domingo, 6 de enero de 2013

Escribir, vivir

Rolando Lazarte

Me pasaría la vida escribiendo, pensó. Me quedaría frente a la máquina de escribir, agarraría un cuaderno y escribiría, escribiría, o, mejor dicho, dejaría que la vida me fuera escribiendo. Me acuerdo de cuando empecé a escribir, en 2001. Empecé a traerme de vuelta. Y en este venir a mí mismo de nuevo, en este traerme de nuevo para el ser que soy, en este volver a ser, fui encontrando mi lugar en el mundo. Fui encontrando el sentido de mi vida. Sigo buscándolo, sigo encontrándolo.

Nunca soy más yo que cuando escribo. Y cuando escribo, estoy leyendo lo que otras personas antes que yo, y ahora, están escribiendo, sus propias vidas. Todas las vidas se van tejiendo y destejiendo, en esa continua fabricación que es la vida. Han pasado ya tantos años desde que estoy vivo, pero aun así, el vivir es siempre fascinante, es siempre una sorpresa, es siempre otra cosa. Es algo desconocido, y al mismo tempo parcialmente conocido. Es un nacer de sí mismo que se viene perpetuando desde tiempos inmemoriales.

Movimiento de recuperación del lenguaje interno

Desde que naciste, te fueron diciendo cosas sobre vos mismo (o sobre vos misma, si sos mujer, pero no me voy a pasar todo este escrito bifurcando el lenguaje, siempre que hablo, hablo del ser humano, hombre o mujer). Que eras esto, que eras lo otro, que el mundo era así o asá.

Solo que de pronto, un día, o varios días, o varias veces durante muchos días, te fuiste y te vas dando cuenta de que no, de que no sos tanto como te lo habías creído, ni el mundo es demasiado como te lo habías creído, tampoco.
▼ Leer todo
De repente, vas teniendo otras percepciones de ti mismo, que vienen abriéndose paso en medio de la nube, en medio de la pared de cosas extrañas que habías asimilado como propias, y dentro de la cual habías quedado preso.

Y por un ladrillo que falta, por una brecha que se abre, empezás a verte a vos mismo. Entonces empezás a respirar mejor. Pero también surge un dilema. ¿Cómo continuar existiendo en un mundo en el que ya no sos más el que creías que eras (tus falsos yos), un mundo, por otra parte, que ya no es más como habías aprendido a creer que era? Es un problema, pero no lo es también.

En realidad, da mucho más trabajo, daba mucho más trabajo, hacerte creer a vos mismo todo el tiempo, que eras lo que no eras, que simplemente ser quien sos. Ser quien uno es, también da trabajo, pero es un trabajo diferente. Es un trabajo placentero, podríamos decir.

Porque tenés que irte descifrando, tenés que irte descubriendo a cada instante, en vez de seguir obedeciendo algún programa extraño internalizado, como antes. Ahora es como si el camino, el dentro y el fuera, se fueran definiendo a cada instante. Te vas creando a vos mismo, en un mundo que se recrea con vos, a todo instante.

Vas a tropezar, probablemente, o con certeza, pero no van a ser tantas las caídas, ni tampoco serán tan violentas. De a poco vas a irte descubriendo más integrado a todo lo que existe. Vas a ir descubriendo que hay como un mapa, un mapa cambiante, en la planta de tus pies, en tu respiración, en tus ojos, en tu sentimiento, en todo tu cuerpo, en todo tu ser. Y este mapa que es cambiante, en todo instante se va transformando en otra cosa.

Pero todo este proceso, toda esta recuperación de tu propio ser, demanda un trabajo de reconstrucción interna, de lo que sabes de ti y de lo que te vas diciendo a ti mismo todo el tiempo. Los tropiezos que vas a encontrar serán como que los ajustes inevitables entre lo viejo que cae y lo nuevo que renace.

Y una cosa que puedo decirte, por haberla experimentado y estar experimentándola, es que es muy lindo este proceso de irse pariendo a todo instante. Uno irá chocando con algunas personas o consigo mismo, hasta que todo vaya adquiriendo esa cualidad de ajuste cambiante. Bueno, esto es lo que te quería decir.

Feliz vida nueva.

2013

Cuando yo era joven, mucho más joven que ahora, no pensaba en cosas como la muerte. Un joven no piensa en la muerte. Pero ahora no tengo más remedio que pensar, aunque no me guste, aunque trate de dispensar, no pensar.

A esta altura de la vida, a esta altura de mí mismo, ya no puedo más hacer de cuenta de que nunca moriré, de que nunca morirán mis seres más queridos.

Sin embargo, a pesar de todo, aunque haya aprendido que un día, sí, un día, todos nosotros moriremos físicamente, definitivamente, aun así, decido que continuaré peleando para que la eternidad me envuelva por completo, aún en medio de mi caminata terrestre.

Creo que, como seres humanos, podemos postergar al máximo la muerte prematura, la muerte previa, la muerte anterior. Aquella que consiste en arriar banderas, en desistir, en dejar de maravillarse frente al milagro de estar vivos.

Ha pasado mucho tiempo desde los días en que comenzó mi vida. Muchos días, muchos años, muchas horas, muchos instantes. Pero aun así, aún en esta casi víspera de un nuevo año, como todo el mundo, continúo apostando que el día que viene, que el año que viene, la vida que viene, será mejor, mucho mejor.

Más justicia, más amor, más paz, más solidaridad. Más de lo que nos hace ser más humanos. No intentaría, a esta altura de mi vida, a esta altura de mí mismo, dar lecciones de nada a nadie.

Pero nada me irá a sacar el privilegio –espero y decido — nada me irá a privar, repito, del derecho de decir que la vida es y será siempre, mucho más bonita.

No creo que deba, a esta altura de la vida, a esta altura de mí mismo, tener que arrepentirme de nada. Creo que hay algo así como una luz infinita, un sol inmenso, acompañando nuestros pasos.

Esa luz, ese sol infinito, está al alcance de cada uno de nosotros, de cada una. Basta querer, basta empeñarse, y tengo certeza de que todos ustedes, todas ustedes, se han empeñado, continuarán empeñándose, como yo, en esta larga caminata en dirección a nuestro verdadero ser.

Feliz 2013.

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario