Rico es testigo privilegiado y cree mucho en la Justicia pero no dice todo lo que sabe de los años del plomo
Después de dos o tres días de silencio mediático con respecto a la oposición que genera el sospechado represor y actual viceministro de Seguridad Carlos Rico, el diario Los Andes del domingo 24 de febrero le ha otorgado al asunto cuatro buenas páginas y un par de líneas emblemáticas: el titular de la primera, “En el Proceso yo era un policía sin poder”, continuado por una considerable entrevista de Jorge Fernández Rojas y Carlos Salvador La Rosa titulada “Rico: ‘Nadie nos enseñó que teníamos que torturar y matar’ ”. El matutino también publica una nota editorial firmada por uno de los entrevistadores – La Rosa – donde se discute con amplitud la presión del gobierno nacional sobre el provincial: “La presión está altísima”.
El horrendo crimen de un niño en el departamento de Lavalle ocupó titulares que trajeron otro vendaval para la dupla Rico-Aguinaga, responsables en última instancia de las acciones o inacciones de sus subordinados. En este caso la jerarquía de la comisaría lavallina que obró ante el secuestro y asesinato del bebé con una ineficiencia digna de su fama adquirida en tiempos recientes.
Ahora que parece que han atrapado a tan terrible asesino quizá el ministro Aguinaga se haya acordado de la oportuna sentencia que dice “el que calla otorga”. Como hasta el momento la táctica de confrontar a sus acusadores había sido descalificarlos, se le ocurre maniobrar a un costado y permitirle a Rico que acceda a una entrevista abierta con Los Andes. Eso sí: con su presencia, no vaya a ser que el cuestionado funcionario meta la pata en alguna cuestión delicada.
Leer todo el artículo - CerrarLa entrevista en sí no revela nada nuevo. Nada nuevo en cuanto a la defensa que adoptan quienes se encuentran en la misma situación de Rico: niegan haber visto y mucho menos participado en secuestros, torturas, muertes y desapariciones de personas que, se debería deducir, se esfumaron sin más de la faz de la tierra en los años del Proceso. Sobran los dedos de una mano para contar los pocos testigos-participantes de aquella barbarie que dijeron algo. Los represores que estuvieron en los centros clandestinos de detención de Mendoza – no quepan dudas que son muchos y andan por ahí – no hablan la verdad. Actúan de ese modo o bien por miedo a que les pase lo del marino Febres – que los liquiden sus colegas de antaño – o porque aprueban / aprobaron los métodos aplicados para deshacerse de los sediciosos, sus simpatizantes y sus amigos. Nadie sabe adónde fueron a parar sus restos, cómo, cuándo y por qué. Porque ninguno habla. Todos responden como Rico. El mafioso y cobarde pacto de silencio se cierne y reina ominoso sobre los desgastados represores.
Así y todo hay un par de perlas en la entrevista que, si somos justos, punza al entrevistado en más de una ocasión. Por ejemplo, cuando se le pregunta qué le decían y enseñaban, y contra quién debían luchar en el curso del Centro de Instrucción Contrasubversivo (CIS) que Rico tomó en julio de 1976, contesta: No hubo carga ideológica de decirnos que había que pelear contra quién o cuál. Pero estaba claro que en el país había dos bandas definidas por la Ley 2.840. Era una técnica de lucha para la cual la Policía – que ya también sufría sus bajas – no estaba preparada profesionalmente. Los interrogantes de cajón a estas respuestas, entre otros, deberían ser: ¿Qué significa esto? ¿Cuál era la famosa técnica para combatir a los revoltosos? ¿Qué deberían aprender los policías que no sabían hasta entonces para hacer frente de modo profesional al problema subversivo? ¿Cuántas bajas hubo para la policía y cuántas de la sociedad civil? Partiendo del hecho de que la policía tuviese bajas ¿se infiere que tal acontecimiento justifica lo actuado por las fuerzas de seguridad contra “el enemigo apátrida”?
Rico tampoco responde adecuadamente para ser un funcionario público sobre la obediencia debida. En lugar de pronunciarse sin reservas contra aquella ley felizmente derogada por las instituciones argentinas, lanza sin mediaciones que a él no le cabe eso [la obediencia debida] porque nunca hice nada fuera de la ley. ¿Eso es lo que opina usted, Rico, de la obediencia debida?
El sospechado represor trata de minimizar su papel afirmando que su poder durante la dictadura era inexistente, pero cuando los periodistas lo apuran un poco se refugia en el lugar común de lo peor de nuestra civilidad: No voy a ser tan ingenuo para decir que no sabía qué estaba pasando, como cualquier argentino….
- Mire Rico, no todos los argentinos eran subinspectores de la policía, ni tomaban cursos para combatir la subversión. Si usted realmente cree tanto en el sometimiento de la persona [acusada de algún delito] a la Justicia podría comenzar diciendo todo lo que sabe de los años del plomo. Si hiciera tal servicio hay más de trescientas familias aquí en Mendoza que lo empezarían a ver de otra manera.
Redacción, La Quinta Pata, 25-02-08
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