Marcelo Padilla
¡Qué barullo genera la noción de democracia! ¿Cuál es el modelo, dónde referenciarse, cuál teoría será la correcta para interpretar sus formas materiales en cada nación? Es un tema apasionante y delicado, polémico y generador de múltiples ensayos. ¿Cuántos libros se escribieron sobre ella? 1000, 2459, 7000. Tal vez más, en el mundo. Pero en Argentina, foco de nuestro interés, no logramos todavía dar con un modelo consensuado, un proyecto democrático inclusivo, abierto y protector.
Creo firmemente en el “carácter emancipador” de la democracia, en tanto esta, no solo perfeccione sus instituciones y aliente la participación ciudadana, sino además y por sobre todas las cosas, genere políticas de Estado que tiendan a la eliminación de las desigualdades políticas y económicas (si no se da esto, es solo democracia formal).
Su “contenido” es el que está en discusión desde hace 200 años, y no salimos del laberinto. Poder votar cada dos años es “una de sus formas”, pero no todo debería quedar allí. Si hay pobreza, la democracia es débil, si hay indigencia, allí no habrá democracia que valga. La democracia debe ser generadora de derechos, también de obligaciones, y, fundamentalmente, un camino hacia la socialización de la riqueza que genera un país.
Y es el conjunto social (Estado y sociedad civil) quienes deben asumir el rol de liderazgo. Instituciones tradicionales y organizaciones emergentes tienen que establecer el diálogo fecundo para insuflar ánimo social, para neutralizar la anomia, la apatía, el desencanto. Hoy por hoy tenemos un gobierno nacional que fue electo en democracia, al cual se le juzgará en el 2011 en las urnas. No obstante en el camino, la organización social es la que fortalecerá el tránsito, porque la vida es, al final de cuentas, un tránsito permanente y en él se nos va la misma.
La gente, siempre, al final, decide. Pero no podemos obviar que la propia gente no asume verdaderamente la necesidad de una democracia profunda y radical, como postularan Laclau y Mouffe en su ya clásica obra “Hegemonía y estrategia socialista: hacia una radicalización de la democracia”. No obstante, pocos se hacen cargo de tal problemática, y miran cómo pasa el toro con sus astas, contoneándose, esperando su destino, como a Godot.
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