domingo, 15 de diciembre de 2013

Los remezones provocan cambios

Ramón Ábalo

Pero no tanto. Sólo de figuritas. La cuestión es que desde antes de la revuelta policíaca están rodando cabezas (es un decir) desde las alturas del poder político, tanto nacional como provinciales. No necesariamente los desplazamientos de ministros, secretarios y adjuntos, devienen de crisis o estremecimientos o crispaciones políticas o sociales. En el orden nacional, sin levantar polvareda, se fueron unos y llegaron otros, pero la alternancia deja vislumbrar tan sólo un amesetamiento del modelo, sin dejar de lado lo esencial de la política económica con inclusión social. Y puede que la explicación transite por la dialéctica de las contradicciones al interior y con la oposición, algunas de ellas a punto de alcanzar el nivel antagónico.

Amesetamiento que pretende el apaciguamiento de los bestias, ganar algo de tiempo y asegurar oxígeno para las batallas por venir. Y para estos logros viene de perillas el ex gobernador y actual jefe de gabinete, Capitanich. Se le nota una verba fluída y con conocimientos del meteur que le han encargado. No deja de llamar la atención su estructura corporal, siendo notorio que tiene espaldas para aguantar duros peñascazos. Y los otros recambios, con similar estilo, para enfrentar lo que se viene: aún un campo minado por el cipayaje y las corporaciones, algunas a las que se trata de ganar, pero que son de esas amistades que es mejor perderlas que encontrarlas.

Las fiestas oficiales por los 30 años seguidos de democracia y los 63 de la declaración universal de los DDHH por las Naciones Unidas en,1948, son señales expresivas de esos movimientos en las cúpulas de la burocracia estatal, nacional y provinciales. En lo inmediato, no pasarán muchos días más allá de las fiestas en que no se desaten los despelotes sindicales con una misma impronta a la de la milicada. La legitimidad de los reclamos se enanca, repetimos, en la práctica prepotente de los dirigentes de una organización del trabajo que traspasa los límites de lo posible sin importarles un comino el derecho de los demás. Ni el calor extremo ni los sudores neuronales apenas si demorarán, repetimos, horas o días muy breves, para reflotar las embestidas, especialmente en las provincias donde los gobiernos son débiles política y financieramente.

¿Y en Mendoza?

Ummmh!! Aparentemente los menducos estuvimos mucho más calmos que en el resto de la patria chica (ya se sabe, Nuestra Patria Grande es Latinoamérica). Los uniformados se portaron bien, como la gente, según dijo un jubilado que vivió varias asonadas policíacas años atrás. No hubo víctimas ni victimarios que haya que llorar ni apenarse, más allá de los destrozos de negocios y varios cientos de rateros, profesionales y novicios, que estaban atentos y aprovecharon la bolada. Sin embargo, Mendoza fue casi un ejemplo, mejor dicho su policía, que en ningún momento intentó salirse de los cauces de la normalidad y el cumplimiento de sus deberes. Por si acaso, el gobierno se apresuró llevarle el sueldo de bolsillo a unos $ 8.5oo mensuales, lo que no le asegura nada desde la perspectiva de la normalidad social, pero sí policíaca. Tampoco de la problemática de la seguridad-inseguridad, una realidad que no es privativa de una fuerza policial satisfecha crematísticamente. Menos lo que proponen los Cassia, los Patti ni los Quiroga, abanderados de la mano dura.

Pero sorpresivamente hubo un desplazado que fue el ya ex-jefe de policía Carlos Humberto Guillermo Aranda, que estuvo 4 años, también seguidos, al frente de esa repartición. Tuvo sus altas y bajas, pero no desentonó mucho. La verdad es que desde allí lo único que se puede hacer es evitar desfasajes de la tropa a su mando. En verdad, no le incumbe sino modestamente la problemática de fondo de la seguridad. Apenas sí ponerle paños fríos. Seguramente que se va tranquilo.

El problema de la seguridad es un flagelo propio del sistema capitalista en el que se desatan los peores resortes de la esencia humana. Así de simple, lo que no impide que se la combata.

La Quinta Pata

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