domingo, 10 de agosto de 2014

Un “alumno brillante”

Carlos Almenara

La Cámara de Diputados de la provincia, en un llamativo consenso aprobó por unanimidad a finales del mes pasado una declaración de rechazo a lo actuado por Claudio Loser por “custodio de los intereses de los grupos financieros internacionales (Fondos Buitres), que no solo persiguen beneficios económicos, sino que están asociados a lineamientos políticos cuyo objetivo es someter a los países que como la República Argentina desafían su hegemonía y que luchan por su Soberanía Política e Independencia Económica”.

En los fundamentos del proyecto se menciona a Loser como autor de las solicitadas de los fondos buitre y miembro de su “grupo de tareas”. Presenta su currículum, incluyendo su carrera en el Fondo Monetario Internacional y su papel en impulsar los planes de ajuste de Menem y De La Rúa.

El proyecto del diputado Luis Francisco encontró eco general en la Cámara de Diputados.

Claudio Loser es mendocino, egresado de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Cuyo y del Colegio Martín Zapata.

Comparto y saludo que una institución de la democracia rechace contundentemente este ataque a la Nación. Sin embargo, si el rechazo es sincero, debería generar un examen mucho más amplio.

¿De dónde viene el cipayismo[i] de Loser? ¿Por qué el afán de favorecer a los buitres contra la Argentina? ¿Su modo de pensar y actuar es una rareza en el país o resulta muy similar al visto en otros economistas y comunicadores?

Pero además ¿sus acciones no son en buena medida el fruto maduro, la mejor expresión, de lo que aprendió incluso en Argentina?

Quien mire los planes de estudio de economía que aún continúan vigentes en las Universidades Nacionales o en los Institutos Superiores de Mendoza verá que la concepción sigue siendo perfectamente ortodoxa.

La consecuencia natural de la ortodoxia es Loser. Loser no debe entender qué se le reprocha, un ortodoxo no podría entenderlo. Para ellos el afán de lucro de un consultor privado que vende sus servicios contra su país natal es tan natural como un mecánico que cobra su reparación. Si además lo hace según la doctrina de debilitar al Estado, proponer recortes, desregular, fomentar el “libre juego de los mercados”, abrir las importaciones, entonces el ortodoxo se ve a sí mismo un escalón, pero sólo uno, abajo de Jesús.

La ortodoxia económica es en palabras del epistemólogo positivista Mario Bunge, la más peligrosa de las pseudociencias, pues causa enorme sufrimiento en las poblaciones.

En junio de 2011 escribí en la revista de la Universidad de Cuyo una crítica a la economía ortodoxa en la que detallaba de modo no exhaustivo ocho puntos que exponían su endeblez como “ciencia”:

1. Negación del carácter social e histórico a la economía
2. Individualismo radical
3. Supuesto de racionalidad del agente económico
4. Ingenua idea hedonista de la “utilidad”
5. Dogmatismo
6. Naturalización
7. Empatía con los poderosos
8. Resultados insatisfactorios

Muchos otros puntos podrían agregarse.

Impávidos ante la resolución de la Cámara de Diputados, prescindentes de los discursos políticos, de los tiempos, inmunes a los resultados de las políticas que emanan de su paradigma, independientes de la realidad, las facultades e institutos enseñan el mismo catecismo año tras año. Una religión que, si tienen éxito, les permitirá formar pichones de Loser. En esa lógica, Claudio Loser no es una desviación sino un “alumno brillante”.

¿Será suficiente declarar o quedan cosas por hacer (si lo que se dice es lo que se piensa)?

[i] Cipayo se llamaba a los nativos indios que servían al ejército imperial contra sus connacionales.

Fuente: MDZol

La Quinta Pata

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