domingo, 16 de febrero de 2014

Intelectualmente

Max Weber
Rolando Lazarte

Hay algunas cosas que he venido soportando desde hace mucho tiempo. Pero hay un momento en que es necesario enfrentar decididamente. Me refiero a la mediocracia intelectualoide que se presenta como progresista, cuando en realidad no pasa de una especie de gelatina sin sabor, apenas a la espera de la oportunidad de encaramarse en la pirámide del poder.

Es aquella gente que según las épocas, posa de izquierdista u opositora, y cuando las circunstancias van cambiando, se van alineando con el bando de los que defienden el poder. Hubo tristes ejemplos en la historia reciente de Brasil, como el de un ex-profesor, ex-marxista, ex-presidente, ex-todo, que pidió que olvidaran lo que escribió.

Tal vez por algún resto de conciencia que le pudiera quedar, después de su meteórica transformación al neoliberalismo. No estoy censurando comportamientos, a ver si esto se entiende. Estoy clarificando posiciones. Tratando de apuntar mejores rumbos en el ambiente intelectual, donde es tan frecuente el cambio de lealtades, la doble conducta.

No sólo en el ambiente intelectual ocurre esto, obviamente. Pero ahí está el foco de estas reflexiones, ahora. Algo que siempre me indignó, desde mi juventud, es el intelectual vendido. El periodista venal, el docente que no sirve a la educación, pero sí a la dominación, obscureciendo las mentes, dificultando las opciones. Ayudando a perpetuar, unos y otros, un sistema injusto que se disimula de muchas formas.

Gracias a Dios, he tenido y sigo teniendo cerca, en mi propia familia y en los campos de actuación en que me desenvuelvo, personas de conducta intachable, docentes y pensadores, profesionales al servicio de la liberación de la persona humana y de las comunidades. Gente que supo mantener una línea de conducta a través del tiempo.

Gente cuyo servicio a la revolución no se limitó nunca al discurso, sino más vale se sedimentó en una práctica cotidiana solidaria. No exenta de errores, debo decir, pero siempre orientada al perfeccionamiento, al trabajo diario en favor de una persona más libre y de un mundo más fraternal, más comunitario, menos permeado por el egocentrismo infame y la competencia despiadada.


La Quinta Pata

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