Alfredo Saavedra
Con la apropiación de la melodía “Ding dong, la bruja ha muerto”, de la siempre de actualidad pieza infantil “El mago de Oz”, habitantes de los suburbios pobres de localidades de Manchester y otras regiones de Inglaterra, salieron a las calles llenos de un controversial júbilo al recibir el anuncio el lunes del fallecimiento de la ex primer ministro de esa nación, Margaret Thatcher, prestigiada por su posición de conservadora a ultranza y fuerte impulsadora del mercantilismo asociado del capitalismo cimarrón.
La debatida figura política de Gran Bretaña, definida por la prensa, ante su fallecimiento, como adorada por unos y odiada por muchos, murió a los 87 años de edad con una avanzada demencia senil que la tenía recluida en su casa, de igual forma que le ocurrió a su homólogo Ronald Reagan, abanderado de la política cerril de derecha en los Estados Unidos y con quien mantuvo lazos de amistad incondicional hasta que los dos perdieron por completo el juicio, tal vez como castigo a sus antiguas maldades.
En la Inglaterra del periodismo sarcástico, no resultó novedoso que el columnista, comediante e historiador Mark Steel, declarara ante la noticia del deceso de la llamada Dama de Hierro, que “fue una lástima que no hubiera muerto 87 años antes”. Provenía esa declaración de un periodista, orgulloso de su origen en la clase trabajadora, tan desdeñada por la señora Thatcher, con actos tan contrarios a las aspiraciones progresistas del proletariado.
Siendo ministra de educación, previo a su ascenso a la primera magistratura, la señora Thatcher ordenó cortar el suministro de leche para el desayuno de los niños del sistema escolar público, lo cual mantuvo términos de rencor en la clase obrera expresados hasta el día de su muerte cuando manifestantes en las calles gritaban “ha muerto la vieja bruja que nos quitó la leche”.
▼ Leer todoOtro elemento dentro de su desprecio por la clase trabajadora fue la indiferencia de la primer ministro ante el desempleo que durante su gobierno hizo estragos en la nación británica, pero la señora Thatcher se justificó al asegurar que el país estaba al mismo tiempo en una etapa de progreso económico con su política de mercado libre y su emplazamiento de intercambio comercial, lo cual observadores aseguran que afianzó su gobierno, aunque sería el comienzo de las contradicciones de la política neoliberal que la harían renunciar a finales de la década de los noventa.
Fue la señora Thatcher quien lanzó la furia de las fuerzas armadas de su país en la denominada guerra de Las Malvinas, posesionadas por el gobierno británico, pero geográfica e históricamente pertenecientes a la soberanía de la nación argentina. La guerra, aunque efímera, fue cruel por la supremacía bélica del ejército inglés con el agregado que puso al frente de sus tropas a guerreros gurkhas, una élite de semi mercenarios reclutados del ejército nepalés, caracterizados por un entrenamiento sanguinario y que, sin que se hiciera mucha publicidad, tuvo efectos de desastre en los combatientes argentinos, en particular con el sacrificio de jóvenes grumetes de la marina de ese país.
Por ello ha llamado la atención la declaración el viernes de la cancillería británica de que no sería invitada a los funerales de la Thatcher, la presidenta de Argentina Cristina Fernández, ignorándose si la mandataria tendría intenciones de asistir a esas ceremonias habida cuenta de su posición de sostenido reclamo de las mencionadas islas.
Finalmente, ayer se dio a conocer que las autoridades de radiodifusión en Londres, habían prohibido la inclusión en las programaciones de radio y de televisión de la cancioncilla “Ding dong, ha muerto la bruja” luego que la BBC la había puesto al aire, cuando la lírica de esa melodía se ha convertido en un estribillo luego del fallecimiento de la ex primer ministro, por parte del cinismo popular en las calles de varias ciudades del Reino Unido.
La cancioncilla, prohibida por la autoridad radiofónica en la nación inglesa, fue lanzada, por efecto de esa prohibición, al primer lugar del ranking de la música popular en toda esa nación, haciendo cantar de nuevo a niños y adultos: “Din dong, ha muerto la bruja”.
La Quinta Pata
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