Rolando Lazarte
Con el pasar del tiempo, las personas nos pasan a tratar de acuerdo con nuestra edad. En realidad, esto ya pasaba cuando éramos niños y también después. Pero cuando nuestra edad se nota por los cabellos blancos, el problema puede ser que pasemos nosotros mismos a tratarnos de acuerdo con la edad.
Cuando esto ocurre, ya no puedo hacer esto porque a mi edad… Y ya no queda bien que digas eso porque a tu edad… La edad es un límite, una limitación, y no una posibilidad. El tiempo es una posibilidad, la edad es una limitación, un límite.
Puede ser que les parezca que todo esto no son más que vueltas que uno da para no hacerse cargo de la edad. No lo creo, porque a esta edad ya no tengo tiempo para andarme preocupando tanto con lo que puedan pensar los demás. Más vale estoy tratando de tener en claro lo que tengo en esta edad, y no lo que perdí o podría llegar a haber perdido.
Me parece que en otros tiempos de mi vida, no muy lejanos, ponía mucha atención en los quehaceres, en lo que hacía o podría llegar a hacer. Ahora, cuando ya no tengo tanto qué hacer, el foco de la atención se vuelve más hacia el tiempo en sí, hacia el estar aquí, y no tanto hacia lo que pueda llegar a hacer.
La atención se vuelca más hacia el acontecer, que hacia cualquier otra cosa. Esta mañana, por ejemplo, me llamaba la atención la cantidad de pensamientos que se sucedían unos a los otros. Pensaba como es que hay toda esa actividad dentro de uno, y uno no sabe siquiera como ni por qué se produce, con qué ritmos o padrones.
Hay pensamientos que sí obedecen a nuestra voluntad, están en nuestras manos, por así decir. Los dirigimos de acuerdo con nuestras intenciones y deseos. Otros, ocurren, y nos tienen como espectadores. Cuando pienso en el tiempo, o me sitúo en el tiempo, es lo ilimitado, es la vastedad de lo eternamente presente, lo que es y será para siempre.
La edad es desde afuera, el tiempo es desde dentro, y desde todas partes al mismo tiempo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario