domingo, 1 de junio de 2014

La pelota no se ensucia

Ramón Ábalo

Qué joda la mía...justamente hoy, 25 de junio de este año 1978 en que cumplo 50 pirulos se juega la final del campeonato mundial de fútbol, aquí en la Argentina, y justo también entre nuestra selección y la naranja mecánica, como se los conocía entonces a los holandeses. Y Amalia, mi esposa, que ya había preparado empanadas y locro para una mesa con invitados familiares y amigos para festejar mi medio siglo de existencia, sin consideración ya para con signos de vejestud.

-Amalia, qué joda, yo no quiero saber nada... Mirá si ganamos el campeonato va a ser para regocijo de los milicos hijos de puta... Para mí no es un día ni un hecho para festejar
-Bueno, no seas tan cerrado...hacé de cuenta que allá fuera no pasa nada-

-Pero Amalia, como que no... Mirá... Mirá la tele cómo los cabecillas se regodean ante un estadio lleno que suponen es para gloria de ellos... Lamentablemente la gente cierra los ojos, la mente y
la conciencia detrás de un título de fútbol... Fijate cómo en Buenos Aires, a donde está la comisión de la OEA por los derechos humanos... Hay una cola tremenda de familiares de los asesinados y de los desaparecidos... Que ya son miles... Y los futboleros que pasan para la cancha los insultan y les gritan las consignas de los milicos "somos derechos y humanos" - es como el pan y circo de aquellos romanos y la versión actual de la Alemania nazista de Hitler y la Italia fascista de Mussolini.

Hasta que empezaron a llegar los amigos y familiares: la Emilia, hermana la mayor y la Marta, la
menor, sobrinos, y el Felipe, un líder social del barrio: el tano Braga (Bragagnini), el Jorge Fornés, el Negro Carrasco, actores que habían sido del Teatro Nuestro Teatro (TNT), dirigido por Carlitos Owens que ya en 1975 era perseguido hasta que una bomba lo destruyó... Una bomba que colocaron los paramilitares de Santuccione, la Isabel y López Rega. También algunos sobrinos/sobrinas, el Aldo Aguirre, obrero gráfico, y el Tejada Gómez, que cada tanto venía a Mendoza para estar con amigos y parientes. Cuando eso ocurría, recalaba, en primer lugar en la casa de su hermano, el Lucas, a unas 6 cuadras de la mía, y de inmediato me venía a buscar para que lo acompañara en una gira de por lo menos cinco días con apretada agenda de asados y hartos vinos. La cuestión fue que no pude evitar el jolgorio cumpleañero, que se exaltaba con el juego que se veía por la tele, hasta que el partido se hacía favorable a la selección celeste y blanca:

-Miren... Miren, dijo el Aldo- ante una corrida del Kempes que casi fue gol. Estábamos en el alargue porque los 90 minutos primero habían terminado en empate. Hasta que llegó otro gol de Kempes y ya estábamos 2 a 1, casi campeones. La exaltación se había instalado, incluso mis reticencias se habían aplacado, aunque no dejaba de putear, hasta que el Felipe, un vago de
fuste en el barrio, hincha fanático del Boli, y con una cultura proletaria de tono mayor, dijo lo que todos queríamos escuchar:

-Seremos lo que seremos como laburantes y como hijos del pueblo que somos... Hablo de todos los laburantes y laburantas de esta tierra, tenemos todo el derecho a festejar lo que creo que se viene ya no más, o sea ser campeones mundiales... Vamos a salir a la calle a festejar... No tenemos que dejarle la pelota a los milicos malparidos, asesinos, torturadores y ladrones.
Porque la pelota es nuestra... y POR ESO LA PELOTA NO SE ENSUCIA!!!-

Y justo en ese momento otro gol argentino de la mano -mejor dicho de los pies del Bertoni- selló el partido y la copa y el título y la algarabía fue nuestra. Casi fui feliz.

La Quinta Pata

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