Ramón Ábalo
En esa mañana del 9 de julio, día patrio, aniversario de la proclamación de la independencia de la Argentina, se recordó a un año de su fallecimiento, a Isabel Figueroa de De Marinis, madre de Lila De Marinis secuestrada y desaparecida por los genocidas del ‘76.
En un acto breve, con la presencia de familiares, amigos y militantes de los organismos humanos de Mendoza, fue colocada una placa recordatoria en un bajo muro en la plaza San Martín, sobre el costado este, la que fue impulsada por la subsecretaría de derechos humanos de la municipalidad de la capital, de la que es titular Luz Faingold, ex-presa de la dictadura, cuyo testimonio ante el tribunal oral y público del juzgado federal local, posibilitó que los jueces Miret y Romano fueran incriminados como responsables directos en los crímenes de lesa humanidad que se ventilan en esta provincia. En esta ocasión, como militante de uno de los organismos, la liga argentina por los derechos del hombre, y fundamentalmente como compañero y amigo de lucha, tuvimos el honor de manifestar nuestro sentimiento con unas breves palabras:
“En días como hoy, frío, gélido, nos hubiéramos encontrado con Isabel en las puertas de los tribunales federales. Igual era en esos días calcinosos de verano, con el sol a pleno en su rostro. Pero siempre con el gesto, la actitud serena, incluso con una sonrisa, porque afloraba en ella esa paz interior que se transmitía expresivamente hacia el exterior, afirmando su lucha inclaudicable por la memoria, verdad y justicia, junto a Lila, la Lita, la Dora, el Hugo y el Gustavo y sus nietas y nietos, sus bisnietas y bisneto. Y claro, junto a nosotros, a todos quienes nos honramos del estar aquí para honrarla.
Siendo como fue, de una estatura física y espiritual excelsa, lo es también simbólica. Ella nos representa. Ella es símbolo, espíritu y materia ética mayor de dignidad cívica de la condición humana, eso que no pudieron exterminar los genocidas de todas las épocas, los terroristas de estado del ‘76.
Espíritu y materia de una lucha, de una épica que es ejemplo universal, identidad de una porción mayoritaria del pueblo argentino. Y también revolucionaria, aunque sin dogma alguno pero en sentimiento, sensibilidad y conciencia de esa esencialidad de Lila, de las 30.000 compañeras, compañeros desaparecidas, desaparecidos, de los miles y miles de torturados, asesinados, de los exiliados, de los desterrados de las fábricas, de los talleres, del campo y de las aulas. Este es el legado de Isabel.
Por su memoria, por su lucha y por su vida ¡¡ hasta la victoria siempre!!”.
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