Facundo Nahuel Martín
En “Un revisionismo histórico de izquierda” (Ed. Herramienta, 2012), Omar Acha se propone edificar un complejo proyecto historiográfico orientado a la recuperación de un pensamiento radicalmente crítico.
Este reciente libro de Omar Acha articula una serie de ingeniosas apuestas de política intelectual que discurren entre la historia de las ideas y la propuesta de una renovación historiográfica radical. La expresión “política intelectual” no es, por lo tanto, casual: apunta a desentrañar una política de la escritura de carácter progresista que, siempre a criterio del autor, informa el tramo mayor de la historiografía argentina. Siguiendo el ensayo que da título al libro, esa política de la escritura subyace a las posiciones ideológicas tematizadas explícitamente por diversos historiadores, que pueden ordenarse hacia la izquierda o la derecha, pero en el marco de una matriz histórica vertebrada por la noción de progreso.
Los tres primeros trabajos, organizados en la sección “Trances del bicentenario”, sitúan las coordenadas contemporáneas de la invectiva contra el progreso, acometida directamente en la segunda parte. La primera parte del libro, entonces, parece justificar la necesidad presente de las interrogaciones que guían los ensayos de la segunda parte. Esta tarea inicial de interpretación del presente incluye una caracterización precisa del “progresismo intelectual argentino” en sus versiones socialdemócrata y nacional-popular. Sin ocultar sus marcos normativos o su orientación política, Acha marca el agotamiento intelectual de las dos versiones del progresismo como “nutriente del pensamiento de izquierda”, reclamando una “artillería reaccionaria capaz de desnudar la malversación en que copulan las dos ramas de la progresía intelectual argentina”.
▼ Leer todoLa disputa con el progresismo, sin embargo, no augura contemplaciones mayores para las corrientes de izquierda. En “El Bicentenario y las incertidumbres culturales de la izquierda”, Acha toma el festejo patriótico como índice de la indigente situación político-cultural de la izquierda vernácula. El balance lapidario no es morigerado por la presumible afinidad intelectual del autor con la tradición: “superar la derrota secular de la izquierda exige una transformación radical de la propia izquierda”. La derrota histórica del proyecto emancipador de la izquierda radical (en cualesquiera de sus fracciones) constituye el no suturado saldo del siglo XX, saldo que exige una reinvención profunda para toda esa tradición, reinvención que no es posible cubrir con gestos bienintencionados sino que exige un trabajo cultural y teórico de importancia. La salida de la indigencia en que la izquierda ha caído no podría efectuarse, luego, sin una nueva y seria interrogación sobre la especificidad del capitalismo argentino y latinoamericano en el mercado mundial actual; así como sobre los fundamentos de la práctica historiográfica de izquierdas.
En la segunda parte del libro se emprenden unos primeros “ademanes revisionistas”, que intentan poner en vigor una orientación alternativa para la historiografía argentina. La perspectiva de un revisionismo histórico de izquierda, que Acha viene a convidar, exige precisamente un primer gesto de revisión de la noción vertebral de progreso. Las páginas teóricamente más densas del libro se mueven en ese sentido, principalmente a partir de una relectura original de la obra madura de Marx. En esta relectura, el Marx de los Grundrisse y El capital se desprende de toda apologética de la modernización. La crítica del capital va de la mano con la crítica de la historia. La introducción de todo acaecer humano en el cuadro de un despliegue temporal progresivo cuyo ápice sería la moderna sociedad burguesa es la operación del capital por excelencia: “el capital es el padre de la historia”.
La crítica de la historia que Acha propone sienta las bases de una revisitación de Marx que disloca algunos debates contemporáneos. Por un lado, el nuevo planteo se diferencia de la crítica posmoderna de la historia. Esta crítica, para Acha, oculta la vigencia objetiva del capital como sujeto de la historia efectivo en la sociedad capitalista. La vertiente posmoderna desecha la historia universal como un mero gran relato, evadiéndose en microrrelatos “que ocultan la primacía del capital en la mediación de las relaciones sociales”. Si Acha comparte la hostilidad de los posmodernos hacia la totalización de la historia universal, está advertido contra el peligro de hipostatizar esa hostilidad hasta impedir toda comprensión crítica de la vigencia efectiva de una historia universal totalizante, ordenada por la expansión del mercado mundial. A la vez, Acha se diferencia de las apuestas marxistas de signo evolucionista, que identifican el camino de la emancipación humana con el desarrollo de las fuerzas productivas y construyen una visión laudatoria de la historia universal. Frente a esta visión marxista, Acha recuerda que la idea de historia universal se monta sobre el capitalismo desplegado y no puede componer el ideario emancipador sin el pasaje por un severo tamiz crítico. Una renovada crítica marxiana de la historia constituye el nervio teórico del revisionismo histórico de izquierdas, diferente tanto del marxismo tradicional como de su neutralización posmoderna.
La propuesta de un revisionismo histórico de izquierda comporta algo más que un posicionamiento político-ideológico. Se trata una reformulación posible de la política de la historia, que pueda romper con la matriz modernizadora que ha gobernado (allende algunas salvedades “reaccionarias”, rescatadas por el autor) la historiografía argentina. Este anhelo revisionista interpela a una nueva generación intelectual de izquierdas que contabiliza el saldo terrible de la derrota secular del proyecto emancipador, empero sin pasarse a las filas de una progresía desprovista de filo crítico. Esta nueva generación, antes que gestos intuitivos aislados, necesita darse un programa de trabajo (historiográfico, sociológico, filosófico) augural capaz de repensar el legado marxiano para fundar una intervención cultural radical. El libro que reseñamos es, sin duda, una promisoria provocación para iniciar ese camino.
Espacio Murena, 18 – 04 – 13
La Quinta Pata
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