A continuación un extracto de su presentación en la Feria del Libro 2009. Teniendo cuenta el gran influjo de los medios de comunicación sobre la sociedad, entendemos cómo en las personas que más asiduamente y que en mayor medida consumen estos medios, prevalece una visión mediática de la realidad. Esto no es menor y demuestra cómo en la actualidad estamos impregnados, bombardeados, abarrotados de mensajes que en su intencionalidad proponen un sentido común de las cosas, una verdad única e indiscutida, un reflejo de la realidad sin deformaciones. Nada más tergiversado que lo mostrado, informado y editorializado por las corporaciones mediáticas. Frente a esto, planteamos la posibilidad y necesidad de dar un giro a una corriente que en función a su naturalización no nos permite pensar por nosotros mismos, instalando aquello que debemos pensar y cómo debemos hacerlo. Es así que Río de Palabras surge como una modesta propuesta de escritura con la intención de combatir el sentido común que generan e instalan los multimedios concentrados.
Entendemos que el sentido común propuesto por los medios responde a la conservación, determinación y mantenimiento de la distribución material y simbólica imperante en la sociedad. Por eso, nuestro propósito a primera vista puede ser tomado como portador de una magnitud y una ambición sin escrúpulos, pero no lo es. Sostenemos que toda participación, por más nimia e insignificante que se la crea, ya es algo. Partimos de la certeza de que uno de los principales factores que ha favorecido la concentración desmedida de poder en los medios, además de la correspondiente determinación política que los ha favorecido, ha sido la atomización, la descomposición, la falta de compromiso y participación de las comunidades respecto de los temas sociales.
Dentro de un orden social caracterizado por la primacía de la institución corporativa empresarial, donde cada acto es juzgado con la vara del interés y la especulación económica, el voluntarismo, la militancia, y toda acción social no tienen cabida pues no está comprendida en el interior de este sistema. Salir de la instancia de receptores pasivos a la cual estábamos acostumbrados, impotentes ante las palabras de los discursos dominantes, fue uno de nuestros propósitos tangenciales. Esta publicación se basó principalmente en proponer un medio, humilde en sus intenciones y alcances, acotado a nuestras posibilidades. Sin embargo, la participación se torna un acto necesario en tanto la quietud solo puede ser yerre. La historia argentina cuenta con grandes ejemplos de `pasividad´, pero no es imposible intentar desarrollar una conciencia dispuesta a aprender de un pasado que renovadamente nos demuestra que la voluntad democrática y popular debe necesariamente ser defendida por el pueblo mismo. Esto implica responsabilidad y compromiso, valores sustanciales en cualquier tipo de convivencia cuya contracara son la anemia y el nihilismo. De esta manera nuestra revistita, se encuentra enmarcada por una voluntad orientada hacia un cambio de conciencia tendiente a la renovación de la acción y la participación de la población en el proceso democrático y social. Esto hace que nuestros textos estén traspasados por lo que podríamos llamar una reacción a la `violencia´ disgregadora pergeñada desde el modelo hegemónico:
Leer todo el artículo “Repasando un poco los textos, se encuentra el tratamiento de esa coacción como punto de contacto común entre ellos. Trabajar la ruptura de la prepotencia de los discursos hegemónicos implica que la génesis de los textos surja de inquietudes personales y grupales asociadas casi siempre a la necesidad de advertir injusticia social, evitando caer en el panfleto reaccionario o discurso de mera violencia textual. A partir de esto es que es Río de Palabras se ha puesto a escribir y lo ha hecho, claro está, mal, bien, clara o hasta ingenuamente, pero con la rabia como estandarte y la ocupación en el accionar. Todos los temas expresan preguntas, cuestionamientos, descripciones, posibilidades, acerca de problemas que tienen su alto grado de opresión sobre la sociedad: la violencia del poder para seguir siendo; la violencia de los medios hacia el miedo; la violencia del rico y la infatuada violencia del pobre; las violencias de clases de castas de razas de sexos; la violencia de los ghettos del arte y de la literatura, con sus gendarmes cuidando estrictas fronteras; la violencia de la no comunicación, y especialmente la de la pésima comunicación entre las personas; la violencia del sistema que ni educa, ni alimenta ni emplea; la violencia intelectual y la del tibio, del “yo no tengo nada que ver”; la violencia en los ciegos y en los que creen tener los ojos de rayos x y en los que le quieren pegar al humillado de Baudelaire; la compulsión al consumo y la obligación al hambre; la violencia de los desmemoriados, de los traidores, de los apropiadores de sentidos; y también la provinciana y sin embargo tan cruenta violencia del lugar . Hay algo que sangra. Por el río.”
En una situación como la actual, donde la esfera simbólica de lo social está siendo superada por la acumulación y saturación de datos que corren el riesgo de caer dentro de las simas del ruido y la incomprensión, frente a la sistemática carencia de una debida contextualización por parte de una minoría dueña del poder, el retorno de sentidos aglomerantes provenientes de la sociedad, y no de los aparatos organizados por dicho poder, se vuelve un acto imprescindible. La soberanía debe volver a ascender desde las bases y dejar de ser administrada desde la cúpula. En Argentina y en buena parte de Latinoamérica se ha provocado una recuperación parcial de la posibilidad de decidir sobre nuestro futuro. Claramente esto no es la década del noventa y las características más deprimentes de la llamada “posmodernidad” pueden estar siendo superadas. La recuperación de valores ya dados por perdidos, puede estar renaciendo junto con planes nacionales que no se pretenden acotados al corto plazo. En este marco la ensayística y el periodismo no tienen por qué verse reducidos al papel de vehículos de las pretensiones de una minoría. Nuestra palabra, la que compartimos como vínculo social primario, de ninguna manera debe ser monopolizada ni sesgada para dar paso a unívocos significados que den acabada la lucha ideológica en pos de un vaciamiento conceptual. Por eso las opiniones, las ideas, los escritos, deben estar comprometidos con las ideas de cambio y transformación social.
“Así como se vive, también se escribe (y por eso se hace): con las necesidades básicas insatisfechas, contra la angustia, la indiferencia y el desdén de una de las sociedades más egoístas y falsas de un país que se presume competente en la gestación de conjuntos sociales cada vez más fragmentados y sectorizados. Se escribe con la fuerte intención de reapropiarse de conceptos secuestrados por nuestros verdugos vernáculos; con la bronca de lo poco que pueden llegar a servir cuatro notitas desperdigadas por ahí (gotas en la sequedad); con el propósito de, al menos, rasgar algunas epidermis voluntariosas favorables al encuentro; con la inquietud de inquietar (hasta ser molestos incluso y pecar de densos, de pesados) y con la mínima esperanza de que algunos conceptos, críticas, propuestas puedan saltar del ceñido papel apalabrado, o del virtual envío electrónico a las calles, a la tierra y a los gestos que también esperan y buscan redimirse de tanta necesidad básica, y por supuesto, sin sacar los pies de la fuente.
Río de palabras, 18 – 11 – 09
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