domingo, 6 de octubre de 2013

São Bernardo, de Graciliano Ramos

Rolando Lazarte

Ayer terminé de leer, por segunda vez, São Bernardo, de Graciliano Ramos. No deja de llamarme la atención el hecho de que un acontecimiento como este, tenga tanta significación. La lectura de un libro, sobre todo la de un libro con cuyo autor tenemos profundas afinidades, es siempre algo que va más allá de lo trivial. No es que la lectura sea, de ningún modo, algo trivial, nunca lo es.

Siempre nos lleva a algo más adentro de nosotros mismos y al mundo alrededor. Tal vez el simple hecho de que seamos capaces de sustraernos por un tiempo a la presión cotidiana por desempeño y resultados, y entregarnos a ese ejercicio placentero de dejarnos llevar por una mano maestra a mundos que solamente podemos conocer leyendo, ya sea en sí algo de mucho valor.

En esta segunda lectura de São Bernardo, ocurrida cerca de 30 años después de la primera, reencontré el mismo placer íntimo de vivir por algunas horas en el sertão alagoano, que tal vez nunca llegue a conocer directamente. Y aún más, experimenté otra vez esa alegría tan especial que me da estar en contacto con un creador hábil, capaz de traerme de vuelta reflejos de mí mismo que sólo conozco cuando los veo escritos por alguien de tamaña capacidad expresiva.

Creo que cuando leo, estoy más conmigo mismo que en la mayor parte de las demás horas del día. La mente se desprende, se despega, se suelta de automatismos aprisionadores, programaciones que sofocan, oprimen, sacan la libertad. Entonces entiendo mejor lo que Julio Cortázar quería decir [1] cuando afirmaba que era necesario liberar el lenguaje. Tener un lugar para vivir, como decía Anais Nin [2].

Lo que para muchos puede parecer una fuga, es en realidad un encuentro. Al leer, me leo, leo de mí mejor que cuando me extraño en la nube de extrañeza tan normal. Recupero la familiaridad con mi ser interno. Los escritores y escritoras me devuelven la inocencia. Hay algo muy puro en este acto de escribir, en el acto de leer, de leerse en los libros y en el mundo.

No puedo menos que evocar a Jorge Luis Borges, ese genio de sabiduría y humildad, cuya simplicidad tiene un efecto devastador, demoledor de tanta hipocresía, de tanta fuerza bruta que imperan en las relaciones cotidianas, políticas y sociales. Tengo certeza de que estos efectos renovadores y revigorantes, deben ser experimentados por muchas personas alrededor del mundo.

Y agradezco a mi padre y a mi madre, que desde muy chico me fueron incentivando y llevando a estos mundos benéficos en los cuales me rehago, me recupero cada vez que un golpe trata de echarme por tierra. Cada vez que leo, se cierra una puerta a la banalidad y al absurdo, a la abominación y a la falsedad, a la degradación y a la barbarie, y se abren puertas y más puertas hacia lo bello, hacia una realidad presente que es siempre un juego para el que nos volvemos a encontrar inocentes e ignorantes, en el mejor sentido de la palabra.

No sabemos las reglas, vamos intentando, tratando de encontrar un lugar que alcanzamos y se escapa otra vez, donde estamos y dejamos de estar, constantemente. Entonces este aqui y ahora cuya virginidad recupero cuando me sumerjo en esas regiones crepusculares de la literatura y de la poesía, vuelve a ser lo que fue al comienzo, y tantas veces después.

Vuelve la infancia, vuelve lo que no muere, lo que no puede morir. No puede ser por casualidad que estos mundos poético-literarios me resultan mejor remedio para todos los golpes de la vida, que cualquier receta que trate de aplicar para encontrar el buen camino. Escucho, escucho siempre con atención, que es otra forma de leer. Y en las hablas de los demás y en los hechos, va brillando una luz interior que nunca deja de alumbrar.

[1] Julio Cortázar, Diario de Andrés Fava.
[2] Anais Nin, Em busca de um homem sensível.

La Quinta Pata

1 comentario :

Floyd dijo...

Que profundo!!!! Una delicia...
"La mente se desprende, se despega, se suelta de automatismos aprisionadores, programaciones que sofocan, oprimen, sacan la libertad."
Gracias por compartir!

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