domingo, 8 de diciembre de 2013

En el capitalismo la democracia es frágil

Ramón Ábalo

No es la principal ni única la causa del malestar institucional y social que se ha desatado estos últimos días por los amotinamiento -o intentos- de algunas policías provinciales. Es muy simplista el argumento de algunos analistas de esos que responden a intereses del poder económico y financiero, achacando al poder político la omisión de medidas correctivas y preventivas, poniendo como eje de esas medidas lo punitivo precisamente desde lo policíaco y el Código Penal. Desde la otra orilla, se reitera lo que ya también se requeté sabe: un Estado de clase, el burgués y capitalista, que sólo actúa en función de la gobernabilidad, acudiendo a soluciones superficiales y momentáneas para configurar un Estado o gobierno preocupado en los que menos tienen.

Y difícilmente ese Estado -burgués- y ese sistema -el capitalismo- se conmuevan con las vicisitudes de las mayorías y, menos, prioricen o radicalicen las políticas de inclusión social e igualdad, porque eso sería "meterle las manos a los bolsillos de los que más tienen", expresión de lo que sería recortar los beneficios, la mayoría mal habidos, de quienes usufructúan la renta que los miles de millones de seres humanos dejan en sus arcas debido a la explotación de su fuerza de trabajo.

Y como tal, Estado burgués y sistema capitalista, toda su legitimidad, llámese república, federalismo, pluralismo, consenso, son parte de la esencia de su representación en lo institucional emblemático: seguridad, justicia, leyes, trabajo, electoralismo, partidocracia, representatividad, cultura. Hasta el deporte, la comunicación y, fundamentalmente, la educación, sus contenidos.

Y entonces, la democracia, siendo lo mejor para la humana organización de la sociedad, está atada a los resultados de los guarismos que resultan de la economía de mercado, de la Bolsa de valores, de la acumulación capitalista, de la judicatura, de la subjetividad de jueces y funcionarios y de las necesidades de las mayorías, generalmente pobres y superexplotadas y carenciadas. La democracia, ésta que estamos festejando por sus 30 años de vigencia, es una fragilidad que casi alcanza a una representación ficcional. Aunque no tanto, porque la gobernabilidad de este gobierno ha transitado voluntades por los intentos y hechos concretos y sinceros de la justicia social con inclusión que ha beneficiado, y beneficia, a millones de argentinos. Y es responsabilidad de estos millones de argentinos el que se profundice esas políticas, exigiendo y apoyando, ganando las calles para asegurar futuro y enfrentar a los que no descansan en sus acciones desestabilizantes.

Aseguremos que los beneficios de la democracia sean para nosotros, los de las mayorías, hasta tanto instalemos el mundo en una democracia para todos, sin excepción alguna. La democracia socialista.

La Quinta Pata

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