domingo, 27 de junio de 2010

Estigmas

Viviana Demaría y José Figueroa

No es filantropía,
ni es caridad,
ni es limosna,
ni es solidaridad social,
ni es beneficencia.
Ni siquiera es ayuda social.
Para mí,
es estrictamente justicia.

Eva Duarte

No es un matrimonio
La Iglesia Católica afirmó que lo que expresaba esa ley "no es un matrimonio" sino un "pernicioso concubinato". Señaló que si esa ley se aprobaba en el Parlamento Nacional, significaría lisa y llanamente "la destrucción de la familia". Concluyentemente, definió a dicha ley como una "obra maestra de la sabiduría satánica".

Aquellos dichos, se efectuaron en el año 1887, frente a la ley de Matrimonio Civil. No era la ley que legaliza el matrimonio entre personas del mismo sexo, sino la ley que legalizaba el matrimonio civil entre varones y mujeres. Desde hace 137 años, entonces, para la Iglesia Católica, los argentinos heterosexuales casados por las leyes argentinas, conviven gracias a una astucia diabólica. Pecado civil que solo se redime cuando finalmente blanca y radiante va la novia hacia el altar.

Usurpación de estado civil
Aceptar que la ley permita “la usurpación de un estado civil” por parte de quienes son la “causa de perversión y degeneración” “sería una monstruosidad” porque “en su sangre llevan ya el germen de la muerte”. Lo que debemos hacer como juristas es “ahogar ese monstruo de la lascivia” dado que “representan un peligro para la familia moralmente constituida” que es en definitiva el “fundamento de la sociedad” a la que hay que defender. Por el contrario, a esos “elementos perturbadores” “hay que disminuirles más y más los derechos que algunas leyes les conceden”.

Jorge A. Zabala es el autor de estas expresiones que están entre comillas. No las vierte sobre gays, lesbianas o transexuales. No. Se refiere así a los niños. Aquellos niños catalogados en el código civil de Vélez Sarsfield como “adulterinos, incestuosos y sacrílegos”. Zabala – con aquellas argumentaciones – recibe un diploma: la Universidad de Córdoba aprueba su tesis sobre “Filiación natural” y le otorga el grado de doctor en leyes. Es el Año del Señor de 1901.

Queremos papá y mamá
Sherlock, ¿cuál es el mejor lugar para esconder un crimen? Elemental Watson: dentro de otro crimen.
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En el prólogo del proyecto de su código civil, Vélez Sarsfield afirma que “La muerte civil… es un imperfecto simulacro para privar a los hombres de los derechos de familia, del derecho de testar y del derecho a todos sus bienes, penas que no permite nuestra constitución”.

Ochenta asombrosas páginas después, expresa: “Los hijos adulterinos, incestuosos o sacrílegos no tienen por las leyes padre o madre, ni parientes algunos por parte de padre o madre.” Además a esos hijos les “es prohibida toda indagación de paternidad o maternidad adulterina, incestuosa o sacrílega”.

Aún sosteniendo don Dalmacio en sus aclaraciones que “si se priva, pues, la indagación de la paternidad, se da lugar a verdaderos escándalos, y se destruyen todas las leyes que crean el orden de las familias” no tuvo más remedio que sincerarse: la verdad era que había que “evitar escándalos de orden superior”.

¿Qué era necesario ocultar que valiera el precio de violar la Constitución, destruir las leyes y encubrir el código canónico (normas emanadas del Papa) dentro del código civil?, ¿quizás los ardores clericales que se calmaban sobre la carne núbil de niñas y niños y de cuando en vez, provocaban la aparición de los aborrecidos hijos sacrílegos? (“de padre clérigo de órdenes mayores, o de persona, padre o madre ligada por voto solemne de castidad, en orden religiosa aprobada por la Iglesia Católica”). Los senadores lo aprobaron a libro cerrado y sin debate.

Herejías
El abogado Ramón J. Cárcano, con 21 años de edad, defiende su tesis para acceder al grado de doctor en leyes en la Universidad de Córdoba. Su tema trata sobre la filiación “De los hijos adulterinos, incestuosos y sacrílegos”. En este sentido, el Dr. Cárcano es el primero en sostener una severa crítica a la distinción que fundaba el código civil, afirmando que éste contradecía al orden republicano y degradaba la naturaleza humana.

En su crítica al código de Vélez, realiza un análisis riguroso como implacable: a) contiene disposiciones aberrantes, b) se derivan de una selectividad extraviada entre los modelos jurídicos a los que literalmente se copió lo peor (El código Napoleón, sus comentaristas y el código chileno), c) contiene disposiciones alejadas de la razón, d) pesa sobre los hijos nacidos fuera del matrimonio un castigo que debiera pesar sobre los responsables del supuesto delito, e) se instaura así una suerte de impunidad estatal complaciente con crímenes no imputables a clérigos, f) hay superposición de derechos incompatibles – la figura del sacrilegio- que vulnera los principios de la ciudadanía civil constitucionalmente garantidos y por eso mismo g) al ser una figura del código canónico, esto es, de la Iglesia Católica, se vulnera la libertad religiosa confirmada constitucionalmente.

La crítica de Cárcano alcanzó todo lo instituido y como broche de oro, postuló la igualdad de todos los hijos ante la ley. Fue por esto y no por otra cuestión, que su posición, resultó insoportable para el poder clerical. El vicario capitular de Córdoba – monseñor Jerónimo Emiliano Clara – en una pastoral prohíbe la lectura de la tesis por considerarla contraria al gogma y amonesta a los profesores que la aprobaron. El presidente Julio A. Roca lo separa de la diócesis y solicita su procesamiento ante los tribunales de sección. El nuncio papal monseñor Luis Mattera repudia al Presidente con estas palabras: hereje, ateo e impío.

Epílogo
Se opusieron a reconocer que la tierra era redonda y giraba alrededor del Sol.
Se opusieron a reconocer la dignidad humana de los niños.
Se opusieron a reconocer la dignidad humana de las mujeres.
Se opusieron a reconocer la dignidad humana de los pueblos originarios.
Sostuvieron una noción de humanidad que dejó por fuera a los destinatarios del Sermón de la Montaña.
Sostuvieron la potencia purificadora del fuego de la hoguera, la fuerza disciplinadora de las máquinas de tortura y el efecto persuasivo de la Inquisición.
Se opusieron a reconocer la legitimidad de la Revolución de Mayo.
Se opusieron a la ley de matrimonio civil.
Se opusieron a la ley de educación común.
Sostuvieron con su complicidad y su silencio los totalitarismos y las dictaduras más abominables.
Construyeron un cerco científico de pureza para preservarse de aquellos que tuvieran la osadía de elevar al amor por sobre la muerte.
Construyeron un paraíso reservándose el derecho de admisión.
Construyeron un infierno de puertas abiertas a disposición del resto de la humanidad.

De tanto exigir obediencia se olvidaron de recordar, como dice Silvio, que sólo el amor convierte en milagro el barro.


La Quinta Pata, 27 – 06 – 10

La Quinta Pata

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