domingo, 15 de diciembre de 2013

Funeral de opereta para Mandela

Alfredo Saavedra

El funeral del insigne Nelson Mandela, prócer de Sudáfrica, prolongado durante un poco más de una semana, y considerado el suceso más trascendental de los últimos decenios, estuvo rodeado de hechos que demeritaron la intención de proyectar el acontecimiento como un glorioso homenaje a un personaje que dentro de las categorías de relevancia lo hará acreedor al puesto de individuo más importante en todo un siglo.

Pero el Mandela comunista de los años que precedieron a su encarcelamiento de 27 años, de seguro que hubiera desaprobado la pompa que rodeó a su magno funeral, convertido en el más apoteósico hecho histórico de los últimos tiempos, pero también en una inmensa fiesta con sus bailes folklóricos, justificada por la naturaleza que le dio su gente dentro del contexto de una cultura que preserva sus tradiciones por una concepción muy propia de la muerte, tal vez ligada a los rituales de su civilización milenaria. Pero sin desvincularse de su anexión a la cultura de occidente, también el evento estuvo rodeado de curiosidades inevitables por su reflejo de circunstancias que identifican el carácter humano, con defectos y virtudes, propios del desarrollo de la cultura en el orbe.

Tal vez para quitarle al suceso la gravedad que la cultura occidental le concede a los funerales, ocurrirían incidentes que le dieron a esas exequias el colorido que las expuso más que en un suceso triste, el sucedido de un acontecimiento movido en servicio de la novedad para motivar la noticia, que siempre será una expectativa en beneficio de los medios de comunicación, que al final sin esas sorpresas no funcionarían con la eficacia que esperan de todo lo que rodea al ámbito del conglomerado humano, para servirlo como producto de consumo a un público ávido de lo novedoso en todos los hechos cotidianos.

Resultó cómico el fraude de un impostor que se hizo pasar de intérprete en el lenguaje de signos para servicio de los sordos, en un incidente que asustó al aparato de seguridad del gobierno de los Estados Unidos, ante la peligrosa expectativa de un atentado contra el presidente Barack Obama, pues nunca un desconocido estuvo tan cerca del mandatario, como en esa ocasión en que el impostor estuvo “codo con codo” con tal vez la figura más importante del ceremonial. Con perplejidad las autoridades encargadas de la seguridad en el evento se han visto impedidas de dar una explicación del inconveniente, que no vaya más allá de la ridícula dada por el perpetrador, quien se ha justificado diciendo que siendo efectivamente un real intérprete, tuvo un ataque de desorientación que lo hizo actuar de esa manera, en situación que empeora las cosas pues no puede concebirse que un sujeto en un arranque de locura pudo haber agredido sino hasta dado muerte al presidente, lo cual por supuesto hubiera sido mucho más atractivo como noticia para el negocio de la televisión, que estuvo disponible para infinidad de millones de espectadores.

Otro hecho de antología ocurrió dentro del curso de las novedades en el gran funeral, cuando de forma simultánea en el momento en que el obispo Desmond Tutú, figura con igual relevancia que la del finado, daba su turno de discurso en el gran estadio para ese fin, los ladrones desvalijaban su casa, dentro de un acto de delincuencia tan común en ese país que solo en este año es segunda vez que los delincuentes despojan de sus haberes hogareños al importante ministro de la iglesia anglicana y gran personalidad de esa nación.

Otro hecho bochornoso y que le diera matiz de realismo mágico al ceremonial, se consumó cuando en el mismo estadio, al tocarle su turno de discurso al presidente de ese país, señor Jacob Zuma, en lugar de aplausos recibió una estruendosa y muy emocionada rechifla, que creó aparente perturbación en los primeros ministros y otros relevantes representantes de diferentes países invitados para la ocasión, que presenciaron con estupefacción ese incidente de circo. El presidente Zuma tuvo que aguantar aquella humillación y si se puso rojo de vergüenza no se le notó por el color de su piel negra, raza prevaleciente en el país.

El presidente Zuma es acusado de corrupción y se ha visto envuelto en un escándalo con las informaciones de la prensa sobre el peculado del mandatario, pues se afirma que a expensas del tesoro público ha estado en la construcción de una fastuosa residencia que incluye un bunker, con el pretexto de afianzar su seguridad. Pero además esa edificación comprende una pista de aterrizaje, un establo, una piscina de grandes proporciones y unidades residenciales para la familia del gobernante, todo con costo de más de US20 millones de dólares. Es decir que el proceso de corrupción del presidente Zuma, es de suma y sigue, en medio de un país azotado por la pobreza, el desempleo y el crimen de una delincuencia en crecimiento.

La derecha en Estados Unidos puso el grito en el cielo con la divulgación de una foto, donde el presidente Obama se da la mano con el presidente de Cuba, Raúl Castro, interpretando eso como ruptura del rechazo hacia el gobierno socialista de ese país, pero comentaristas en la televisión dijeron que el gesto fue una demostración de reconocimiento a la conducta de reconciliación que Mandela observó durante su mandato y fuera de él.

La crítica superficial no se hizo esperar en la vigilancia que se mantuvo por parte de los observadores del desarrollo de las actividades del funeral, incluyendo los momentos de relajación que tuvieron las personalidades presentes como pasó cuando el presidente Obama, el primer ministro David Cameron y la primera ministra danesa Helle Thorning Schmidt, se tomaron por sí mismos una foto en conjunto en práctica de la novedad llamada selfis, con el uso de los teléfonos móviles para ese propósito.

En fin, que el homenaje con el pomposo funeral fue un acto de reconocimiento a la personalidad de Mandela, caracterizada por su política orientada hacia la promoción de la paz y los derechos humanos, muy a pesar de los críticos que lo calificaron de hacer práctica de una conducta en la que siempre quiso quedar bien con Dios y con el diablo, entes fabulosos en los que el aludido nunca creyó. Por cierto que la iglesia, que nunca fue visitada por Mandela durante su existencia, reclamó con énfasis las oraciones de las multitudes en su dedicación, omitiendo la magnitud de su personalidad quien por cierto, con la posición racionalista mantenida a través de su vida, no estaría preocupado, si hubiera trascendencia más allá de la muerte, de las oraciones pedidas para él, de las que hubiera deseado en su lugar, un mejor futuro para su gente del que lamentablemente les quedó con al producirse su desaparición.

La Quinta Pata

No hay comentarios :

Publicar un comentario