domingo, 15 de septiembre de 2013

Cielo blanco

Eduardo Paganini

También El Baúl atesora papeles casi íntimos, cálidos y momentáneos testimonios de afectos, reencuentros y “otras épocas”. Y en ese revoltijo de tiempo en forma de papel, saltó al protagonismo semanal esta partitura con firma autógrafa de su músico, Eduardo Aragón, en su paso (el último que haría por su tierra natal) en ocasión del homenaje que se hiciera en 1998 a los integrantes del Nuevo Cancionero, en su 35º aniversario. La canción plantea estéticamente un trágico aspecto de la realidad argentina que poco antes había comenzado a ocupar un espacio de debate social y político, y que aún permanece vigente: la probable voz de los desaparecidos, además del reconocimiento por la lucha resistente de las Madres.

“No veo el cielo, madre, sólo un pañuelo blanco.
No sé si aquella noche yo te estaba pensando
o si un perfil de sombras me acunaba en sus brazos.
Pero entré en otra historia con el cielo cambiado.
No me duele la carne que se fue desgarrando,
me duele haber perdido las alas de mi canto,
las posibilidades de estar en el milagro
y recoger las flores que caen de tu llanto.
No quiero que me llores, mírame en tu costado.
Mi sangre está en la sangre de un pueblo castigado.
Mi voz está en las voces de los iluminados
que caminan contigo por la ronda de Mayo.
No quiero que me llores ahora que te hablo.
Mi corazón te crece cuando extiendes las manos
y acaricias las cosas que siempre hemos amado:
la libertad y el alma de todos los hermanos.
No sé si aquella noche yo amanecí llorando
o si alguna paloma se me murió de espanto.
Sólo sé que la vida, que me esperaba tanto,
es el cielo que crece por tu pañuelo blanco.”


Hamlet Lima Quintana (letra) y Eduardo Aragón (música), Cielo blanco (canción), Buenos Aíres, 1985, Editorial Melodía.

La Quinta Pata

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