Ramón Ábalo
Ya lo hemos afirmado, el mayo del 25 de aquel 1810, fue una revolución tal como lo proclamaron sus impulsores como Mariano Moreno, Belgrano, Castelli y otros más dispuestos no solamente a romper con el yugo colonialista español sino también a profundizar el anhelo y, de ahí en más, a construir una nación realmente independiente, pero que contenga a una población, a un pueblo que sea el constructor de su propio destino, a ser el único usufructuario de los frutos y la riqueza de su tierra, sin esclavitud alguna y la destrucción de todo lo inquisitorial del régimen oscurantista del pasado.
Y a doscientos años, aquellas señales libertarias adquieren contemporaneidad como pocas veces antes. Enfrente, un enemigo poderoso, el de los oligopolios internacionales, el de las corporaciones financieras y mediáticas, pero en decadencia y crisis, en peligro su esencia ideológica, o sea el capitalismo, que lo hace más peligroso y, por lo tanto, planificando sojuzgar al mundo entero a como sea. En el esquema de dominio aparece Latinoamérica como la gran reserva natural, o sea el agua, la tierra, el alimento. El subsuelo de su estrategia de dominio.
Y para ello cuenta con la materia que todo lo puede, según su visión monopólica y financiera: el dinero, la caja fuerte y los personeros que son dóciles a la dolarización de sus conciencias. Lo vemos con fuerza en nuestro entorno nacional y latinoamericano con oscuras acciones y gestos de ese enemigo, dispuesto a la violencia militarizada llegado el momento o momentos que lo exija el flagelo de su propia crisis. Y aunque su estrategia se quebranta en los diversos frentes en que se ha metido, o sea Asia y África, el "destino manifiesto" de dominio mundial no se borra de su agenda.
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