domingo, 28 de abril de 2013

Los espiritistas agrarios de Alberdi

Ricardo Nasif
*

Lo más peligroso que se viene ahora es esta reforma judicial. Y la reforma de la constitución nacional no es para la reelección de la Presidenta. Es para cambiar el espíritu de Alberdi de la Constitución. Ese es el problema. Y cuándo se lo cambie, va a entrar parte del chavismo, parte del marxismo y ese maldito progresismo que todavía no sabemos qué es.
Raúl Zorzón, militante de la Mesa de Enlace Agropecuaria.
Santa Fe, 9 de abril de 2013.

En 1984, José María Rosa, uno de los historiadores argentinos más sobresalientes, publicó “El fetiche de la constitución”, una gran obra de no muchas páginas en donde se animó como pocos a criticar con dureza el pretendido espíritu alberdiano de la carta magna.

Sin más, el Pepe Rosa califica al texto supremo de 1853 como un verdadero “estatuto de nuestra dependencia” y señala a Don Juan Bautista Alberdi como el progenitor de la criatura, diseñada desde el libro Bases y puntos de partida para la organización de la República Argentina, derivados de la ley que preside el desarrollo de la civilización y del tratado litoral de 1831, etc. , (Bases para los amigos).

Rosa le arremete quirúrgicamente a las Bases, ese texto “consagrado por los teóricos posteriores como un verdadero monumento del pensamiento jurídico argentino”. Un tótem inexpugnable donde se encuentran ni más ni menos que las líneas centrales del pensamiento liberal de nuestras pampas.

Allí Alberdi proponía una constitución que permitiera borrar la identidad sudamericana originaria y colonizada e imponer, sobre ese pretendido vacío, una nueva cultura implantada desde la sociedad anglosajona. Decía el padre de la constitución en 1852: Es utopía, es sueño, es paralogismo puro el pensar que nuestra raza hispano-americana, tal como salió formada de su tenebroso pasado colonial, pueda realizar hoy la república representativa... No son las leyes lo que precisamos cambiar: son los hombres, las cosas. Necesitamos cambiar nuestras gentes incapaces de libertad por otras gentes hábiles para ella.
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Una de las mentes más lúcidas de la generación del ´37 sugería entonces, como dirá Arturo Jauretche casi un siglo más tarde, “hacer la cabeza para el sombrero y no el sombrero para la cabeza”.

La promoción del lema “gobernar es poblar” no era más que la propuesta de la suplantación de nuestros nativos por una raza superior que nos traería la libertad, la civilización y el progreso (puro darwinismo social, comentan teóricos sociales remozados y criticones).

Y como mejor que prometer es realizar, la propuesta terminó haciéndose efectiva en la letra de la carta magna del ´53. Busque el lector una constitución nacional, ubique el artículo 25 y verá que, tras las distintas reformas, pervive el espíritu fresco de Alberdi en el siguiente mandato: “El gobierno federal fomentará la inmigración europea…”

Aquella invitación generosa del Preámbulo “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, (gritado con maestría por Raúl Alfonsín en la campaña presidencial de 1983 y memorizado por más de uno de nosotros en la escuela primaria), tiene una letra chica, más acallada y mucho menos repetida, en el artículo 25.

Para que no fuera cosa que la patria se viese infestada de parias indeseables, la ley máxima debía darle plenas garantías y libertades a los inmigrantes anglosajones y, sobretodo, a sus todopoderosos capitales, evitando que el gobierno del estado restringiera el libre ejercicio de los derechos económicos.

A la confesión de parte de Alberdi nos remitimos: ‘‘Protejan las empresas particulares (fiscales ¡jamás!) para la construcción de ferrocarriles. Cólmenlas de ventajas, de privilegios, de todo favor imaginable sin detenernos en medios. (…) Entreguen todo a los capitales extranjeros. Dejen que los tesoros de fuera como los hombres, se domicilien en nuestro suelo. Rodéenlos de inmunidades y de privilegios al tesoro extranjero para que se naturalice entre nosotros” (seguridad jurídica, le dicen ahora).

En ese orden de ideas era natural que el padre de la constitución propusiera la libre navegación de los ríos, a tal punto que sugería “considerarlos constitucionalmente como cosas ajenas”.

Ningún gil este Raúl Zorzón. Sabe muy bien que espíritus y fantasmas agitan para proponer golpes de estado y blanden inmunidades, privilegios y la pureza de la sangre campestre frente a la negrada kirchnerista, chavista y marxista.

Tiene olfato el pensador y militante agro-gorila para conocer cuál es ese maldito progresismo bárbaro que viene a remover las bases del civilizado salvajismo liberal.

Después de invocar durante los últimos 160 años a las almas en pena de nuestros padres liberales, hay que ponerle el oído a sus hijos, no a los ingleses que nunca vinieron en la calidad y abundancia reclamada por Alberdi y Sarmiento, mucho menos a los capitales transnacionales. Hay que escuchar al pueblo: a las trabajadoras, obreros y productores que diariamente yugan la patria que las corporaciones agropecuarias reclaman para sí.

*Profesor de Historia - Militante de la Corriente Agraria Nacional y Popular (CANPO)

La Quinta Pata

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