Luis Scafati
Alberto Burnichón desarrolló una importante tarea cultural a través de la edición de libros y plaquetas de autores alejados de la gran urbe porteña, de ese modo permitió en muchos casos el ingreso a la letra de molde de jóvenes que con el tiempo serían figuras centrales de la literatura nacional. Según denunciara tempranamente el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), el 24 de marzo de 1976 un grupo armado irrumpió en su domicilio, “secuestrando al padre, a su esposa María Saleme y a sus hijos David y Soledad, de 15 y 17 años respectivamente. La señora Burnichón y su hija fueron liberadas pocas horas después, pero, al día siguiente, fue hallado [con siete disparos] el cadáver de Alberto Burnichón, de 58 años, en un aljibe de una finca de las afueras de Mendiolaza, provincia de Córdoba. Del joven David no se ha sabido nada más”.
La siguiente es la evocación que hace su amigo, el artista plástico mendocino Luis Scafati que ha autorizado gentilmente a La Quinta Pata para reproducirla.Eduardo Paganini
Corrían los años 70, yo exponía mis dibujos en una galería en Mendoza cuando un día apareció una persona que quería conocerme, se llamaba Alberto Burnichón, gastaba algunos años más que yo, usaba una barba candado, el pelo ensortijado y canoso, siempre colgaba de su cuello una cámara fotográfica y llevaba un portafolios negro cargado de libros.
Fue así como lo conocí y en el transcurso de algunos años nos hicimos amigos. Cuando pasaba por Mendoza me visitaba, en aquella época mi estudio y casa estaban en el centro de la ciudad, era un lugar muy visitado, allí crecían mis hijos Matías y Florencia, era el punto de encuentro de muchos estudiantes.
Burnichón, oriundo de Córdoba , recorría el país vendiendo libros, alguna vez me contó que su vocación fue el teatro, tenía algo artístico que lo expresaba en su vida, en sus amigos artistas y en la edición de unas pequeñas carpetas con dibujos y poemas de jóvenes que recién comenzábamos a romper el cascaron: el Crist, el negro Fontanarrosa, Federico Aymá, Peiteado, a todos ellos los editaba en esas singulares carpetas, “burnichetas” las bautizó Crist a quién publicó una muy original impresa en servilletas de papel.
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