domingo, 15 de diciembre de 2013

Literariamente

Rolando Lazarte

La literatura me desocupa de mis dificultades, obsesiones, frustraciones. Me libera de la tristeza por la muerte de un amigo, de mi propia finitud y de la de quienes amo. Cuando hablo de literatura, es siempre la que leo y la que escribo.

Esos mundos tenues donde me disuelvo en la eternidad de lo que está aquí ahora. Para el tiempo. Para el tiempo. Se detiene el inevitable correr hacia la muerte.

Por un instante eterno, nada muere, nada morirá jamás. No hay terror ni odio ni violencia ni olvido. No hay nada más que todo y unidad. Todo es unidad y soy unidad cuando leo y cuando escribo.

Como ahora a la tarde, cuando leía unos trechos de A arte da ficção, de David Lodge. O ayer cuando leía junto con mi amada, trechos de Trem bala, de Martha Medeiros, en la librería del Largo do Borges, en Gramado.

Todo se vuelve real. Todo es verdadero. No hay más ilusión ni ruptura, sino unidad. Sólo unidad. Únicamente un tiempo eterno que es desde siempre y para siempre.

La Quinta Pata

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