Armando Hart
Cuando un miembro querido de nuestra familia enferma y su vida está en peligro, sus familiares se ponen de acuerdo para hacer todo lo posible por ayudar a salvarlo y contribuir a su recuperación. Incluso en aquellos casos en que entre los miembros de la familia existan contradicciones y discusiones, se pasan por alto esas divergencias para encontrar la forma de salvar al familiar en peligro de muerte. Pues bien, nuestra familia, la humanidad, está enferma de gravedad. Esta es la situación en que se encuentra en estos momentos mi familia: la especie humana.
Quiero, por tanto, unirme a todos los que estén dispuestos a hacer un esfuerzo conjunto para evitar una catástrofe que amenace la existencia de toda la humanidad y por esa razón deseo expresar mi sincero agradecimiento a aquellos llegados de numerosos países para compartir con nosotros el homenaje a José Martí en el aniversario 160 de su natalicio y a debatir juntos acerca de los colosales desafíos que debemos enfrentar en estos inicios del siglo XXI, así como a los que nos acompañan desde diversas instituciones nacionales y desde todas las provincias cubanas.
Todos los imperios, en el momento de fenecer o en el proceso final de su existencia emprenden acciones desesperadas para tratar de detener lo inevitable. El imperio hegemónico, ansioso de perpetuar su dominación a toda costa, acude a violaciones flagrantes del derecho internacional, a la amenaza del uso de la fuerza y no vacila en emprender agresiones en gran escala con el propósito de asegurar la explotación y el saqueo de los recursos naturales en todo el mundo, en especial de los energéticos.
El modelo consumista y derrochador de las sociedades opulentas provoca el aumento de las desigualdades y la destrucción sistemática del medio ambiente. La sexta parte de los ya 7 mil millones de personas que habitan nuestro planeta vive en condiciones de extrema pobreza y de ellos 8 millones mueren cada año por hambre y enfermedades curables.
▼ Leer todoPor primera vez en la dilatada historia del hombre existe el peligro real de que nuestra especie no pueda sobrevivir a causa de una catástrofe ecológica de enormes proporciones o de guerras devastadoras que rompan el equilibrio, cada vez más precario, que hace posible la vida sobre el planeta Tierra.
No hay nadie excluido de este gran problema; tenemos, pues, que hacer un esfuerzo por cooperar desde diferentes ideologías, o credos para a salvar a la familia humana, incluyendo a todas las demás especies que nos acompañan en nuestro planeta.
Frente a las amenazas que se ciernen sobre la especie humana y sobre la vida misma en la Tierra no podemos permanecer impasibles. A los más jóvenes, que tienen una vida por delante para realizar sus sueños y lograr para ellos, sus familias y descendientes el bienestar y la felicidad me dirijo especialmente con un mensaje de amor y de compromiso para que asuman su puesto en este combate. Los que estamos ya en una etapa muy avanzada de nuestras vidas debemos hacerlo por honestidad y cordura y por un sentido de responsabilidad hacia los que nos sucederán.
En la actualidad, estamos obligados a desarrollar nuestras acciones en un mundo afectado por la profunda crisis del sistema capitalista y de los fundamentos de la moderna civilización que dijo defender.
Esa crisis tiene un carácter civilizacional que abarca, no solo la economía, sino todas las esferas de la sociedad. Uno de sus aspectos más dramáticos lo es sin duda la crisis económica que hoy afecta a buena parte de las principales economías capitalistas del mundo. Lo que comenzó en el plano financiero ha hecho metástasis en la economía real con su alto costo para los que menos tienen. Las multitudinarias huelgas y manifestaciones de protesta que han tenido lugar recientemente en los más importantes países europeos y en los Estados Unidos contra los intentos de descargar sus efectos sobre los sectores de más bajos ingresos muestran a las claras su profundidad. Las guerras de agresión contra Irak, Afganistán y Libia, los focos de tensión en Siria, Irán, el Medio Oriente y la península coreana, forman parte de una maquinaria de guerra en marcha que constituye una grave amenaza para la supervivencia de nuestra especie.
La lucha por la paz, y los esfuerzos por sumar a ella al mayor número de hombres y mujeres de todo el planeta, se ha convertido en una tarea de primer orden.
En este mundo, en el que salen a la calle y alzan su voz multitudes de indignados, yo también me indigno contra aquellos que por codicia y por estrechez de miras actúan de manera insensata y están conduciendo a la humanidad hacia un callejón sin salida. Cada persona cuenta en esta lucha y quiero que me incluyan entre los que están comprometidos a actuar para salvar la vida sobre la Tierra.
Son signos evidentes de los conflictos que viene generando un sistema irracional que está provocando el calentamiento global, el deshielo de los polos, la desertificación, el agotamiento del petróleo y del agua, haciendo depender la supervivencia del capitalismo de la destrucción del planeta.
Por eso, invito a todo ser humano, cualquiera sea su edad, raza, sexo, ideología o creencia religiosa a que hagan uso de su “facultad de asociarse”, como dijo José Martí, para que nos unamos y pasemos a la acción a fin de salvar a la humanidad de esa catástrofe irreversible y abramos el camino a soluciones sensatas que propicien un mundo mejor en el que el bienestar, la justicia social y la equidad tengan un verdadero alcance universal.
Siempre los cubanos le hemos dado gran relevancia a la conmemoración del natalicio del Apóstol. Es una tradición que nos viene de la escuela cubana, de los maestros y de muchas figuras intelectuales y políticas que mantuvieron vivo y actuante su pensamiento entre nosotros. Hoy la tiene más que nunca antes, en medio de la crisis de civilización ya apuntada, en la que el pensamiento martiano y el método electivo de la tradición filosófica cubana se han convertido en un referente indispensable para abordar esa crisis.
Hace poco más de 117 años, en nota publicada en el periódico Patria, el 26 de enero de 1895, Martí formuló un concepto que tiene un significado cardinal en nuestros días: “Patria es Humanidad, es aquella porción de la humanidad que vemos más de cerca, y en que nos tocó nacer”. Esta definición podemos relacionarla también con su toma de partido en aquel verso memorable: “Con los pobres de la tierra quiero yo mi suerte echar”.
Solo con una visión integradora, de dimensión mundial, podrán enfrentarse con éxito los dramáticos retos que hoy tiene ante sí el mundo en su conjunto.
Es la idea que inspira y sostiene a los miles de médicos, enfermeros, educadores, entrenadores, constructores y otros trabajadores cubanos, presentes en numerosos países y en apartados lugares de ellos, para socorrer y apoyar a los que menos tienen o han sido víctimas de devastadores desastres naturales; a los que cumplieron su deber internacionalista en África, en Asia o en América Latina. Es también la que ha inspirado el sacrificio y el combate de nuestros Cinco compatriotas y hermanos secuestrados en cárceles norteamericanas por enfrentarse al terrorismo y son ejemplo de dignidad, fidelidad y entrega.
Junto a este concepto que sirve de guía para los esfuerzos a favor de la paz, la justicia social, el desarrollo y el progreso, debemos también exaltar, en los planos de la cultura y de la política, ese otro pensamiento suyo expuesto en el visionario ensayo Nuestra América: “Injértese en nuestras repúblicas el mundo; pero el tronco ha de ser el de nuestras repúblicas”.
América Latina y el Caribe cuentan con una tradición patriótica e intelectual que se expresa en sus próceres y pensadores y que con su acento utópico —entendido no como algo irreal sino como posible hacia el futuro— y su vocación hacia la integración puede aportar las claves filosóficas que necesita el siglo XXI. Es decir, la continuidad en nuestra centuria del pensamiento bolivariano y martiano.
Para ello, desterremos definitivamente los ismos que debilitan la actividad creadora del hombre y consideremos a los sabios, llámese Aristóteles, Newton, Mane, Einstein, o Che Guevara, no como dioses que todo lo resolvieron adecuadamente sino como gigantes, que descubrieron verdades esenciales que son puntos de partida para descubrir otras verdades que ellos, en su tiempo, no podían encontrar. Tomemos, con espíritu ecuménico, lo mejor de todos los pensadores que han exaltado el humanismo y la utopía universal del hombre y levantemos, frente al materialismo vulgar y ramplón, los valores éticos que necesita la humanidad hoy.
Es indispensable estudiar el mensaje martiano en todos los aspectos, en particular en su visión integral de la cultura y su raigal sentido ético, que él sintetizó con belleza y claridad en el conocido aserto: “Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre”.
No perdamos nunca la oportunidad ni la inteligencia para promover el pensamiento martiano orientado hacia el compromiso que se deriva de su sentencia “Patria es Humanidad”. Es nuestra propia familia la que reclama ese compromiso de honor. Como he planteado antes: No nos sobra el tiempo para salvar a la familia humana.
* Mensaje del Armando Hart Dávalos, director de la Oficina del Programa Martiano, a la III Conferencia Internacional “Por el equilibrio del mundo”
La Jiribilla, 02 – 02 – 13
La Quinta Pata
No hay comentarios :
Publicar un comentario