domingo, 3 de febrero de 2013

Cuatro años sin Luciano Arruga

Évelin Torre

Esta semana se cumplieron 4 años de la desaparición de Luciano Arruga, y la fecha coincidió con novedades importantes en la investigación sobre el caso, pues ocho policías involucrados, fueron apartados de sus cargos en forma preventiva por el ministro de justicia y seguridad de la provincia de Buenos Aires, Ricardo Casal.

Se trata de los subcomisarios Néstor Díaz y Ariel Herrera, los subtenientes Oscar Fecter y Daniel Alberto Vázquez, y los oficiales Martín Monte, Damián Sotelo, José Márquez y Hernán Zeliz.

Los efectivos apartados de sus cargos se desempeñaban en el destacamento de la localidad bonaerense de Lomas del Mirador cuando Luciano fue visto por última vez.

Se trata de la primera resolución relevante adoptada por el Ministerio en este caso, que fue denunciado desde el principio como desaparición forzada y violencia institucional por Vanesa Orieta, la hermana de la víctima, quien continuó reclamando justicia incansablemente durante estos cuatro años.

El caso
Luciano vivía con su madre y sus dos hermanos menores. Vanesa Orieta, hermana mayor de Luciano e hija de diferente padre, es la más grande, cursa la carrera de sociología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y trabaja en una empresa en Morón. Luciano estaba por retomar la secundaria, trabajaba en una fábrica de fundición, era de River y le gustaba Charly García, la cumbia y el reggaeton. Cada tanto cartoneaba para ayudar a su familia, aunque su hermana le decía que no lo hiciera.
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La tarde del 31 de enero, Luciano iba a visitar a un amigo, Oscar, que vive cerca de su casa, ubicada en el barrio 12 de octubre en Lomas del Mirador. Al llegar tocó el timbre pero cuando Oscar abrió la puerta no encontró a nadie allí. A partir de ese momento, ni Oscar ni la madre ni los hermanos de Luciano volvieron a verlo.

Ante la ausencia, Mónica, la mamá de Luciano, se dirigió al destacamento policial para hacer la denuncia, denuncia a la que, según pudo verificarse con posterioridad, se le agregó un comentario que ella no había realizado. Incluso, cuando Mónica fue a reclamar la copia de la actuación, que no le habían entregado, se encontró con el penetrante olor a lavandina en medio de un metódico ataque de limpieza del destacamento.

Poco tiempo después de la desaparición de Luciano, una persona que se encontraba ese día en el destacamento de Lomas del Mirador, informó que el joven había sido detenido por una brigada de la comisaría de esa localidad, trasladado al destacamento y golpeado salvajemente. Este testigo lo vio y relató que estaba “con muchos golpes y muy mal”; dijo que “Lo golpearon hasta matarlo”.

Incluso peritajes posteriores demostraron que Luciano estuvo en un patrullero y en el destacamento de Lomas de Mirador, y un preso contó que tuvo que limpiar la sangre de las paredes y del piso. También se probó, mediante sistema de GPS, que dos móviles del destacamento que debían patrullar por separado, aquella madrugada estuvieron detenidos en el Monte Dorrego, un predio municipal arbolado donde otro rastrillaje indicó que allí había estado el cuerpo de Arruga. Esa prueba, que se sumó en abril de 2009, aún es la más fuerte de la causa.

La fiscal 7 de La Matanza, Roxana Castelli, la primera que tomó el caso, abrió un expediente por “averiguación de paradero”, pese a los antecedentes que presentó la familia y la cantidad de pruebas que fueron apareciendo después, que respaldaban la hipótesis de que la desaparición había sido forzada. Además, Castelli encargó la búsqueda a los mismos bonaerenses que eran denunciados por la familia, violando la resolución 1390 de la procuración general provincial.

Durante un mes y medio, la fiscal no recibió a Vanesa Orieta y Mónica Alegre, hermana y madre de Luciano Arruga. Cuando finalmente se logró pasar las actuaciones a la UFI 1 de la fiscal Cecilia Cejas, el expediente de un cuerpo pasó a tener quince y se tomaron más de 50 declaraciones.

Es importante destacar que Luciano ya había sufrido amenazas de la policía y había estado detenido en septiembre de 2008 por averiguación de antecedentes, oportunidad en la que le dijo a su hermana Vanesa que los policías lo habían golpeado y le habían dicho “vos, negrito de mierda, vas a terminar en un zanjón”. En otra ocasión, le pusieron una 9 milímetros en el pecho y le dijeron ‘negro, quedate quieto porque si no te lo vuelo’.

Y en este caso, una vez más el pasado se relaciona con el presente, pues la comisaría 8ª fue uno de centros clandestinos de detención y torturas de la policía Bonaerense, al que llamaban Sheraton. Fue dirigido en aquellos años por Leopoldo Luis Baume, responsable por la desaparición del artista Héctor Oesterheld, autor de El Eternauta . Al respecto, el abogado Juan Manuel Combi, representante de la familia de Luciano, señala: No tenemos la principal prueba, que es el cuerpo. Si hay algo que enseñó la dictadura es que si no hay cuerpo, no hay verdad .

Luciano Arruga, un adolescente común, con una buena relación familiar, cuyo único delito pudo haber sido la “portación de rostro”, ha pasado a ser otro desaparecido en democracia y los métodos siguen siendo los mismos que los de la época de la dictadura, pues el aparato represor no ha sido desarticulado y los derechos humanos siguen siendo violados en la actualidad por el estado.

Por ello, así como debemos reconocer a la justicia por los juicios históricos a los genocidas, también debemos exigirle el fin de la impunidad para los herederos de las prácticas criminales de la dictadura que integran la policía y que están impunes desde hace 4 años sin decir qué pasó y dónde está Luciano Arruga.

Porque Luciano Arruga nos falta a todos, y porque él dejará de existir el día que dejemos de exigir justicia, decimos:
¡Aparición con vida de Luciano Arruga!
¡Juicio y castigo a los culpables!

La Quinta Pata

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