domingo, 23 de febrero de 2014

Los muertos del átomo

Franco D´Amelio

Durante años la prensa, el cine y la historia se encargaron de destacar la tragedia que significó la detonación de las bombas nucleares sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial pero la triste realidad es que hay otros a quienes hoy en día se los sigue afectando a diario con radiación sin que quizás lo sepan con la complicidad y el silencio de muchos.

Cuando se habla de “muertos por una bomba atómica” la mayoría de los lectores relacionará esta frase con los 220.000 habitantes las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki que fueron bombardeadas “en nombre de la paz” con “Little Boy”, una bomba nuclear lanzada el 6 de agosto de 1945 según la orden del presidente estadounidense Harry Truman en medio de la Segunda Guerra Nuclear.

Sin embargo estos desafortunados fallecidos –la mayoría de ellos civiles y en gran porcentaje mujeres, ancianos y niños- no fueron los primeros ni mucho menos los únicos seres humanos asesinados a través de un arma nuclear en la historia.

De hecho los primeros casos registrados de civiles afectados por la radiación nuclear emanada de una bomba atómica fueron sorpresivamente personas bajo la tutela del gobierno de los Estados Unidos.

La primera prueba nuclear de la historia occidental fue sobre suelo estadounidense, a las 5 horas 29 minutos y 45 segundos del el 19 de julio de 1945 en el desierto de Alamogordo en el estado de Nuevo México. El hecho ocurrió a tan sólo 15 km de la autopista nacional 380 la cual nunca fue intervenida para tal evento y que quedó impregnada con fuerte contaminación atómica al igual que las propiedades de dos familias en la ciudad cercana de Bringham que nunca fueron siquiera avisadas ni mucho menos indemnizadas por tal situación según relata el periodista Santiago Camacho en su libro “20 grandes conspiraciones de la historia”.

Imagen de la Operación Crossroads
Lo que pasa en el Pacífico queda en el Pacífico

A menos de un año de las explosiones en las ciudades japonesas la marina estadounidense decidió probar los efectos del nuevo invento en zonas marítimas para evaluar sus utilidades ante un posible enfrentamiento. Así nació lo que se denominó Operación Crossroads para la cual se eligió como punto de tiro un verdadero paraíso natural ubicado en el Oceáno Pacífico: el atolóm de Bikini, un conjunto de islas que rodean una laguna dentro del archipiélago de las Islas Marshall. Estas islas fueron cedidas a la administración de Estados Unidos por la ONU en 1946 a través del Fideicomiso de las Islas del Pacífico con el fin de “preparar a estas naciones para su independencia y desarrollo”. Sin embargo el prestigioso organismo internacional pareció no ver como incompatibles con este fin la detonación de 23 bombas tanto nucleares como de hidrógeno en la zona entre 1946 y 1958 cuya radiación sigue latente tanto en la naturaleza como en los descendientes de quienes habitaban la zona. Muchos de ellos con malformaciones genéticas producidas luego de la exposición nuclear.

Actualmente si cualquier internauta ávido de información busca “exilio atómico” seguramente los resultados arrojados por los principales buscadores de Internet serán en referencia a las poblaciones trasladadas debido a los incidentes de las centrales nucleares Fukushima I y II en tierra nipona. Pero como se anticipaba anteriormente así como el suelo japonés no fue el primero en recibir la exposición atómica tampoco fue su pueblo el primero en ser evacuado debido a la utilización de material radioactivo. En el atolóm de Bikini vivían 167 personas al momento previo a la primera prueba nuclear realizada por Estados Unidos. Según explica Camacho en su libro a este pueblo se le comunicó a través del comodoro B. Wyatt que debían abandonar “temporariamente” sus hogares y que su sacrificio contaría con “el agradecimiento de toda humanidad ya que sería una pieza fundamental para el desarrollo tecnológico futuro y el final definitivo de todas las guerras”. Así fue como un pueblo que llevaba miles de años establecidos en la zona fue trasladado al atolóm de Rognerik, uno mucho más pequeño y con menos comida a 200 km de su tierra. El punto es que luego de las sucesivas explosiones en la zona no sólo la flora y fauna autóctona resultó destrozada sino que aquel pueblo que “temporariamente” debía abandonar su hogar no pudo volver jamás dado los altísimos índices de contaminación radiactiva. De hecho algunos descendientes intentaron regresar en la década del 70’ pero les resultó imposible dado que la contaminación seguía siendo excesiva para el desarrollo de la vida humana.

Otro atolóm denominado Rongelap ubicado a 150 km de allí dentro de las Islas Marshall nunca fue evacuado como lo fue Bikini para el testeo del arsenal nuclear. A raíz de esto luego de la explosión de “Bravo” una bomba de hidrógeno 1000 veces más poderosa que la de Hiroshima la población nativa de Rongelap recibió sobre sus cultivos, casas, suministros de agua y cuerpos dos centímetros de nieve radioactiva antes de ser evacuada 48 hs después de la explosión. Los resultados fueron –según el sitio oficial de Greenpeace- que “en 31 años, el 95% de la población que vivió entre 1948 y 1954 había contraído cáncer de tiroides y una alta proporción de sus hijos sufrían de defectos genéticos”.

Según el organismo ambientalista “La gente Rongelap fue devuelta a su isla en 1957 […] La “limpieza” de la radiación no se llevó a cabo y en 1979, un estudio aéreo de la radiación de la parte norte de las Islas Marshall llevada a cabo por los Estados Unidos reveló altos niveles de radiación residual en el atolón de Rongelap, siendo incluso, en algunos lugares, aún más altos que en Bikini mismo.”

El gobierno estadounidense pese a estas pruebas dictaminó que el sitio era “seguro” sin embargo los residentes del atolóm solicitaron en múltiples ocasiones a dicha administración su traslado dado los riesgos que conllevaba vivir allí. Estas solicitudes fueron siempre en vano y por ello en 1985 Greenpeace realizó la evacuación de 300 aldeanos que le solicitaron su intervención para ser trasladados a 180 km de su lugar de origen en lo que se denominó “Operación Éxodo”.

En la década del 50’ los ensayos nucleares continuaron en territorio estadounidense pero dado la necesidad de reducir los costos (sólo económicos) en una zona denominada Yucca Flat a 100 km de Las Vegas en el estado de Nevada. Estas pruebas provocaron alrededor de75.000 enfermos de cáncer de tiroides según afirma el Instituto Nacional del Cáncer y unincremento del 40% de casos de leucemia infantil en el estado vecino de Utah como lo retrata el libro de Camacho.

Evacuación de los aldeanos de Rongelap. Foto Greenpeace
Negligencia en todo el mundo

Muchos son los casos similares a estos no sólo ocasionados por el gobierno estadounidense sino también por la antigua Unión Soviética que a través de sus ensayos nucleares entre 1949 y 1989 que lanzaron 456 bombas atómicas en Semipalatinsk, el polígono de pruebas nucleares más grande de la historia con 18.000km2. Se estima que 1,3 millones de habitantes de la región fueron afectados según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Donde “Los habitantes de los pueblos próximos al polígono se convirtieron en cobayas humanas. Los estudios científicos de la época hablan de una mayor incidencia de tumores de esófago, estómago, hígado, pulmón, mama y tiroides. Se calcula que la incidencia de tumores cancerígenos en esta región de Semipalatinsk, es hasta un 30% más alta que en otras zonas de la ex Unión soviética” según afirma Benedicto Cuervo Álvarez en su informe para el magazine virtual Waste. Cuervo además trae a colación lo señalado por Yuri Dubrova en la revista Science: “Muchas de las 700.000 personas que vivían en el entorno del polígono de Semipalatinsk llevan en sus genes la marca de las bombas atómicas. La proporción de mutaciones en el ADN de los habitantes de esta zona, duplica la detectada en otras comarcas apartadas del polígono”

Al respecto de esto recomendamos ver el documental “After the Apocalypse” (Después de la gran tribulación en español) que se dedica a investigar en profundidad los perjuicios de las pruebas “por el bien de la paz y la ciencia” desarrolladas por la U.R.S.S.

Al igual que éstas, otras pruebas desempañadas por Gran Bretaña y demás potencias vinculando tanto a población militar como civil incluso fuera de sus jurisdicciones. Sobre esto se informará seguramente a futuro en otras publicaciones de este portal. Pero más allá de las cifras o fechas sin duda el planteo y la mayor implicancia de la cuestión es hasta qué punto los gobiernos que dicen representar los intereses de sus compatriotas no los consideran como meros “daños colaterales” cuando las rentabilidades económicas y las “necesidades bélicas” apremian. Hasta qué punto los derechos humanos y civiles no siguen siendo en muchos casos más poesía que realidad.

Fuentes consultadas:
Camacho Santiago en “20 grandes conspiraciones de la historia” Editorial El Ateneo edición 2013.
http://blog.rtve.es/retiario/2013/03/el-origen-del-bikini.html
http://waste.ideal.es/contaminacionradiactiva.htm
http://www.greenpeace.org/chile/es/nosotros/nuestra-historia/la-evacuacion-de-rongelap/
http://www.newscientist.com/blogs/culturelab/2011/05/the-aftermath-of-nuclear-war.html

Fuente: El despertador. El diario de Lavalle
http://despertadorlavalle.com.ar/

La Quinta Pata

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