domingo, 27 de junio de 2010

Uruguay contra Corea del Sur, Estados Unidos contra Ghana y la movilización contra el G20 en Toronto

Hugo De Marinis

Toronto. Las opciones son odiosas. Ver el partido Uruguay – Corea del Sur o cambiar a las noticias de la Canadian Broadcasting Corporation (CBC – TV y radio públicas) para seguir las vicisitudes de la reunión del G20, esa nuevo engendro más abarcador que el súper elitista G8, y cuyos países producen alrededor del 85% de la riqueza mundial, pero que genera dudas y resistencias a granel.

Menos de 9 minutos del primer tiempo y un centro de Forlán que se come el arquero surcoreano y el oportuno Luis Suárez no tiene problemas en concretar.

Entre las opciones está también apersonarse en las movilizaciones. El día no ayuda. Una garúa molesta anticipa una mojada hasta los tuétanos y por ahí hasta se arma quilombo. La radio de un almacén – atendido por su dueña, una inmigrante china que en su país de origen era ingeniera en minería – advierte que la policía ha recomendado no llevar chicos a la movilización. Este es un país civilizado donde cada uno, excepto unos pocos, hace la suya. Dicen que funciona. Sin ir más lejos, el miércoles pasado el Toronto Star publicó una nota que aconsejaba qué ponerse para participar en las protestas: nada de negro ni de pasamontañas, no vaya a ser que la cana te confunda con un anarco, un gótico, un terrorista o cualquiera de esos que prometen algo más que consignas y vuvuzelas. Tampoco ojotas por si hay que rajar . . . obvio. Recordemos que hablamos de un país civilizado donde hasta los críticos, cualquiera sea su grado de radicalización, tienen sus derechos.

A los coreanos no hay nada más grave que hacerles un gol de entrada. Se desorientan y desesperan, abandonando a su arquerito a la contraofensiva charrúa. Los coreanos juegan con garra y están dispuestos a vender cara la derrota, pero garra es también la marca de fábrica de los yorugas. A los 39 minutos del primer tiempo, el partido sigue siendo intenso. Cada pelota es una guerra. Sin embargo no se ha reproducido una jugada de tanto peligro como el tiro en el palo que salvó a los uruguayos antes de que ellos se pusieran en ventaja

Cristina habló en Vancouver hace un par de días, invitada por la Confederación Sindical Internacional (CSI). Discurso impecable, donde reiteró la equivocación que constituyen las medidas de austeridad prevalecientes en el mundo opulento en crisis, en especial aquellas que ajustan lo que atañe a los más débiles y pobres, o sea, los salarios y jubilaciones , el desempleo, la salud y la educación. Todavía no ha llegado el turno de los líderes del G20 (hasta ahora solo G8), por lo tanto la prensa civilizada ni la mencionó. Sí, acá también sucede: en lo cotidiano de la muelle vida canadiense no se reparten demasiados palos, o palos visibles. Si protestás simplemente te ignoran, se hacen los boludos, como allá el Clarinete. Una lástima que Gioja se encontrara en la comitiva presidencial. Y ojalá que Cristina le ponga varios puntos sobre las íes a Peter Munk (presidente de la Barrick Gold) con quien ha de almorzar de aquí a unos minutos, cosa que uno pueda seguir apoyando su gestión con mejor conciencia.
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Los coreanos se les han venido al humo a los orientales (se entiende, los de allende el Río) en los primeros 15 del segundo tiempo. Se aguanta con nobleza, pero ojo al hilo. Habría más comodidad si metieran otro. ¡Cagamos!, gol de Corea. La culpa la tiene el arquero que no salió bien. Arqueros eran los de antes.

¿Sabrá Cristina que en el centro de Toronto desde la calle Queen hacia el sur, llegando al puerto, la consuetudinaria ciudad pacífica se ha transformado en un desierto fortificado al que más vale ni acercarse? ¿Que ayer se repartieron palos civilizados y que muy civilizadamente también te pueden detener y arrestar por 24 horas si te pescan dentro de lo que las autoridades llaman “the fence” (la valla) y no te identificás?

Se ha largado la lluvia con todo sobre el estadio Nelson Mandela; me da que los sudamericanos no responden bien a estas peripecias climáticas. Faltan 10 minutos y ¡viva Artigas, carajo!, golazo de Uruguay. Este equipo es mejor que lo que muchos creen y superior a sus tradicionales esquemas súper hacheros y ultra defensivos. Se habían parapetado para mantener la ventaja hasta que Corea empató. Luego se soltaron otra vez, crearon y anotaron de nuevo. Esperemos que en los minutos que quedan no cometan la misma pavada. Los coreanos lucen resignados a los 89, pero, como si fueran kamikazes, no se rinden; pero pierden y se vuelven a Corea. Suárez y Diego Pérez son un poema. Ojo con los charrúas.

Acá, a las 12 menos cuarto, una lluvia considerable tampoco para y hace que uno la piense duro antes de largarse a las intersecciones de Queen’s Park y College St., donde se concentrará el gremio metalúrgico, entre otros, debajo de cuyas pancartas nos cobijaremos un grupito mínimo de nostálgicos argentinos. Hay que ir. Me apresto, al tiempo que viene a la mente la columna de Fidel del 24 de junio, “Cómo me gustaría estar equivocado” (http://www.cubadebate.cu/reflexiones-fidel/2010/06/24/como-me-gustaria-estar-equivocado/), que leí esta mañana. Me pregunto si hace bien alienarse con el mundial mientras los yanquis desplazan su maquinaria de guerra hacia Irán, aprovechando que todo el mundo tiene ojos y corazón instalados en Sudáfrica.

El seleccionado de Estados Unidos, en tanto, juega contra Ghana esta tarde mientras yo me ensopo en la movilización contra el G20. Me pierdo gran parte partido. El equipo norteamericano es prolijito y a primera vista no tiene mucho que ver con su gobierno imperialista. De todos modos, como seguramente la mayoría de los mortales del resto del mundo, quiero que pierdan y que los compañeros ghaneses sigan adelante como los yorugas.

* * *

Un montonazo de gente frente al edificio de la Legislatura de la provincia de Ontario. Marcianos de diversos pelajes contestatarios. Con el grupo de paisanos nos encontramos primero con unos que vinieron de Montreal y que pedían libertad para Vietnam. Ni idea a qué se referían. Después, con otros que exigían que los indios se pianten de Cachemira y luego con un par de anarcos, de negro y con pasamontañas o pañuelos cubriéndoles el rostro. A decir verdad, los anarcos no eran los únicos que se cubrían. Trabajadores como los de las minas de Sudbury - ciudad situada a unos 400 kilómetros al norte de Toronto - que de violentos no tienen nada y están en huelga desde hace un año contra una multinacional, no deseaban que los innumerables y súbitos fotógrafos de la marcha les tomasen sus instantáneas. La pata sindical entre los nuestros comentaba que los servicios, gracias a las fotos, videos y demás adelantos tecnológicos se van a dar la gran panzada esta noche, mientras los protestantes nos recuperamos de la caminata en la tranquilidad nocturna del sofocante verano torontino.

Son alrededor de las 4:00 pm. Ya de vuelta en la seguridad del hogar veo que los de Ghana le embocaron una a los yanquis en el suplemento. Tendré que conformarme con la repetición a la noche. Ya hay suficiente quilombo en la ciudad de Toronto que requiere toda la atención.

La CBC transmite en vivo. Se ven 3 vehículos policiales ardiendo y un reportero informa que una decena de negocios ha sufrido daños sustanciales. Asimismo un auto de la CBC muestra signos de pedradas. Otra fuente, también de la televisión pública, indica que el asunto de la quematina ha sido provocación de la cana: “dejaron a propósito los vehículos ahí (uno de ellos estaba roto y lo habían dejado abandonado), sin nadie adentro, como carnada para que los pequeños grupos ultra, picaran y los destruyeran. Tienen que justificar de alguna manera el despliegue de seguridad, que ha superado los 1.000 millones de dólares”

La movilización en la que participamos la bandita de argentinos anterior al despelote se sentía más como un carnaval colorido y festivo que como una protesta. Los únicos momentos de tensión ocurrían cuando se llegaba a las esquinas acordonadas por filas de policías bien pertrechados y en casos conduciéndose de manera irresponsable con gesticulaciones más acordes a conductas de matones y mafiosos que a quienes tienen que proteger a la civilidad. Cuando pasamos frente al consulado de Estados Unidos, unos cuantos de los que resguardaban el predio se pusieron como fieras, sacados, esperando que alguien les tirara un papelazo para lanzarse con alma y vida a la represión. Para alguien experimentado en movilizaciones se reconoce que la custodia consular metía miedo y que algo así jamás se vio en Toronto.

Ghana ganó. Viva Ghana. Ahora me viene cierta compasión por los yanquis – los jugadores, por supuesto. Qué diferencia hace el fútbol.

La CBC siente vergüenza por la violencia en las calles de la ciudad, especialmente su periodista estrella, Peter Mansbridge, quien deplora que las imágenes de los disturbios estén recorriendo el mundo. A eso de las 6 de la tarde sus reporteros andan a la busca de más desmanes y culpan a una minoría de esos 10.000 – según ellos – que marchamos más temprano. Para nosotros hubo muchos más de 10.000 (10.000 por 4, al menos).

El día se va cerrando con unos 500 detenidos, entre ellos un periodista de The Guardian, Jesse Rosenfeld; se usaron gases lacrimógenos, pimienta y bastonazos, como se observa en las fotos de nuestra Galería de Imágenes. Los destrozos ocurrieron, sí. Los ejecutores fueron unos ñatos de negro, cubiertos con pasamontañas y pañuelos. Sus iras, de acuerdo a una cronista de la televisión pública, provenían de la frustración por no poderse acercar y hacer audible su protesta a los líderes del G20. Lo contraproducente para las luchas sociales de esta violencia gratuita hace pensar que como otras veces, incluso en Canadá (Quebec, hace unos años), haya sido plantada o provocada por la contrainteligencia del operativo de seguridad. A todas luces, así y todo, las acciones de la minoría ultra son condenables y van a contramano de los que se manifestaron firme pero pacíficamente.

El domingo sigue la joda, pero también se juega la Argentina el pasaje a cuartos. La opción para este escriba es clara. Meridianamente.



La Quinta Pata, 26 – 06 – 10

La Quinta Pata

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