Miguel Bonasso
Hugo Presman le cuestiona al rabino Sergio Bergman haber convertido una reivindicación social legítima –como es la preocupación por la inseguridad– en un acto decididamente opositor.
"Los mejores diarios de derecha se hacen con periodistas de izquierda”, sentenciaba Jacobo Timerman a comienzos de los años setenta, cuando se aprestaba a lanzar La Opinión. Los archivos de la CIA en Langley-Virginia deben guardar aún las nóminas de pago a brillantes intelectuales de la izquierda trotskista mundial que, so capa de atacar al stalinismo, llegaron a promover el anticomunismo más cerril. No hay mayor descalificación de una posible Junta Nacional de Granos que la firma de la Federación Agraria en una solicitada contra el posible relanzamiento de ese organismo por el que luchó durante décadas. En el drama argentino y latinoamericano aparece recurrentemente la figura del converso dando crédito a una versión ampliada del apotegma de Timerman: los mejores cuadros de la derecha provienen de la izquierda.
El tema reaparece una y otra vez al compás de la calesita nacional, donde unos caballitos bajan para que otros suban y Don Juan Pueblo nunca se saca la sortija.
Encuentro la figura del converso en la red. En una dolida esquela cibernética del amigo Hugo Presman, dirigida al rabino Sergio Bergman, con motivo de su participación –hace un mes– en la marcha contra la inseguridad. Sergio Bergman, 46 años, casado, padre de cuatro hijos, completó estudios de Farmacia y Bioquímica en la UBA y es egresado del seminario rabínico Marshall Meyer de Buenos Aires y del Hebrew Union College de Jerusalén.
“¿Sabés una cosa, Sergio? –empieza Presman su dolida catilinaria– No te reconozco. Y sin embargo estás igual. La misma kipá multicolor. La misma buena oratoria. Estás igual que cuando pedías justicia por las víctimas del criminal atentado contra la AMIA. Ahí en Plaza Lavalle frente a Tribunales. Cuando eras un referente de Memoria Activa. Junto a Diana Malamud”.
Leer todo el artículoY luego: “Pasó mucho tiempo. Por eso tal vez se me confunden los tantos. Pero, si mal no recuerdo, te referenciabas en Marshall Meyer, el rabino que acompañaba a las Madres en los años de plomo” (…) Estás igual y sin embargo no te reconozco a pesar de la misma kipá multicolor. Dejaste Plaza Lavalle y reapareciste en Plaza del Congreso colocándote en el palco a la derecha de Blumberg” (…) “la prensa del establishment empezó a darte espacio” (…) “buscaste la cobertura del cristianismo institucional: Bergoglio, Marcó” (…) Y vos, Sergio, el que tenía como referente a Marshall Meyer, al humanismo judío, hoy bendecís a muchos de los discriminadores. Hablás de nuestros hermanos del campo. No te referís a los peones rurales. A los pequeños y medianos propietarios por fuera del modelo sojero, a los campesinos sin tierras o expropiados” (…) “los hermanos del campo son Biolcati, Miguens, Llambías, Grobocopatel. Te convocan a dar charlas junto a Vicente Massot, tradicional vocero de la Marina, que justifica la tortura, defendió el terrorismo de Estado y minimizó el Holocausto”.
Presman le cuestiona al referente que admiró haber convertido una reivindicación social legítima –como es la preocupación por la inseguridad– en un acto decididamente opositor. Y desmenuza su frase más provocativa: “No hay que confundir el legado de Perón con la locura de Nerón (…) No seas hipócrita, Sergio. Vos, si hubieras sido contemporáneo y mayor de edad entre 1945 y 1955, hubieras estado contra ‘la segunda tiranía’. Pregúntale sino a tus nuevos amigos dónde estuvieron o dónde se hubieran ubicado. Hubieras dicho que Perón era Nerón. Que incendiaba la República y asesinaba la democracia”.
Por su parte, el historiador Israel Lotersztain, en otra columna informática (http://abordajes.blogspot.com), comenta la aparición conjunta del rabino Bergman y el portavoz del cardenal Bergoglio, Guillermo Marcó, en la manifestación contra la inseguridad, y se pregunta si es saludable “la participación de sacerdotes, rabinos, pastores, ulemas” en su carácter confesional, conduciendo actos de indudable significación política. Y se responde: “Uno de los oradores de la marcha, Sergio Bergman, es el rabino de uno de los mayores templos comunitarios judíos: el de Libertad. Si quiere dedicarse a la política, debería renunciar previamente a esas funciones”.
Según Lotersztain, “Bergman es un horrendo oportunista y cultor además del ‘veletismo’ (de “veleta”, no confundir con vedettismo). Los religiosos ultra en la AMIA llegaron a la presidencia con los votos de la lista de dicho rabino, en una ‘hábil maniobra’ para derrotar a los que estaban entonces en el poder, la banda kirchnerista de Abraham Kaul y compañía. Ya hemos visto el triste resultado de tales avivadas”.
En una reciente entrevista con La Nación, Sergio Bergman, a quien el diario presenta como “rabino del emblemático Templo Libertad, la primera sinagoga de la Argentina, construida en 1897, y activo referente social”, sostiene que trabaja “en política cívica, que no es política partidaria”. Pero a renglón seguido, en la misma entrevista, se contradice: “En principio, habría que formar un Frente para la República, muy diferente del Frente para la Victoria”.
Curiosamente, Gabriela Michetti, que comparte con Francisco de Narváez un oportuno entusiasmo por las próximas elecciones nacionales, ha levantado también la idea del Frente para la República. Si a esa coincidencia se le agrega la reiterada aparición pública de Elisa Carrió junto al rabino Bergman, se puede entender por qué Lilita y Gabriela son remisas a enfrentarse en la junta electoral. Ambas serían pilares naturales de ese Frente para la República que recibiría su fe bautismal en las jornadas decisivas de 2011. Aunque Bergman en su entrevista con La Nación lo relativice: “Hay una Argentina eclipsada que puede y debe ser una república después de los Kirchner. Cuánto tiempo después, no lo sabemos, pero hay que construir a partir de ahora, y siempre dentro del marco de la ley”.
Esta vinculación entre la jerarquía católica y la judía ortodoxa no es nueva. Cuando era vicejefe de Gobierno y conspiraba contra el titular Aníbal Ibarra, Jorge Telerman anudó excelentes relaciones entre los religiosos judíos ultraortodoxos y el cardenal Bergoglio, enojado con el depuesto jefe de Gobierno por la famosa muestra del artista León Ferrari. En el medio de esta “santa alianza” estaba Mauricio Macri. Una figura que no atesora excelentes pergaminos republicanos pero sí mucho billete y la vocación decidida de alcanzar la Presidencia en 2011.
Crítica digital, 18 – 04 – 09
La Quinta Pata
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