domingo, 31 de enero de 2010

En el campo las espinas

Juan Pablo Rojas

Como típicos montañeses los mendocinos hacemos de las escaladas un hábito. Así nos hemos trepado a varias cimas: a la de las cárceles de peores condiciones, a la de los plazos (eternos) para juzgar a represores, a la de las fuerzas policiales más duras. También tenemos el logro de ser una de las provincias con mayor trabajo infantil. Un estudio realizado en 2007 por el Ministerio de Trabajo de la Nación y la Oficina Internacional del Trabajo (OIT), dice que en Mendoza el 8,8 por ciento de los/as niños/as, entre 5 y 13 años, trabaja. El promedio en el NOA, el NEA y en el Gran Buenos Aires es de 6,5.

Como en el resto del mundo el sector agropecuario es quien más incurre en estas violaciones. Desde los organismos comprometidos en la lucha contra el trabajo infantil, concuerdan en que se trata de un problema cultural y que la dificultad para erradicarlo reside en que los establecimientos son naturalmente complicados de controlar. Para el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (IPEC) es un sector “invisible”. Lo que no se explica en ninguno de estos informes que elaboran la IPEC y otros organismos semejantes, es el grado de impunidad con que se maneja el empresariado agrícola, eslabón codiciado de la economía mundial, espada de Damocles de los países en desarrollo.

El margen para las violaciones de derechos resulta amplio. Las 22 empresas rurales mendocinas denunciadas en 2009 por el delito de “reducción a la servidumbre, explotación laboral infantil, trata de personas y defraudación al fisco”, siguen operando sin mayores problemas. Sólo algunas fueron castigadas con sanciones económicas a pesar de la gravedad y de las pruebas irrefutables que presentaron la ONG “La Alameda” y la Unión de Trabajadores Excluidos (UTE). Consultada por el tema, la titular de la Dirección Provincial de Empleo, Dora Balada sostuvo “hay que desnaturalizar el trabajo infantil (....) hay que concientizar a la familia, hacerle entender que la disciplina y la cultura del trabajo se obtienen en la infancia desde otros lugares, desde la escuela, desde el deporte”.

Impunidad y connivencia son los factores más peligrosos que rodean a la explotación de menores. Una lucha sincera se traza desde la erradicación de ambas. Los planteos simplistas, las reducciones, las soluciones humanitarias que llenan los aparatosos estudios acerca de la problemática se encuentran en la antípoda de esta batalla. “El trabajo infantil rural se combate con el trabajo decente para el adulto." Declaró Pilar Rey Méndez, de la Comisión Nacional de Erradicación del Trabajo Infantil (Conaeti) en el encuentro "El campo no es cosa de chicos.” Aunque más no sea desde lo retórico estas manifestaciones invitan a esperanzarse con posibles cambios.

Río de Palabras, 30 – 01 – 10

La Quinta Pata

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