viernes, 29 de febrero de 2008

Año 1 Nro. 7 - Había bibliotecas

Había bibliotecas. Cine con butacas –duras, eso sí– y cine clubes. Escuelas, y muchas. Librerías que no vendían solo lápices y Parkers, sino también guitarras y libros. Había palabra. Y cumplimiento de palabra. Había bienestar sin riqueza inadmisible; pobres con huerta, trabajo, gallinas, patos y parralito o limoneros en el patio.

Había panaderías que en las madrugadas cocinaban pan en el horno, y amasaban lectura y debate en la piecita del cuidador (del horno ¡no de la puerta!). Entonces había amaneceres con olor a mesa y ojos rojos de sueño, saliendo de la panadería.

Había partizanos, y españoles empecinados recordando cantos de combate parecidos a la nostalgia brillosa de los eucaliptos.
Leer todo el artículo - CerrarHabía tren. Entonces había reencuentro familiar y manteles de año nuevo llenos de platos.

Había teléfono con operador. Entonces había buenas nuevas de casamiento antes de saberlo el propio novio.

Había pocas calles asfaltadas e innumerables callejones bordeados de cultivos que no eran colza ni soja.

Había gente grande con apenas instrucción de escuela primaria, sabihondos hasta de astronomía, lectores de Conrad, Steinbeck y Tolstoi.

Había migratorios a la universidad; jóvenes de regreso en los veranos.

Y corsos en Carnaval. Y Club Social y Deportivo, sin poner la primera A, o el retroceso. En marcha constante, segura, saludable y numerosa.

Ese es, aunque resulte familiar tan solo en una hendija de la memoria, un sitio sin nombre determinado. Es el de muchos que perdieron paralelo con las vías. Un pueblo cualquiera y todos, en la Argentina.

Había.

Hoy, poco y nada. Tal vez hay herrumbre, ahora, quietud, callos de callar, necesidades, biblioteca desierta de público, ausencias…

Aquella cultura de la palabra, la solidaridad y el razonamiento, aun a los ponchazos, requirió de años y más años de maceración. Fuerte, clara, en constante crecimiento dialéctico, con lastres y con viento. Pero era. O pretendía ser.

Como la misión, por usar una palabra tan cara al vocabulario actual, fue usurpar culturas, “matar la tierra” (permiso, don Alberto), acomodarse, engañar, robar y asesinar más de una vez, para permanecer, fue preciso no confiar en los devenires naturales. Hubo que amilanar, desaparecer y compulsar.

Se superaron todos los obstáculos del camino lógico de la evolución y más pronto que tarde se instaló otra cultura, deplorable (molestan los adjetivos. Pero se podría agregar más y más).

Una democracia a gatas, donde vale votar a quién más que por qué (excepto que pegue fuerte, muy fuerte y prometa castigos cercanos a la furia divina. Si un tal Dios hizo el mundo en siete días, ¡cómo algún otro no va a cambiar la faz de esta parcelita que pisamos en sesenta!). La inexistencia o ambigüedad de propuestas a futuro, para ir acomodando reglas viejas (Derrida de bolsillo) a lo que de lugar, y mejor que dé lugar a intereses individuales y mezquinos; la tradición inventada velozmente del éxito, la tolerancia, el triunfo económico y el laissez faire…Bah, bah, bah, un asquete. Pero peligrosísimo, porque es también cultura y acendrada tal vez más fuertemente que aquella otra, anacrónica, se dirá, pero apreciable indudablemente.

Digamos que acá no se trata de enmendar urnas con la pobre justificación del “yo confié”. Se trata de asumir la cultura del “no me importa”. Hasta hace algún tiempo atrás creímos que el olvido era lo terrible de este futuro que nos tocó. Hoy lo pongo en duda; me tinca que el olvido es literario. Porque lo terrible que nos tocó es la indiferencia y las excusas pueriles.

De otro modo, ¿cómo se entiende que una elección dé la autoridad suficiente como para volver a poner en el ruedo social y decisorio a represores y asesinos? ¿cómo se explica la gula teológica y económica? ¿cómo se deshegemoniza la concepción de chorros por pobres? ¿y cómo se sensibiliza ante el chorro de pobres de toda pobreza? ¿cómo se propala que los delincuentes están en todos lados y que en todos los casos es grave, no solo cuando “portan rostro”? ¿cómo se comprende la convivencia funcional entre castigadores y castigados? ¿cómo se convence de que el agua es para saciar la sed y no para lavar oro? ¿cómo se justifica la confusión popularizada que degrada el término “política”?

¡CÓMO SE OLVIDA Y PERDONA LA LIGEREZA EN LA ACEPTACIÓN DE ESTAS MUTACIONES CULTURALES IMPUESTAS ARTIFICIALMENTE, QUE NOS REPRIMEN LA CALIDAD HUMANA Y SOLIDARIA!

Cómo... Porque no hace mucho, había panaderías que en las madrugadas cocinaban pan en el horno, y amasaban lectura y debate en la piecita del cuidador (del horno ¡no de la puerta!). Entonces había amaneceres con olor a mesa y ojos rojos de sueños saliendo de las panaderías.

Sonnia De Monte

La Quinta Pata

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