Mary Ruiz de Zárate
Una antigua leyenda afirma que Manco Cápac, el fundador del imperio incaico que tuvo su centro en la ciudad de Cuzco, llegó a las orillas del lago Titicaca acompañado de su mujer Ollo Vaco, y de otros tres hermanos suyos, Ayar Cachi, Ayar Uchu y Ayar Sauca.
Había fenecido ya la antigua civilización de Tiahuanaco y en la región que hoy conocemos por Perú todo era montes y breñales. Sus pobladores habitaban en cuevas y llevaban una vida de fieras o animales brutos. Andaban desnudos, no sabían cultivar la tierra, vivían de dos en dos, o de tres en tres, se alimentaban de la recolección de frutos y de raíces de árboles. La promiscuidad sexual era total y ni siquiera habían llegado a formar hordas.
Entre esta gente salvaje apareció, como un dios, un hombre vestido que llevaba en la mano una extraña ave – un halcón – y tenía las orejas horadadas de las que colgaban zarcillos. Esta criatura increíble, para el pasmado hombre de la selva, iba acompañada de otra figura, también como venida del cielo, una hermosa mujer vestida con rico traje.
Los adoraron como dioses, acataron su voluntad y estimaron que eran hijos del Sol y de la Luna, que venían a ellos compadecidos de su miseria.
Manco Cápac, que debe haber sido un hombre de notable inteligencia sin lugar a dudas, aceptó esta suposición, los organizó, les enseñó cómo labrar la tierra, construir arados y les explicó cómo sacar acequias de los arroyos que corrían por el valle de Cuzco. Les dio a conocer el calzado, fabricándolo con fibras de henequén. Por su parte, Ollo Vaco, su mujer, enseñaba a las mujeres a tejer y a hilar para que hiciesen vestidos con que cubrir su desnudez. Con el tiempo construyeron chozas de adobe y paja; luego de piedra y fundaron y trazaron la ciudad del Cuzco. Eso dice la leyenda…
¿Náufragos…?
▼ Leer todoEl profesor Francisco A. Loayza, notable escritor peruano, publicó en 1926 un libro titulado Manco Cápac, producto y síntesis de sus investigaciones durante diecisiete años, en el que sostiene la teoría de que el fundador del imperio incaico fue un náufrago japonés.
Para fundamentar su tesis, el profesor Loayza en su libro explica que la posibilidad de tal origen puede deberse a que un barco japonés fuese, allá por el siglo XII, arrastrado por la corriente Kuro-Siwo, en japonés Corriente Negra, que partiendo de la isla Formosa sube en una de sus partes a las costas del Japón y desde allí con una rapidez considerable (ochenta millas en veinticuatro horas), atraviesa el mar Pacífico y llega a las playas de California. Luego de descender hacia el sur, junto a las costas occidentales de América, la corriente Kuro-Siwo va a romperse en las islas Galápagos, frente al Ecuador, donde se desarrollan dos nuevas corrientes, una denominada Humboldt, que sube otra vez hasta California, más cerca de la costa americana y la corriente denominada El Niño, que va a perderse en las costas del Perú frente a Arika.
Loayza refiere que en el año 1913, cuando él se encontraba en Japón, los periódicos de Tokio daban cuenta de que una barca de pescadores japoneses fue arrastrada hasta las costas de California y cita que en el año 1873 el periódico Overland Monthly, de San Francisco de California, daba a conocer cincuenta casos de esos naufragios entre el Japón y América, por la corriente Kuro-Siwo.
Loayza sostiene que fue así como Manco Cápac arrancado de las costas del Japón, por causas imprevistas, arribó a América y desembarcó en la bahía de Arika, que en japonés quiere decir “lugar donde se halla una cosa deseada”.
Es posible que desde Arika se internaran los náufragos en el interior del territorio, poco a poco y cautelosamente, hasta llegar al lago y la isla Titicaca, que en japonés quiere decir madre y padre.
Una poderosa argumentación del profesor Loayza es la tradición referida a Manco Cápac que fue quien pudo nombre a infinidad de pueblos, entre ellos Asapan, que también es vocablo japonés sin antecedente alguno quechua o aymara.
Yarai, y así sucesivamente hasta la cordillera de los Andes, todos los nombres son palabras japonesas como Chakú, Umakata, Yuto, Zori-Chiquiri, Kata, Soko, Hoba, Chagara, Kareme, Tamaka, Tokara, Uchi Suma, Amauri, Karokoto, Koro Koro, Koppa, Nan Kara, Waki, Patapata, Bako, Takigi, Koatae, Aatari Kagua.
Todos estos vocablos son completamente nipones, sin relación alguna con los idiomas nativos de la América del Sur, y cada uno con significación japonesa adecuada al lugar respectivo.
También esos nombres geográficos americanos corresponden con actuales palabras japonesas en toda su igualdad eufónica y el justo sentido del significado a que resultan aplicados.
Otra similitud es la leyenda del Japón, que supone aquel imperio fundado por Isanagui y su hermana y esposa Isanamí, hijos del Sol, lo que coincide con la leyenda peruana de la procedencia “solar” de Manco Cápac y su mujer y hermana Ollo Vaco, que se casaron para mantener pura la sangre real, al igual que algunas dinastías del antiguo Japón.
Inka quiere decir en japonés “de sangre real” y el mismo nombre de Manco Cápac significa “ojo poderoso” y el de Ollo Vaco “princesa imperial”. Los amautas eran en Perú filósofos y poetas. Esa palabra proviene de dos japonesas: “uta”, componer y “ama”, verso.
Fuese o no japonés el fundador de El Cuzco, la tesis del profesor Loayza es digna de interés, y no desdeñable, por los elementos que aporta. Además es indiscutible que fuese del país que fuere, resulta curioso ese afán de mantenerse alejados étnicamente de un pueblo al que regían, contrayendo matrimonio siempre hermanos con hermanos. Es indicio de que se consideraban a una distancia infinita de los quechuas y aymaras.
La inteligencia genial de Manco Cápac, sus dotes de constructor y de político, pudo desarrollarlas porque la masa quechua y aymara poseía aptitudes propias de habilidad personal y sentido general del orden y la disciplina. Solo necesitaron encontrar al guía para seguirlo y construir la civilización más alta de América, cuyas extraordinarias obras de ingeniería y urbanismo pueden compararse ventajosamente con las de Grecia, superándolas en cuanto a desarrollo agrícola. Las ruinas actuales de sustemplos, levantados a las grandes fuerzas de la naturaleza, como el sol, el trueno y la luna, demuestran su alta espiritualidad, en contraste con la mitología de otras civilizaciones americanas.
Juventud Rebelde, 12 – 06 – 70
La Quinta Pata
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