domingo, 20 de octubre de 2013

El fútbol y la ficción

Eduardo Paganini

Hay un género discursivo muy poco estudiado por las ciencias específicas que es el relato deportivo, y dentro de esa clase el que merece especial atención es el del relato de fútbol, probablemente el de mayor expansión en nuestro medio.

Su peso en nuestra cultura cotidiana es tan significativo que inclusive habría que fundar una Historia que dé cuenta de su trayectoria, evolución y representantes conspicuos. Allí ingresarían, sin lugar alguno a dudas, las voces que han colaborado en su medida a la constitución de las subjetividades de miles y miles de radioescuchas, primero, y luego y más actual, de televidentes. Si esa Historia llegara a configurarse —tarea que dejo a los estudiosos especializados en estas áreas del saber (¡sociólogos tomad la tarea!)— es muy probable que además de las crónicas y diacronías, ocupen espacio de interés y análisis los protagonistas vocales de esa línea de tiempo.

Así, consecuentemente, habría que establecer escuelas, movimientos, tendencias que confrontativa o aliadamente se hayan ido complementando a lo largo del tiempo, describir y tipologizar estilos, maneras de decir, retóricas ad hoc… Marcar, por ejemplo, que con Luis Fioravanti el canon establecido buscaba la frase elegante, sonora y poética, del tipo “vibra el cemento y ulula la muchedumbre con el ingreso del equipo de la casa encabezado por su capitán Rattin…” para presentar la entrada de uno de los contendientes de un superclásico, mientras en el polo opuesto de la contradicción básica del momento emergían los modos de Bernardino Veiga, más concentrado en la acción y la tensión hilvanadas, siendo el clímax su máxima obra estética cuando, frente a la conversión de un tanto, su alarido de gol inauguró para la radiodifusión argentina y la lengua española el monosílabo más largo de la historia: gooooooooooooooooooooooooooooooooooooolllllllll…..!!

Será tarea problemática de estos historiadores en potencia definir cuál de las dos tendencias inaugurales predominó en el relato futbolístico, e inclusive complejizar el asunto con la aparición de rupturas y continuidades durante el largo proceso que va desde la pesada y riesgosa pelota con tiento hasta la extraliviana globa de válvula y dibujitos simpáticos de la actualidad. Lo único seguro, por ahora y hasta que no aparezcan los revisionistas de esa Historia a construir, es que tantos unos como otros han tenido un solo punto en común: el intento por aparecer como originales, y en segundo lugar, que esa originalidad sea expuesta, exhibida, mostrada y vista por el espectador.

También ocupará especial sitio en esa Historia la aparición del relato televisivo, dadas las particulares condiciones y diferencias con lo radial. La tv muestra lo que queríamos ver, para qué contarlo, se preguntaron muchos relatores, una vez atravesada la primera fase en la que el traslado de voces no presentaba novedades con respecto a las radiales. Y así, varios se dedicaron a mencionar solamente el nombre del jugador que llevaba el balón entre sus piernas: para qué más, si al resto el televidente lo tiene frente a sus ojos… Razonamiento impecable, que la práctica derribó puesto que surgió de esa tendencia una mixtura impensada hasta entonces en la historia de la cultura universal: tener el televisor encendido sin voz, con la radio Spika a todo volumen para que narrara con lujos de detalles … Sincretismo tecnológico que obligó a la relatoría nacional a girar su timón lingüístico, y ofrecer varias alternativas a modo de superación.

Pero dejemos ya esa Historia y nuestra invitación a construirla para ir al centro de nuestra reflexión que está vinculada con la función ficticia que cumple el relato en el fútbol televisivo. Decimos “función ficticia” en el más sencillo y claro sentido de la expresión: construir una ficción, elaborar una narración, una recitación que da cuenta de una realidad, no hay allí ningún valor peyorativo ni satírico ni irónico. Relatar algo es construir una ficción porque le permite al escucha que pueda reconstruir en su cabeza los acontecimientos que el relato informa. Mucho más fácil es ver el tema si pensamos en la radio: lejos de la cancha, escuchamos con atención y pasión la voz palpitante del relator, mientras en nuestra mente se arma el gran teatro de protagonistas y coro y se revive de tal modo el hecho que con el tiempo ya no sabremos si nos lo contaron o lo vimos de verdad…

Pues bien, ahora que estamos todos de acuerdo con esto del relato y su ficción consecuente, podemos prestar mayor atención al modo en que construyen esa ficción los relatores. Algo habíamos dicho oportunamente (La palabra y la pelota. Entrando al área chica con palabra dominada en La palabra y la pelota, pero lo acontecido en la última semana inaugura una nueva etapa de la Historia no escrita aún.

En efecto, si la pelota es el contenido de un mensaje y es el líder —como nos dice Enrique Pichon Rivière en su Psicología de la vida cotidiana— su presencia y existencia deberían continuar aún hoy como condiciones sine qua non para que la ficción relatora permanezca dentro de realidad futbolística. Sin embargo, y como un giro antropológico fundamentalista, durante una jugada en el área chica del partido entre Boca Juniors y Rosario Central, el relator de turno lanzó al aire la frase “un pase de gol, sin pelota” [sic].

Vayamos primero a la jugada y luego veremos la frase: lo que allí había sucedido era que en un centro peligroso la pelota pasó frente a varios y el último de la fila, delantero en posición de gol, la cabeceó hacia el arco, luego de que varios lo hubieran intentado sin suerte; la pelota se fue o la atajó el arquero, vaya uno a saber porque la cosa no cambió demasiado la línea de la contienda. Pero, la frase del relator, o analista, merece mayor análisis: para decir que el compañero del que cabeceó le había errado o a lo sumo, en dosis de creatividad suprema –que no aparece con demasiadas pruebas a favor- simplemente había amagado cabecear argumenta que concretó un pase gol sin pelota. ¡Falacia de la lógica deportiva! ¿No era acaso la pelota el líder? ¿No era el contenido de un mensaje y por lo tanto lo más esencial en esa comunicación? Pues bien, este relato nos deja sin liderazgos ni comunicación… Es como afirmar: le dio el tiro de gracia sin balas, lo noqueó en el tercer asalto sin trompis, campeón de arquería sin flecha, carambola a tres bandas sin bola, etc etc.

De todos modos, no es tampoco la mofa de la expresión el objetivo de nuestra nota. Ya que intentamos no pecar de ingenuos y hacerle caso a la abuela cuando decía piensa mal y acertarás… No fue un lapsus, un furcio, ni un yerro la emisión de la frase: por lo contrario su función está mucho más cerca en encuadrar aquella función ficticia de la que hablábamos al principio (¿se acuerda?): esa originalidad —que caracteriza a nuestra relatoría futbolística como uno de sus ingredientes y aportes más esenciales— fragua expresiones de esta laya porque se hace necesario ir reforzando el pasaje de ficción realista (como la de las radios –bueh, más o menos-) a ficción fantástica, para que la palabra esté más cerca del enunciante que de la realidad relatada, de modo que el receptor, el escucha, el televidente, no crea lo que ve sino lo que le dicen!

Si ahora la pelota no está, pero igual puede concretar o intentar un gol, mañana se creará la estadística de las oportunidades de gol, de piques al claro, de relevos defensivos, de gestos –solidarios u hostiles-, de la vida de los amigos que le envían mensajitos de texto al relator, de lo que le había dicho fuera de cámara y ahora al aire no puede repetir, de lo que “ya sabés”, etc etc. Toda una parafernalia que logra al mismo tiempo varias cosas:

• el verdadero protagonista es el relator,
• se puede hacer fútbol sin pelota,
• el televidente es un gil que no ve y cree lo que oye,
• el árbitro generalmente no se equivocó –salvo raras excepciones o campañas de desprestigio (como la actual con Pompei, que ya es para el INADI)

En fin, debería existir un Tribunal de Penas para relatores, como lo hay para futbolistas y árbitros. Por supuesto, debería ser totalmente independiente de los organismos y colegiados del conjunto y proponemos que lleve como homenaje el nombre de Dante Panzeri , un analista de fútbol de aquellos.

La Quinta Pata

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