sábado, 6 de septiembre de 2008

Diego Escolar: “No entendía por qué todos decían que no había huarpes”

Diego Escolar:  trabajé mi tesis de licenciatura donde habitan arrieros y baqueanos.

Laura Fiochetta

El entrevistado es autor de “Los dones étnicos de la Nación”, una investigación de diez años sobre la situación del pueblo huarpe en Cuyo. Su punto de partida -aclara- fue la negación que la cultura oficial había hecho de la identidad huarpe.

¿Qué prueba que alguien sea huarpe o no? "Pregunta tramposa", nos responde Diego Escolar. El doctor en antropología escribió "Los dones étnicos de la Nación", un libro sobre las identidades huarpes que le llevó más de diez años de investigación.
En diálogo con Cultura, Escolar reflexiona acerca de memorias colectivas y el reconocimiento indígena en las sociedades donde "lo huarpe" ha recobrado significado en los últimos años.

-¿Cómo surge su investigación sobre las identidades huarpes?
-Trabajé durante mi tesis de licenciatura en la Cordillera de los Andes, en la frontera con Chile, donde habitan arrieros y baqueanos. Mi pregunta era cómo estos grupos habían ido construyendo sus identidades en un contexto de histórica movilidad entre Chile y Argentina.

A partir de ese trabajo, que fue hecho en base a narrativa oral y trabajo de campo como arriero cordillerano, noté que había una negación muy fuerte y a la vez indicios de que ellos tenían un pasado indígena con el que mantenían una relación contradictoria. Algo muy significativo que ellos ocultaban.
Terminé mi tesis de licenciatura y me enteré de que había organizaciones en San Juan que se reivindicaban como comunidad huarpe.

-¿En qué época investiga? Leer todo el artículo
-Estamos hablando del ’96, por eso me sorprendió que alguien se reivindicara como huarpe. En todo el material histórico que yo había leído para mi investigación, a los huarpes se los consideraba extinguidos en Cuyo, y no hace 50 años, sino en el siglo 17.

La aparición de esta organización, sumado a que yo veía muchos indicios de parcial identificación indígena entre pobladores cordillerranos, me motivó a investigar qué había pasado con la población aborigen en Cuyo.
Y sobre todo por qué emergía gente que se identificaba como huarpe en ese momento histórico, cuáles eran sus discursos y sus representaciones.

-¿Y qué notó?
-Empecé a ver a esa gente que tenía esa relación ambigua entre identificarse o no. Todo ese período fui notando que me encontraba cada vez con más gente que se definía como huarpe o por lo menos se reconocían descendientes.
Pero a la vez veía, en la sociedad provincial, que, cuando uno sacaba el tema o preguntaba, se generaban reacciones muy fuertes, como si les hubiera tocado una herida, o un punto que lo sacaba de su sentido común. No lo tomaban como algo neutral.

-Luego, usted hizo un trabajo etnográfico...
-Comencé a hacer mucho trabajo de campo en la zona del Norte de Mendoza, donde, según el relevamiento histórico que hice, había mucha alusión a que siempre había sido un área de refugio de huarpes. Vi rápido la necesidad de hacer un trabajo historiográfico centrado en las identidades indígenas en Cuyo durante los dos últimos siglos. No había ninguna mención, todo el campo académico decía que los huarpes se habían extinguido y todos los estudios que había sobre los huarpes consideraban que estaban extinguidos. En las élites cuyanas, desde Sarmiento para acá, se había instalado el supuesto de la extinción indígena.

Empiezo a hacer análisis de archivos y de la literatura regional (porque la literatura permite licencias y ahí se hablaba de familias y prácticas culturales huarpes, a pesar de que se decían otras cosas en la historia). Incluso desde el Gobierno, desde algún sector oficial, se hablaba de poblaciones indígenas durante el siglo XIX y parte del XX.

No entendía por qué estaba instalada la narrativa de que no había huarpes y había gente que se identificó o era identificada como huarpes. Como Sarmiento, a quien yo trabajo mucho porque es prototipo y a la vez fundacional de este discurso contradictorio.

En distintas obras hace hasta descripciones de huarpes de su propia época, al mismo tiempo que dice que están extinguidos. Cuando habla de las montoneras del Chacho Peñaloza, justifica la represión diciendo que ellos tenían una política indígena y que por eso no podían ser incorporados en el juego político sino que tenían que ser reprimidos.

-¿Qué aspectos le permitieron descubrir la convivencia con la gente que se reivindica huarpe?
-Por un lado, que existían memorias indígenas y huarpes y tanto entre ellos como, paradójicamente, en familias urbanas, incluso de élite. Años después algunos pobladores del llamado "desierto" de Lavalle empezaron a mostrarme documentos que sus familias habían guardado durante uno a tres siglos que reconstruían distintos momentos en su lucha por las tierras, incluyendo denuncias y pleitos judiciales.
Durante el último siglo fueron pasados por encima por las autoridades, pero ellos guardaban copia de sus documentos. Empecé a ver que había más de una copia.

-¿Qué prueba que alguien sea huarpe?
-Es una pregunta tramposa. En rigor no es posible "probar" ni la verdad ni la falsedad de una identidad en términos universales ni definitivos, ya que éstas se basan sobre todo en sentimientos y actitudes cambiantes, cultural e históricamente.
Para mí la pregunta es cómo es el proceso por el cual hay grupos que llegan a reconocerse como miembros o descendientes de un pueblo indígena y qué pasa con el reconocimiento social de esta situación.

Es como si me pedís que pruebe que sos argentina: ¿los inmigrantes o sus descendientes no serían argentinos porque vinieron de otro país hace 50, 100 o 200 años? La mayoría de las memorias huarpes se remontan más atrás de ese período. ¿Un argentino medio puede "probar" que es "auténticamente" argentino en base a su conocimiento de historia nacional por ejemplo? Lo que sí se puede hacer es reconstruir el proceso histórico por el cual estos grupos eventualmente perdieron su identidad o volvieron a surgir otras que parecían extinguidas. No se prueba nada o todo dependiendo de los términos aceptados para la prueba.

Lamentablemente, el sistema judicial mantiene una epistemología positivista que deja afuera numerosos procesos sociales, como el de las identidades, pero lo que se puede decir es que existen autoidentificaciones y memorias colectivas huarpes muy fuertes.

-¿Qué hace que en determinados momentos algunos grupos se organizan y hacen reclamos, como por ejemplo de tierras en el caso de los años ’90, y en otros momentos no?
-Esa es la pregunta central. Lo que termino viendo es que en los ’90, cuando emergen el debate y las demandas huarpes, había una correlación con cambios muy significativos en el papel del Estado en relación con la ciudadanía, un papel que había sido muy fuerte durante 70 años en garantizar una suma de derechos sociales que beneficiaban a los sectores populares.

En realidad este Estado, que es el Estado de bienestar, en Argentina contribuyó a construir una categoría social que funcionaba a su vez como categoría identificatoria, que es la de trabajador, que a su vez era el sujeto principal de los derechos sociales. Este proceso de formación del Estado de bienestar a la vez operó como una aplanadora cultural. Borró otras formas de identidad que existían en el territorio argentino.

Las poblaciones subalternas, que eran vistas como una traba para el desarrollo, pasaron a ser incorporadas a través de una categoría económico-política viable e identificatoria honorable como trabajadores con derecho y dignidad.
Todo esto estuvo asociado a una suerte de indivisibilización de identidades previas, que a la vez pasaron a ser vistas como negativas por la misma gente. Las interpelaciones de identidad honorables iban en base a la idea de ser trabajadores sin identificación étnica ni racial. Todo lo asociado a lo indígena estaba asociado a la posibilidad de muerte física, expropiación y discriminación. Eso generó que la gente aceptara esta especie de nuevo contrato, que yo analizo como un "intercambio de dones" étnicos, políticos y sociales.

Antes de los ’90 esa forma garantizó un horizonte de expectativa para los sectores populares, jubilaciones, educación pública buena, salud. La gente lo tenía en su horizonte de vida y siempre estaba funcionando en la vida de cualquier persona. En los ’90, más allá de lo material, hubo una sensación de vacío terrible: el Estado ya no garantiza nada de lo que antes se consideraba intocable.

Esto generó una crisis de la identidad colectiva, cuyos disparadores fueron tanto materiales como simbólicos. En San Juan la crisis del pago de los empleados públicos cuando la Provincia entra en default, prácticamente coincide con las luchas por el surgimiento de las identidades huarpes. Mucha gente que no sólo era del campo sino de la ciudad, se incorporaba a estas comunidades.

Se generó una relectura de su propio pasado para explicarse su situación actual. Había gente de clase media, que se sentía en período de ser excluido, que se identificaba con la ascendencia huarpe y siempre la asociaban a lo rural.
Hubo otros dos momentos de surgimiento de este debate asociado a la construcción del Estado y de la soberanía estatal sobre los territorios y poblaciones. Uno es la década de los ’30; se puede ver en pintores naturalistas o novelas que en un período de crisis se interrogan sobre las identidades populares en el desierto profundo.
Es muy interesante porque todo el tiempo se plantean si son o no huarpes. El otro momento es la década de 1870. El Estado nacional, con eje en Buenos Aires, salió a conquistar el interior; es la época de las montoneras del Chacho.

-¿Por qué se da esa asociación a lo rural?
-Esa asociación tiene que ver con las luchas por la ocupación de la tierra entre las élites y las poblaciones indígenas que existían en toda el área rural. Resumiendo, lo indígena se proyectó sobre el campo, particularmente las áreas no irrigadas, y la ciudad se "blanqueó." Un imaginario geográfico fue asociado a representaciones etnicizadas de las diferencias sociales, particularmente las ligadas al acceso a la tierra, pese a que no se establecieron "grupos étnicos" nítidos.

El otro factor es que desde el período colonial, las apetencias de las élites regionales sobre la obtención de propiedad de tierras donde vivía gente (como en la actualidad con los puesteros y las presiones de terratenientes) se justificaban bajo la idea de que sus ocupantes eran "vagos", no producían o eran indios incapaces de poner en valor el recurso tierra para una economía de mercado.

Los Andes, 06 – 09 – 08

La Quinta Pata

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