domingo, 29 de diciembre de 2013

Las palabras y las cosas

Rolando Lazarte

Ayer a la noche, pensaba en algo que me viene llamando la atención hace bastante tiempo: la relación entre las palabras y las cosas. Cómo la palabra puede aproximarnos o distanciarnos de lo que nombra. Como el nombrar alguna cosa, cuando este nombrar no coincide con la cosa, es un desencuentro, una desorientación.

Y, como consecuencia de todo esto, varias conclusiones u observaciones: (1) es mejor callar que nombrar inadecuadamente. Esto, obviamente, depende de los contextos y de los momentos. Pero me refiero a lo siguiente: si yo desconozco alguna cosa, es mejor que confiese para mí mismo que no sé de qué se trata, y no que la nombre de cualquier manera, confundiéndome y confundiendo a los demás con palabras inadecuadas.

Quiero aclarar que no estoy queriendo presentar a quien lea esto, posturas definitivas, ni nada que se le parezca, ni tampoco aconsejar comportamientos. Son apenas exploraciones, y así deben ser vistas. Mejor callar que decir cualquier cosa. Esto debe ser tomado con precaución. A veces, puede ser interesante observar los intentos de designación de alguna cosa, y en esas aproximaciones, darnos cuenta si llegamos o no a la palabra que más se aproxima de la cosa.

Parto del principio de que raramente llegamos a designar correctamente alguna cosa, sea en nuestro conocimiento interior, sea en nuestras referencias al mundo alrededor. Usamos un lenguaje que aprendimos a utilizar sin demasiada precisión, y que puede estar viciado por incorrecciones desde el vamos.

Entiendo que esta pueda ser una de las significaciones que Julio Cortázar, en el Diario de Andrés Fava, quiso dar a la expresión de que es necesario libertar la palabra, libertar el lenguaje. Julio Cortázar usaba en algunos dos sus escritos, construcciones verbales truncadas. Puede ser que lo hiciera por no haber conseguido alcanzar la palabra justa, la palabra correcta, aquella más cercana a la cosa.

En esos casos, es mejor no decir que decir equivocadamente. No por un afán de perfección, sino por un respeto a la realidad. La palabra es una fuerza, y cuando está mal dirigida, crea confusión y destruye. Mejor el silencio que la palabra equivocada. El silencio es la costura de todas las cosas, es lo que une, lo que conecta todo lo que existe.

(2) Como consecuencia de esta postura de cuidado con la palabra, podemos concluir que es preferible la observación, la experimentación, la experiencia, el estar aquí, en el mundo de las cosas, que en el mundo del pensamiento intelectual, de la interpretación. En el estar aquí, hay una posibilidad de conocimiento directo, una oportunidad de encuentro con las cosas, con lo que está aquí. Esto es algo que Julio Cortázar también explora en profundidad en varios de sus escritos (“Después hay que llegar”, “La vuelta al día en 80 mundos”, “Historias de Cronopios y de Famas”).

Existen las cosas, y las copias de las cosas archivadas en la memoria. Estas copias se superponen a lo que existe, y distorsionan nuestro vivir, nos relacionamos con las cosas a través de un reflejo deformado, que nos aísla de ellas. Es preferible un conocimiento directo, experimental, vivencial, y no el falso conocimiento a que nos condenamos cuando vivimos en la jaula de las falsas nociones.

La poesía sería una posibilidad de encontrar el aquí y ahora desnudo, tal como es. Creo que vale la pena explorar y experimentar en este sentido.

La Quinta Pata

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