domingo, 3 de noviembre de 2013

En el justicialismo el antídoto es contra la izquierda - (I) -

Ramón Ábalo

El justicialismo, en sus cúpulas, como herramienta política y electoral del peronismo, es directamente la expresión de la derecha, o centro derecha, o socialdemócrata, en permanente conflicto ideológico al interior de lo que también Perón armó como movimiento. Tácticamente era la incorporación de gran parte de un pueblo fraccionado, o simplemente negado por el "fraude patriótico" a una gimnasia política y experimentada. En todo caso, una buena fracción de trabajadores entraba en la etapa organizativa, o sea su sindicalización, con un fuerte condimento de izquierda, pero todavía desconocida en la conciencia proletaria argentina. No obstante, para Perón importaba la cooptación de la clase trabajadora para convertirla en la "columna vertebral del movimiento".

Fue el espacio en que en ese peronismo se expresaba una izquierda que incluso, en los años finales de los 60 hasta mediando los 70, protagonizó la lucha armada. La ideología del movimiento anclaba en un pálido marxismo con pátina nacionalista -Abelardo Ramos, Scalabrini Ortíz, William Coock- y la incorporación de combatientes guerrilleros fueron provistos por la denominada "tendencia revolucionaria", o sea la juventud peronista en general y en particular, las FAR, las FAP, Montoneros, como asimismo el peronismo de base, la teología de la liberación y otros grupos igualmente imbuidos de una gran mística revolucionaria y por la toma del poder.

El también peronismo justicialista, el del Partido Justicialista, especialmente sus cuadros dirigentes, que siempre miraron de reojo, con desconfianza y como adversario ideológico al interior del partido, y en los momentos de mayor contradicción, incluso antagónica, se resolvían violentamente. Ello fue así en el caso de Ezeiza, el 20 de junio de 1973, donde la izquierda, junto a los casi un millón de seguidores, fue tiroteada y diezmada por la primacía de los grupos armados de la derecha al mando de tenebrosos, alimentados por los militantes del ya poderoso y no menos tenebroso Brujo López Rega.

Fue el mismo Perón que, llegado el momento, apenas regresó al país tiró al pozo los sueños revolucionarios de la tendencia e incluso dio señales para que las orgas armadas fueran reprimidas drásticamente, en tiempos que fueron la antesala para la dictadura genocida del 76, que reprimió todo vestigio de lucha revolucionaria pero apuntando fundamentalmente a los cuadros de ese peronismo libertario. Al pisar tierra, momento en que deja atrás un exilio de 18 años, dijo aquello que paralizó el ímpetu de las orgas, de la tendencia, de la JP y de todos los sectores peronistas y aliados que enarbolaban en la punta de los fusiles las flores de la revolución: "Vengo en son de paz, estoy amortizado...". Los montos habían elaborado la teoría de la toma del poder ni apenas llegara a la Argentina, y ese día la revolución proletaria y peronista asumiría el poder el espejismo de un Perón revolucionario, que había prendido profundamente en gran parte de la "tendencia". En discusiones, por ejemplo, con el PRT, el brazo político de las milicias de Santucho, los acuerdos buscados se estancaban con la negativa de los "perros" de aceptar que Perón era un revolucionario, como lo afirmaban los montos.

Después de lo que quedó en el 83, la evidencia fue de que la mayoría de las víctimas provenían de ese sector. Y también de que el justicialismo, -o peronismo ortodoxo- no hizo nada en absoluto por defender la integridad física y la vida misma, de sus compañeros revolucionarios. Más aún, en plena debacle y persecución, se les negó identidad peronista, por el manejo exclusivo del poder partidario que tenían las cúpulas. Esa identidad se acreditaba con un simple carnet, pero lo firmaban y lo afirmaban las autoridades que expresaban cotidianamente su odio visceral al "trapo rojo", a los "vagos descarriados”, La dramática paradoja fue que los miles y miles de militantes peronistas que se jugaron la vida misma por la vuelta de Perón y una revolución en su nombre, fueron dejados sin cobertura que los amparara, y tal vez salvara, por los mismos compañeros partidarios, incluso el general. Y tiene que ver -hacemos un análisis superficial pero legítimo- con lo que se deriva de ese justicialismo, que es peronismo derechoso.

Otro hito fue el enfrentamiento al gobierno de Don Alberto Martínez Baca, en el 73. Había asumido a la gobernación de Mendoza con casi un 60 por ciento de los votantes levantando la bandera de la Patria Socialista, y otros gobiernos similares, como el de la provincia de Buenos Aires, Córdoba, Salta y Formosa. De inmediato esa derecha, que aquí estuvo expresivamente representada por el vicegobernador Carlos Mendoza y el presidente que fue del Senado, Edgardo Boris, ambos dirigentes de los sindicatos Unión Obrera Metalúrgica y Sanidad, respectivamente. En un año lograron su destitución con una fuerte arremetida, en connivencia del oscurantismo católico, el radicalismo y los gansos del PD.

Así como fue antimonto, anti juventud peronista, anti tendendencia revolucionaria, ahora es antikirchnerista, en el supuesto que esta estructura sea la izquierda actual del peronismo.

La Quinta Pata

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