domingo, 21 de septiembre de 2014

La clase obrera va al paraíso (-IV-)

Ramón Ábalo

La cooptación del peronismo de gran parte de la clase trabajadora tiene un semiquiebre abrupto con el golpe militar del 55. En ese momento, aquella épica libertaria del 17 de octubre del 45 entra en la etapa de la organicidad y de lo que decía Perón, "los trabajadores son la columna vertebral del movimiento", se transforma paulatinamente en una ortodoxia burocrática y en una herramienta política pero con un marcado tinte electoralista excluyente.

Precisamente la llamada "resistencia peronista" contra la Libertadora parte de los viejos cuadros políticos pero es un grupo de militares, con el general Valle al frente, que intenta la resistencia armada. En el armado burocrático del sindicalismo surgen atisbos de resistencia a instancias, paradojalmente, de la dirigencia sindical comunista, que en el campo sindical no había dejado de tener cierta incidencia. Es por ello, como ser aquí en Mendoza, ya en el 56/57, que se van recuperando los sindicatos con desplazamiento de las intervenciones militares y gran parte de ellos son ganados por el comunismo. Paralelamente, se normaliza la CGT y el secretariado, compuesto por siete representantes, seis de ellos son del palo bolchevique criollo, entre ellos Marcelino Palacios, de Luz y Fuerza, que asume la secretaría general. También Carlos Grilli, por los gastronómicos; Agustín Espósito, por la Construcción Juan Palavecino y Elio Viola ferroviarios; Agustín Cuevas y Reinaldo Herrera, gráficos, y en Prensa, Luciano Vaca y quien esto escribe. En el orden nacional, al fracasar un primer intento de normalizar la CGT central, no se pudo llegar a coincidencias, y se rompe el intento. Es entonces que aparecen las nominaciones en que quedaron las partes que no habían llegado a ningún acuerdo. Y esas nominaciones fueron las 62 y las 32, aquellas conformadas por peronistas y comunistas, y estas por el socialismo amarillo.

Una vez normalizada la central, las 62 son copadas totalmente por el peronismo y los comunistas conforman el MUS, o sea Movimiento de Unidad Sindical.

Posteriormente hubo intentos de superar a la burocracia sindical, representada muy expresivamente por dirigentes como Vandor, de los metalúrgicos. Fue en la década de los 60, con la CGT de los Argentinos, que vino a recuperar gran parte de la tradición de lucha libertaria de la clase obrera argentina, que lo fue desde sus albores, en el 1878. En los marcos burocráticos el sindicalismo permanece hasta el presente. Nos referimos al sindicalismo y a la estructura eminentemente peronista. En las décadas de los 60/70 como continuidad de la recuperación ideológica de la CGT de los Argentinos, el sentido de clase reaparece en algunos documentos como los de la Falda, Córdoba, motorizados por sectores del peronismo revolucionario que toma dimensiones inclusive con la lucha armada. No fueron meros intentos revolucionarios. Las víctimas de la dictadura genocida fueron trabajadores, estudiantes y profesionales, tal como lo señala el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales) en un documento que dio a conocer hace unos quince días atrás y en el que se analiza el rol de las comisiones internas en la puja estructural del capital y el trabajo y destaca la emergencia de una figura de la víctima que ya no está sólo pensada en su dimensión de militante político, sino en su doble condición de "trabajador" y "trabajador organizado". En este contexto se explica que las medidas tuvieron por objeto resolver el desafío que implicaba la confluencia del proceso de radicalización política y social con el poder de la clase trabajadora.

Las diversas políticas operadas a partir de marzo del 76 permitieron atacar las formas organizativas y las vinculaciones políticas de la clase trabajadora y la concentración económica en reducidos grupos. El genocidio fue la herramienta ideológica para que el conflicto capital-trabajo, se dirimiera, es decir mediante la violencia. Sin querer queriendo recurría a una definición que marca el decálogo emancipatorio o sea, que la violencia es inevitable para el logro de la liberación total del ser humano como principal sujeto del derecho universal a la vida.

Precisamente entonces y con el paraguas de la "tendencia revolucionaria peronista", como los Montoneros, la TP (Trabajadores Peronistas), y ahora, la CTA, o sea la Confederación de Trabajadores Argentinos, son un reflejo del sindicalismo libertario, pero con una ruptura en versión gorila y antikirchnerista, que se expresa también aquí en Mendoza con dirigentes de ATE, Salud (AMPROS), Judiciales, Transporte, Ómnibus y Trole. Y tanto nacional como local, en pleno plan desestabilizante en sintonía con los grande grupos concentrados de la riqueza, la Sociedad Rural y la embajada yanqui en Baires.

En la nota que transcribimos sobre el contenido del film al que hemos acudido para refrendar lo nuestro, expresa en un párrafo final: "...A lo largo de toda la historia, las contradicciones entre el obrero esclavizado y su necesidad de emancipación son continuas, aunque no siempre realmente concientizados. Lulú (el obrero de la película) es el retrato del obrero, y de sus dirigentes en proceso de desideologización producto del neoliberalismo, en proceso de transformación en un esclavo del consumismo".

Pero la lucha contra la explotación y la natural ansia de emancipación propia de todo explotado hacen que nunca sea tarde para la rebeldía hasta las últimas consecuencias.

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La Quinta Pata