domingo, 10 de noviembre de 2013

Cosas que cuenta la gente

Eduardo Paganini

El volumen de donde hemos extraído este relato reúne a las obras seleccionadas por un jurado para el primer concurso de autobiografías destinado a la tercera edad. En él encontramos “esta historia dentro de otra historia” narrada por quien obtuviera el tercer premio.

La sencillez del relato y la candidez de su resolución aquilatan al texto que tiene toda la apariencia de pertenecer al amplio acervo de los relatos tradicionales, en este caso literaturizado (con perdón de la palabra)

Domingo Siete

Sobremesa de domingo en la larga galería de mi casa. Siempre había algún amigo, don Juan -por ejemplo- era comensal y cuentista habitué. Fue así como comenzó diciendo:

—Cierto día, el criollo Aniceto, muy pobre, pero pícaro además de ocurrente, salió de su rancho a “rodar tierra”, como se decía antiguamente, con la peregrina esperanza de “hacer fortuna” llámese conchavo [sic], una hachada, cualquier cosa... Enfiló para el monte. Cuando ya sus viejas botas ni siquiera le protegían de ramas y espinas… bajo un enorme caldén divisó una gran polvareda y escuchó un tremendo griterío. De a poco fue distinguiendo una ronda de indios pintarrajeados y adornados con collares y vinchas de colores. Frenéticamente danzaban algo así como Utaa — Utaa — Utaa, sólo eso, repetido hasta el cansancio.

El criollito a todo esto se había subido a un algarrobo vecino y desde allí observaba la extraña ceremonia. Bastante aburrido y ahogando un bostezo, gritó acompasando su voz a los cueros que batían los indígenas: —lunes y martes, miércoles tres... lunes y martes, miércoles tres... los indios pararon en seco, escucharon al criollo y le imitaron mientras se contorsionaban al compás; esto y bajarlo del árbol entre gritos y manifestaciones de alegría fue todo uno, le agasajaron con cabritos y jabalíes que asaban en grandes fogatas, todo por haberles enseñado los tres primeros días de la semana. Al atardecer, Aniceto se retiró a su caserío, llevando consigo monedas de plata, collares de piedras de colores y caracoles. Para el vecindario, esto fue un misterio, Aniceto había progresado. Como al mes, la tentación fue grande y este pícaro criollo volvió a dirigirse al monte. Luego de unas horas de andar, con alegría divisó la polvareda y escuchó alborozado que los indígenas danzaban al compás de: lunes y martes, miércoles tres... Inevitablemente se sonrió imaginando su nueva aventura. Se apostó otra vez en el árbol vecino. A poco de instalarse y cuando los danzantes giraban cantando su “lunes y martes, miércoles tres”, elevando su voz les entonó... jueves y viernes, sábado seis. Nuevamente la sorpresa de los indígenas que en el colmo de la alegría lo reconocieron y bajaron nuevamente para agasajarlo con manjares, ofrendas y esta vez hasta le obsequiaron un hermoso caballo pinto. En su euforia Aniceto no advirtió que había sido seguido por Cipriano, un vecino curioso. Este, al presenciar la buenaventura de Aniceto, regresó mordisqueando la envidia que le había despertado su suerte. Pocos días después, para ganarle a Aniceto otra posible incursión, se encaminó a! monte y al igual que su vecino, se encontró de pronto con los árboles elegidos para el ritual indígena. Como había llegado muy temprano, pudo ubicarse cómodamente en el algarrobo. A no mucho tiempo fueron apareciendo los danzantes en ruidoso tropel; como es de imaginar llegaron cantando alegremente: …lunes y martes, miércoles tres! jueves y viernes, sábado seis... Fue entonces cuando el impaciente Cipriano con su mejor voz gritó: —Domingo siete!... La reacción de los indios no se hizo esperar, lo bajaron del árbol, pero sus rostros no denotaban complacencia, sino furia… No les había gustado el discordante agregado del Domingo Siete, en consecuencia, le propinaron una soberana paliza. Así maltrecho, debió regresar, sin agasajos ni premios; comprendiendo al fin que la envidia no es buena ...y según acoto mi amigo de infancia, don Juan, a nadie conviene salir con un Domingo Siete…

María Mercedes Pérez de Carrasco, No hace tanto ni tan lejos en Vidas que hacen historia, Mendoza, 1994, Ediciones Culturales de Mendoza. Colección Volver a Leer.

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario