domingo, 13 de enero de 2013

Épicas populares en Mendoza: antes y ahora

Ramón Ábalo

Siempre fue difícil - incluso con riesgo de la vida - la lucha de los sectores populares en su exigencia por sus derechos a una vida digna: trabajo y salario, vivienda, salud, educación, cultura y ocio (descanso). Lo fue y sigue siendo en el mundo entero, y hoy más que nunca en este universo del más crudo liberalismo. Claro, con excepción de gran parte de Latinoamérica, y más que nada en nuestro país.

Pero la más cruda represión a esa exigencia de derechos, lo fue, generalizadamente, en gran parte en los dos últimos siglos, un señalamiento que, con total imparcialidad, lo remitimos a la revolución industrial inglesa del 1800. El capitalismo en su incipiente afirmación puramente mercantilista, recurría a las prácticas más inhumanas y obscenas: el trabajo era totalmente esclavista cuyas víctimas eran niños, mujeres y ancianos.

Las respuestas podían tardar pero llegaban, y casi siempre eran detonantes de la legítima violencia popular, del trabajador, de la clase proletaria, que como tal, se daba identidad con la lucha, el enfrentamiento a sangre y fuego y, por lo tanto, con la propia sangre derramada. Por estos pagos, recién empiezan las exigencias y la violencia, más o menos en el 1870, en que aparecen los intentos de organización, con carácter exclusivamente social, es decir sindical, aunque desde lo ideológico-político tenía presencia ya el anarquismo y el socialismo, ingresado al país con las grandes corrientes migratorias de la Europa capitalista y explotadora. Pero, los momentos más fuertes de la resistencia fueron a partir de aquel mismo 1492, de los pueblos originarios, que lo fueron hasta el exterminio. En la pampa húmeda, la de los terratenientes y la oligarquía vacuna, la resistencia se daba fragmentariamente y en soledad por el gaucho, trabajador nómade, con un profundo sentido individualista y autónomo. José Hernández le da identidad y naturaleza nacional en su "Martín Fierro", obra cumbre de nuestra literatura sociológica y poética. Por ahora, lo que nos importa es resaltar con estas líneas la misma historia, pero la que nos corresponde a los mendocinos.
▼ Leer todo
Esto lo venimos intentando, periodísticamente, como son estas páginas virtuales, relatando varios hitos de esa historia, como lo fueron los movimientos y huelgas de los ferroviarios, en el ‘17 y ‘19 (una primera huelga ferroviaria ya se había dado en 1896, y una segunda en 1912), como la de los docentes, durante el lencinismo y en la misma época. En paralelo, se producían huelgas de sectores obreros como los de panadería, construcción, modistas y tejedoras. También se daba la lucha política desde el socialismo y el radicalismo, con preeminencia del primero, que solía protagonizar masivos mítines de pobladores en general, pero con fuerte presencia de trabajadores. Por el mismo andarivel accionaba el radicalismo, el que en 1905, el 4 de febrero, lanza un movimiento revolucionario armado. Fue aquí en Mendoza donde solamente triunfó, aunque finalmente también aquí abortado. Lo encabezaba José Néstor Lencinas, quien tuvo que huir a Chile.

En esos años la situación social era tremendamente terrible para los trabajadores. Se sufría hambre y la desocupación era endémica. Se producían manifestaciones de desocupados, como aquella del 22 de junio de 1902. La integraban unas 1.500 personas, que se detenían en lugares estratégicos para expresar su situación. Una parada fue ante al diario El Debate que había escrito que en Mendoza no había desocupación ni hambre, que en todo caso se trataba - los desocupados - de gente que no quería trabajar. La manifestación exigía al diario que dijera en qué lugares estaba el trabajo, que se indicara precisamente. Además se pedía dinero para poder pagar el pasaje para ir a Brasil, desde donde se había tenido noticias que solicitaban trabajadores argentinos. La represión tenía sus matices, y una de ellas era la diatriba y la mentira contra los desocupados. La clase trabajadora mendocina, esa que desde finales del 1870 ya salía a la calle para exigir sus derechos como personas, como seres humanos, en un país que se decía era el "granero del mundo". Que lo era en realidad, pero con clase dirigente detentadora del poder sin la más mínima sensibilidad social. El José Hernández del Martín Fierro , la pinta en toda su esencia explotadora del trabajo y la usurpación de la riqueza natural, por antonomasia en ese entonces, y aún hoy: la tierra.

No son pocas las investigaciones históricas del Mendoza de antaño, en donde se encuentran muy expresivamente los datos concretos de lo que era la existencia de una sociedad totalmente excluyente de los sectores populares, lo que nos da razones para insistir en nuestro concepto socio-político e ideológico del mito de que Mendoza no es, para nada, una expresión conservadora. Y parte de esos riquísimos antecedentes históricos, se encuentra en nuestras manos, como el libro de Benito Marianetti Las Luchas sociales en Mendoza (1970), que aprovechamos para reafirmar lo que en más de una vez lo hemos dicho, pero que se avala aún en los más altos niveles culturales, políticos, sociológicos y académicos: una obra, la de Benito Marianetti, que es imprescindible para esa historia que se quiere ocultar, pero que un quehacer de los quilates del apuntado, lo viene impidiendo. No hacemos más que tomar la posta. En otra nota, la situación, comparativamente, con la actualidad.

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario