domingo, 10 de febrero de 2013

Rosa Parks: el no que cambió la historia

Évelin Torre

Era un jueves 1ro. de diciembre cuando Rosa Parks, una mujer afrodescendiente, se negó a darle su asiento a un pasajero blanco en Montgomery, Alabama (EEUU), hecho que marcó el inicio del actual movimiento por los derechos civiles.

Rosa nació en Tuskegee, Alabama, en una época en la que la segregación estaba muy arraigada y se aplicaba en forma violenta. Hija de un carpintero y de una maestra, a Rosa se la instruyó sobre su derecho a ser respetada y a exigir ese respeto.

La mayoría de los medios, refiriéndose a los hechos sucedidos en el autobús, la tildó de “costurera cansada”, sin embargo, la historia de Rosa es una historia de activismo que comienza mucho antes de aquel incidente, pues ya en 1949 se había convertido en asesora de una asociación para promover el bienestar de los negros, la National Association for the Advancement of Colored People (NAACP) .

Fue allí donde Rosa conoció a E.D. Nixon, un dirigente obrero revolucionario con quien trabajó y de quien aprendió mucho. En 1955 Rosa pudo asistir a la escuela Highlander Folk en Tennessee, un lugar de encuentro de activistas (blancos y negros) comprometidos a superar la segregación donde se desarrollaban estrategias y tácticas de resistencia no violenta. En ese ámbito, Pete Seeger y otros músicos, escribieron la canción We shall overcome que luego se convirtió en el himno del movimiento por los derechos civiles.

En 1955 tuvo lugar el incidente que la haría mundialmente famosa. La humilde costurera salió de trabajar y se dirigió a tomar el autobús que, como todo el transporte público, estaba señalizado con una línea claramente marcada: blancos delante, negros detrás. Estos últimos, debían subir al autobús, pagar al conductor, bajar y volver a subir por la puerta trasera.
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Aquella tarde, Rosa se sentó en la línea del medio, es decir, en aquellos asientos que podían ocupar los negros si no eran requeridos por ningún blanco. Aquel día subieron muchos blancos, por lo que el conductor exigió a cuatro pasajeros negros que cedieran su asiento cuando se llenó. Rosa se negó y se mantuvo firme en su postura, por lo que el conductor llamó a la policía y la mujer fue detenida y obligada a pagar una multa de catorce dólares.

El hecho puso de manifiesto una vez más las condiciones de segregación a que estaba sometida diariamente la gente de color, que tenía prohibido el acceso a piscinas, escuelas, restaurantes, salas de espera y un gran número de servicios públicos exclusivos para los blancos.

Su arresto aquel día provocó el boicot a los autobuses de la ciudad de Montgomery, que duró más de un año. La protesta fue encabezada por un joven que acababa de instalarse en la ciudad: el doctor Martin Luther King Jr. Durante el boicot, alrededor de 50.000 afroestadounidenses dejaron de utilizar el transporte público. Se trasladaban en automóviles compartidos, vehículos de la iglesia, taxis de propietarios afroestadounidenses, bicicletas y hasta caminando. La medida fue tan drástica que perjudicó los negocios de los blancos y el sistema de transporte público en general.

Paralelamente, Parks y otros activistas interpusieron un recurso judicial y en junio de 1956 un tribunal federal declaró la inconstitucionalidad de la segregación en los autobuses.

A partir del incidente, la vida de Rosa se complicó: ella y su esposo, también militante antisegregacionista, perdieron su empleo y, acosados por llamadas telefónicas y ataques contra su hogar, se vieron obligados a emigrar a Detroit.

Recién en 1965 encontró estabilidad al ser contratada por el congresista demócrata, John Conyers, para quien trabajaría hasta su jubilación en 1988. Un año antes había fundado una organización de ayuda a jóvenes con problemas, la Rosa and Raymond Park Institute for Self Improvement.

En 1996 el entonces presidente Bill Clinton le concedió la medalla presidencial de la libertad y tres años después el congreso le entregaría la medalla de oro, máxima distinción cívica nacional.

El pasado 4 de febrero, se cumplieron cien años del nacimiento de Rosa Parks, y en conmemoración a ello, la oficina de Correos de Estados Unidos emitió una estampilla denominada Rosa Parks Forever (“Por siempre, Rosa Parks”), una muestra de la marca indeleble que dejó su activismo. Rosa Parks no era ninguna costurera cansada. Como ella misma dijo en referencia a la valiente decisión que tomó: “Si había algo de lo que estaba cansada era de ceder”.

Así, una mujer criada en un hogar humilde, en cuya infancia había sido testigo de cómo su abuelo hacía guardia frente a la puerta de su casa para proteger a su familia del acoso del Ku Kux Klan, logró cambiar el destino de los Estados Unidos.

Y es que a veces no somos conscientes de cómo un pequeño gesto, un repentino acto de valentía, puede cambiar el curso de una historia de violencia y opresión. Y es que ese pequeño gesto de Rosa Parks, casi insignificante, fue la chispa que desencadenó aquel movimiento político y social que se extendió por todo Estados Unidos y puso fin a la segregación.

Como dijo Martin Luther King, cuando lanzó, desde su iglesia, el boicot contra los autobuses:

La Cobardía pregunta:
--¿Es seguro?
La Conveniencia pregunta:
--¿Es oportuno?
Y la Vanidad pregunta:
¿Es popular?
Pero la Conciencia pregunta:
--¿Es justo?

La Quinta Pata

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