domingo, 29 de septiembre de 2013

Los viñedos y bodegas (entre 1890 y 1900) II

Eduardo Paganini

Proseguimos con la cultura del vino (no es mala época si nos rodea la primavera…) y damos por concluida en esta entrega la segunda parte sobre el nacimiento de nuestra vitivinicultura a nivel industrial y de calidad.

Viñedos y bodegas

Hacia el año 1890 la gente adinerada consumía bebidas importadas de bodegas francesas, italianas o españolas. Pero el grueso de la población del país se conformaba, en cambio, con los vinos y licores nacionales, aunque éstos fueran por el momento de baja calidad.

Muchos inmigrantes llegaron a Mendoza para dedicarse al cultivo de la vid, aprovechando el clima y las características especiales de la región; habían sido expulsados de su patria por razones políticas o por la ruina de la industria vitivinícola. Traían una alta especialización: nuevas técnicas, conocimientos sobre fertilizantes, arados, sistemas de labranza y métodos para combatir las plagas. Así, las modalidades heredadas del período colonial fueron suplantadas por el sistema de contraespalderas francesas o por los parrales españoles e italianos, y para la poda se utilizó el sistema Guyot [i]. El ferrocarril y las obras de riego sobre los ríos Mendoza y Tunuyán dieron el impulso final para el desarrollo de esta industria.

Para enviar vinos a Buenos Aires, el gran mercado consumidor, se necesitaba disponer del capital necesario para realizar ventas a plazos más o menos largos y de la producción suficiente para asegurar un tipo de marca y mantener el stock durante el año. De allí el fracaso de muchas pequeñas bodegas. En cambio, durante la década de 1890 se consolidaron algunas firmas prestigiosas: los hermanos Tosso, oriundos de Italia, fundaron su establecimiento en 1891; los Mosso, también italianos, producían desde 1899 el vino de marca Hiena que se vendía en el Litoral y en Tucumán; Melgor y Herist, fundadores de La Peregrina (Maipú) en 1889, elaboraban vino de tipo francés de excelente calidad; Miguel y Alberto Aguinaga, orientales, produjeron en 1897 unos 3000 hl de vino marca Vistalba en su bodega de Luján de Cuyo; otro pionero de la industria vitivinícola, Tiburcio Benegas, se había instalado en El Trapiche, y los hermanos Arizu, nativos de España y llegados al país en 1883, ya eran tan prestigiosos que compraban la producción de otros viñateros para industrializarla.

Paralelamente, los mendocinos utilizaban las tierras de riego para cultivar frutas y hortalizas de muy buena calidad que el ferrocarril transportaba al mercado porteño. La provincia cuyana, a la cabeza de la industria del vino, poseía casi un tercio de las bodegas del país y generaba tres cuartas partes de la producción nacional. Alrededor del negocio vinícola la sociedad se modernizaba, se hacía más cosmopolita y progresista; la vieja elite criolla compartía el prestigio con los extranjeros, esos emprendedores gringos que estaban dando tono a la nueva Mendoza.

San Juan no resultó tan favorecida por los cambios ocurridos en la economía finisecular. Esta provincia padeció más que su vecina las consecuencias de la interrupción del comercio trasandino y, sobre todo, del engorde del ganado destinado a Chile. Sus industrias —fábricas de ladrillo, jabón, hornos de cal, alfarerías y canteras— sintieron la interrupción de estos intercambios; la llegada a la provincia del ferrocarril Gran Oeste Argentino, que se produjo en 1885, no trajo consigo demasiada prosperidad.

Pero la ley de protección a la industria del vino, aprobada en 1875, permitió a San Juan incorporarse a la actividad y recibir inmigrantes especializados en el cultivo de la vid. Los grandes ganaderos de antaño, convertidos en industriales, se dedicaron con entusiasmo al nuevo negocio. Al finalizar el siglo se destacaban los bodegueros sanjuaninos Jaime Colomé, J. y E. Copello, y especialmente la bodega Colón, de los Graffigna, que logró un mercado estable para su producción en las provincias norteñas.

San Luis, Salta en los valles calchaquíes y en Cafayate [II], Catamarca y La Rioja intentaron por esos años incorporarse a la industria vitivinícola con suerte dispar.

La Rioja tuvo cierta expansión con sus vinos dulces, pero en Catamarca motivos políticos llevaron a la destrucción de las vides. De todos modos, hacia 1900 la producción argentina de vinos y alcoholes satisfacía las dos terceras partes del consumo nacional. La preocupación de los grandes bodegueros por mejorar los productos de sus establecimientos permitía augurar un futuro promisorio para la industria.

"Varios autores, Las economías regionales en Nuestro Siglo: Historia de la Argentina, Buenos Aires, 1992, Editorial Sarmiento-Diario Crónica, Director: Félix Luna. Impreso en Colombia"

[i] Para obtener más detalles se puede consultar http://www.vinopedia.tv/2010/05/la-poda/
[ii] Quizá haya querido expresar “especialmente en Cafayate” por cuanto esta localidad está considerada como parte integrante de los Valles Calchaquíes.





La Quinta Pata

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