Murga Las Bochincheras, con la Estandarte, las percusionistas y algunos pibes colados en los redoblantes. |
Eduardo Paganini
La reciente aparición en Mendoza de un trabajo de investigación social actualiza por un lado la problemática del género femenino sobre el que indaga, pero al mismo tiempo deja sentada una actitud metodológica que se autoerige en inaugural al explicitar su voluntad de otorgar la voz a quienes estuvieron/están ceñidas por el silencio de las hegemonías académicas y sociales. De todos modos, probablemente, el valor máximo resida en haber trabajado con gente y haber podido mantener las esencias inherentes, sin taxidermias tan caras de nuestros “cientistas sociales”.
El equipo de investigación y gráfico del libro, con grata sonrisa, instantes previos a la presentación. |
El trabajo, si bien tiene toda la calidez que suele surgir en las tareas de indagación social cuando el objeto de estudio resulta superado por el sujeto existente, se apoya en un sustento teórico bastante firme y audaz: “La Historia de las mujeres ha transcurrido durante siglos en las periferias de los centros de poder, pero también irrumpiendo en los mismos. No se trata de una Historia paralela o secundaria que se acopla a la ya escrita, sino una parte transversal de La Historia, que aún no se ha escrito en su totalidad y que se encuentra en pleno proceso de elaboración.
“Este libro es de historias individuales entrelazándose para formar una historia colectiva. Necesariamente habrá que mezclar acontecimientos políticos, sociales y económicos de gran impacto en la vida de una población, con las tareas del hogar, la maternidad, los trabajos, ya que son las distintas caras de estos acontecimientos; porque así son los roles que ocupamos las mujeres en los diversos ámbitos de nuestras vidas: complejos, multifacéticos, cambiantes, diversos, perder de vista esto es quitarle riqueza y profundidad a nuestras identidades.
Es desde esta mirada amplia que proponemos que se haga su lectura.”
El proceso de la investigación estuvo a cargo de Jennifer Gil, Marcela Sunico y Romina Zapata. Las ilustraciones y el diseño: Lamaru y Vanesa Landa.
El notable escenario: el Café Sportman de 1938 en calle Pellegrini 1357 (a pocos metros de Paso de los Andes) Godoy Cruz |
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