domingo, 15 de septiembre de 2013

Taller literario en la Penitenciaría de San Rafael

Teresa Oliveri

Cárcel. Palabra con resonancia de cerrojo. El hombre está adentro, detrás de las rejas con la imposibilidad de acceder al mundo de los libres porque ha cometido un delito.

Por otro lado el artículo 18 de la Constitución dice que las cárceles serán sanas y limpias, no para castigo sino para protección de los internos.

Con estas dos premisas nos acercamos al mundo carcelario para llevar algo de estímulo intelectual, una palabra diferente dicha por escritores a lo largo del tiempo, la posibilidad de acercarnos a sus necesidades y tratar de paliar las que podamos. Creemos que la privación de la libertad por las razones que sea (razones que la sociedad a través de las instancias pertinentes ha sancionado), no implica que los o las internas deban renunciar a la búsqueda de sí mismos, a la búsqueda de nuevas opciones para su vida una vez que hayan pagado la deuda con la sociedad. La literatura como opción. Una alternativa que permite crear y difundir valores, mejorar el lenguaje y la autoestima. La lectura y la creación literaria pueden contribuir grandemente para que los internos vean que son capaces de más.

La finalidad de este proyecto es mejorar la vida de los internos permitiendo que conozcan otros mundos, otras vidas y de esa manera puedan ponerse en el lugar de los diferentes personajes de ficción. Ponerse en el lugar del otro también contribuye a su rehabilitación ya que cuando se comenten determinados delitos, es posible que no se hayan preguntado qué le pasa al otro.

La palabra, escrita u oral es curadora y ayuda a enfrentar los problemas cotidianos con mayor entereza. En el caso de los internos ─hombres y mujeres con trozos de sus vidas destruidos─ la literatura les puede acercar la posibilidad de encontrar a quienes pasaron por lo mismo que ellos, quizás puedan hablar del dolor, desde su dolor, quizás pueda armar con sus pedazos destruidos un hombre nuevo. La literatura no es una panacea ni un remedio maravilloso pero es una opción válida, necesaria para el crecimiento intelectual, ético social de la humanidad.

En fin, el lenguaje sirve como puente para establecer vínculos y relaciones con nuestros semejantes y también para contar nuestros sueños, temores, fantasías y ansias de libertad.

La Liga Argentina por los Derechos del Hombre, cree en el ser humano más allá de sus flaquezas y debilidades, creemos en que dentro de la cárcel, el único derecho que se pierde es el de la libertad y así con ese convencimiento llegamos con nuestro taller a la Penitenciaría de San Rafael.

Voy a relatar nuestra experiencia que quizás le pueda servir a otros que intenten esta práctica movilizante y muy gratificante de hacer un Taller Literario en la Cárcel.

Llegamos y nos encontramos con un equipo psicosocial interesado en facilitarnos en todo nuestro trabajo, no sucedió lo mismo con los guardia cárcel que son los encargados de buscar a nuestros alumnos en sus respectivos pabellones, una vez que les pasamos la lista de los internos interesados en el Taller. Allí encontramos resistencia y alguna vez nos retiramos sin que nos mandaran ni un solo alumno. Nunca me quedó claro cuál era la intención de boicotear el Taller, porque no concibo un interno más dócil que alguien que está interesado leyendo un libro. Sin embargo así sucedió.

El tiempo y nuestra persistencia los convenció que ahí estábamos con o sin alumnos. Sentimos el apoyo del director de la cárcel lo que significa cierta garantía de continuidad.

A nuestro Taller concurren internos con diferentes capacidades; desde alumnos que han completado sus estudios universitarios, pasando por los que apenas tienen algo de educación primaria, hasta analfabetos que disfrutan de la lectura de un buen cuento. En eso consiste la mayor dificultad para organizar el Taller, sin embargo cuando leemos o contamos, el respetuoso silencio es regla. Para algunos, es la primera vez que escuchan un cuento de Cortázar o de Saramago, para otros es el hilo que se tiende desde el afuera, desde un tiempo en el que todo era posible. Es el momento en que dejan de ser tratados como niños o adolescentes y privados de todos sus derechos, al decir del Dr. Eugenio Zafaroni, para volver a ser hombres.

En una oportunidad se acercó un chico de poco más de 20 años y me dijo: Qué lindo es estudiar con usted, maestra.

Cuento esta experiencia porque es todo lo que deseamos quienes emprendimos esta actividad.

Los temas que llevamos al Taller van desde el conocimiento de culturas diferentes como la Inca o la Maya, hasta la frase generadora que dispara la creación. La interpretación de una canción o de un relato, la lectura de un poema, casi siempre llevamos música acorde al tema. La reacción de los internos es diferente según de dónde vengan, como dije anteriormente para muchos, es una novedad, otros dejan de venir al poco tiempo, porque no llena sus expectativas, algunos buscan en ese espacio la posibilidad de contar su vida y su dolor y otros vienen puntualmente y nos recriminan cuando llegamos unos minutos tarde.

En este Taller, hemos decidido no corregir la ortografía porque la idea no es que escriban con corrección sino que escriban, que puedan decir lo que sienten, que se puedan expresar. En algún momento hemos hablado de la puntuación como para que sus textos puedan ser entendidos mejor, pero no batallamos sobre esos temas.

También tenemos la colaboración de la Biblioteca pública Mariano Moreno que nos presta libros transformándose en una Biblioteca ambulante.

Hay circunstancias, algún texto, una palabra, que hacen aflorar la necesidad de contar sus casos y en todos están presentes la angustia por el futuro y la impotencia por el presente. El pasado, el motivo por el que están en prisión, puede o no estar claro. En algunos casos los internos no saben el porqué de su detención. Han infringido la ley sin saber claramente en qué punto, porque culturalmente lo que hicieron es repetir lo que hicieron sus padres con ellos o con sus hermanas. Es cuando nos encontramos con esos casos que pensamos que la sociedad debiera intervenir antes, para evitar estos delitos y no penar cuando suceden.

Sobre la premisa de que las cárceles no están para castigo sino para protección de los internos, debemos decir que además de que muchos de ellos duermen en colchones en el suelo y que algunos guardia cárcel se solazan con humillar y lastimar a los internos apretándoles las esposas hasta hacerles sangrar las muñecas entre otras formas de someterlos, también el servicio médico no está siempre al servicio de los 400 internos que viven en una cárcel preparada para 120 personas.

Nosotros reconocemos que la seguridad es un problema en una cárcel super poblada y donde conviven internos con faltas graves para la integridad de las personas, gente que ha robado o que ha cometido varios delitos, los que han atentado contra la intimidad de mujeres o niñas, y también aquellos que están sin juicio alguno y que permanecen en la cárcel durante muchos meses a la espera de un veredicto que puede ser absolutorio. La pregunta es, ¿quién les devuelve a estas personas los años perdidos, las humillaciones recibidas, las noches en vela y la impotencia de su situación?

Más de una vez, cuando los vemos entusiasmados con un relato que escuchan o escriben, pensamos en que en unos minutos más se encontrarán con su dura realidad y que el esfuerzo que hacen para prestar atención o para escribir, es un bálsamo fugaz para tanto dolor.

Por último esta experiencia que como dijimos sirve por lo menos, de algún modo a los internos, nos sirve a nosotros para aprender. Como muchas veces en nuestra vida, cuando creemos que vamos a enseñar, aprendemos. Aprendemos del psicópata que jamás aceptará su delito, del hombre sencillo que no ha sido juzgado aún y hace más de un año que permanece detenido, del hombre que ha sido encarcelado por un tejemaneje de algún abogado, del muchachito que está años preso por consumir. De todo ese dolor aprendemos y a medida que lo hacemos, advertimos que la justicia hace agua por diferentes agujeros y que el rencor que se acumula estando en prisión es tal, “que es un milagro que todas la personas detenidas no reincidan en su delito”, al decir del Dr. Eugenio Zafaroni.

La Quinta Pata

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