domingo, 9 de marzo de 2014

Enfiestados, entre bueyes no hay cornadas

Ramón Ábalo

En la tradicional fiesta de la vendimia que este sábado en la noche tuvo su pico mayor, aparecen en las previas figuritas conocidas de la política, de la empresarial, sindical, social, entre medio de brindis y agasajos u otros eventos propiciados por la cordialidad fiestera. Hay una lógica: se trata de un tiempo de jolgorios, abrazos y sonrisas a granel, y sería de mal gusto, y como dijo un despechado de las políticas oficiales: "...ya que estamos, lo mejor es que nos rejuntemos y nos abracemos..."

No hay que desentonar, porque ello sería romper con los protocolos y las buenas maneras, y si los gestos son todo lo contrario, como lo palpó el Paco Pérez, quien en función de ser el anfitrión, tiene que poner buena cara a todo. Precisamente en el no menos tradicional brindis de los bodegueros, no lo dejaron entrar al predio correspondiente, por encontrarse a las puertas de entrada una patota de pequeños productores que reclamaban a viva voz que el Ejecutivo impusiera un mejor valor al producto -la uva- que entregan al bodeguero. El Paco los dejó con la bronca de no poder tirarle cascotazos ni tirarle flores a la madre y a otros parientes queridos. Por el contrario, pegó la media vuelta, se fue, y en un acto posterior, refiriéndose al desagrado que le provocó ese hecho, afirmó: "Hemos hecho todo lo posible (NR: por la vitivinicultura) pero también la propia actividad es la que debe resolver sus problemas y regular su situación". Bien clarito: los bodegueros son los que manipulan gran parte del precio que se paga al productor, y éste, pequeño o mediano, lo debiera tener -al bodeguero- en la hoja de ruta de los reclamos como el mayor responsable de sus desdichas. La explotación de ese trabajo y ese sacrificio, es parte también de la tradición vendimial, entendida ésta como lo que es en realidad: la expresión del cultivo, el cuidado, el trabajo, la mano de obra, el esfuerzo, el sacrificio, las heladas, el granizo, las pestes. El bodeguero, la especulación.

Del trabajo vitivinícola el mayor estudioso y militante defensor de los derechos de los laburantes: el peón, el contratista de viñas, el obrero de bodega, lo fue Benito Marianetti, pensador y militante marxista -comunista- y cuya obra se traduce en decenas de libros, pero fundamentalmente en haber sido un luchador y su saber al servicio de los desprotegidos, es aún de plena vigencia. La estructura del reparto de la renta, por ejemplo, se mantiene como desde los años pretéritos de la actividad: el que trabaja con la pala y el azadón, el que carga sobre sus espaldas frío y heladas, y en sus pies, el agua y el barro, el que la cultiva, el o quienes, incluso mujeres y niños, que hacen la cosecha, reciben en el reparto lo mínimo. Incluso, en ese ámbito, en Mendoza, persiste la explotación de niños y la trata del trabajador golondrina. Por eso, la obra y la vida de Benito Marianetti es plenamente vigente y ejemplar.

Aparecieron los de la Sota, gobernador cordobés, antikirchnerista a muerte, al lado de sus pares de la provincia de Bs.As, o sea Scioli, Urriburri, de Entre Ríos, y el mismo Pérez, mendocino como la vendimia, todos ellos peronistas. Y más allá, en otro momento de la previa, el llamado equipo de los mendocinos, aquellos peronistas antimenemistas pero que hicieron lo mismo, y por eso este escriba los rebautizó, oportunamente, como la banda de los mendocinos, es decir Bordón, Gabrielli, Lafalla y una decena más, como el Coco López, vice de Gabrielli, salpicado de corrupción a su paso por la OSEP, que fueron los primeros privatizadores, como el Bordón que entregó Giol a un grupo de cooperativistas viñateros-bodegueros encabezados por su cuñado el Sancho, que se quedó con parte de los vueltos con que se privatizó la bodega Giol y la conservera La Colina, apenas por unas pocas chirolas. O sea por nada. Asimismo, fundieron los bancos Mendoza y Previsión Social de la mano de Monetta. Más de mil millones de dólares de aquellos tiempos, que todavía pesan sobre las espaldas de los mendocinos. Y el Cobos Cleto, el Iglesias, el Cornejo, el Sanz, radicales y el Pino Solanas, del Frente del Sur, el Macri y el Massa, ahora todos amigos, todos contra el kirchnerismo, el gobierno. Y nada contra el enemigo principal de los pueblos, enemigos de la política, del Estado inclusivo, de la cultura, de la educación, y de la salud de las mayorías. Prendidos a los faldones de la Sociedad Rural, de la Mesa de Enlace, de las corporaciones políticas y empresariales, de Clarín y la Nación, de Los Andes y el UNO, de los monopolios y oligopolios. De la embajada yanqui en el país.

Por eso, estos momentos de euforia y laxitud no los redime de sus pecados capitales. Enfiestados, los une solamente el espanto por lo nacional y popular.

La Quinta Pata

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