al parecer inspirada por el primer ministro Stephen Harper, de reconocida parcialidad hacia Israel, actitud hasta considerada sospechosa en la que podrían gravitar personales intereses.

Eso porque de Estados Unidos no se duda su posición en el contexto de perpetuo apadrinamiento del estado de Israel, sustentado por esa nación que, de forma inverosímil, se ha opuesto a los planes de expansión de su ahijado, en la construcción de más complejos residenciales para la población judía, en territorio de la demarcación Palestina. Abuso similar al denominado muro de la ignominia, erigido por Israel para impedir el paso de palestinos a los límites de su territorio, aunque eso constituya además la incomunicación de árabes con sus propiedades, por lo general de producción agrícola, del lado apropiado por Israel.

Lo significativo y que da esperanzas de avenimiento que en el futuro pueda generar caminos de paz, es que al interior de Israel hay grupos representativos que admiten y apoyan la constitución de un estado palestino. De igual manera en el ámbito de los palestinos, excluyendo al grupo Hamas que ha mantenido una resistente oposición a la existencia del estado de Israel, hay tendencias que lo reconocen, pero sin la hostil actitud de robar territorio o la feroz agresión con que arremete en contra de su población.

Para los canadienses con aspiración a la paz, la conducta del gobierno, regido por el primer ministro Harper, de no oculta tendencia pro israelí, al formar un triunvirato con los Estados Unidos e Israel en el rechazo a la fórmula de los dos estados, resulta más que frustrante, indignante, pues de alguna forma cierra los espacios dirigidos al logro de la armonía en esa región del globo.

La Quinta Pata

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