domingo, 8 de marzo de 2015

El cazador

Ignacio Sánchez

Estaba a punto de matar un pájaro. Mi arma apuntaba al cuerpo, mi pulso era firme. Me sentía muy seguro de dar en el objetivo.

Antes de jalar el gatillo, sin saber por qué, paseé la vista por el cielo. Fue entonces cuando lo vi. Con un andar pacífico movía sus alas, de forma tan armónica que parecía crear del roce con el aire una dulce melodía.

Él llevaba su vestido amanerado de siempre, un peinado con rizos en el pelo amarillo y ese carcaj de cuero cargado con flechas. Una venda blanca cubría sus ojos muertos.

Lo miré, me sintió. Estiró su arco, había calculado perfecto el blanco. El cañón de mi rifle se encontraba calibrado.

Disparamos juntos, sin dudar. Él me amó, yo lo odié. Pero por esas cosas de la vida fui algo más veloz y hundí en el ala del ángel el trozo de plomo gris.

La Quinta Pata

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