M. Luz Gómez
Extraña y arraigada costumbre es la de silenciar u ocultar realidades de nuestra vida en sociedad que no andan del todo bien. Ejemplo de esto es el disimulo y la indiferencia con que se vienen tratando los problemas educativos; porque más allá de que la fervorosa etapa mundialista y el receso escolar nos distrajeron un poco, pareciera ser que la cuestión de los docentes, los alumnos, los sueldos, las dificultades educativas en general, se esfumaron en el éter; y, ya transcurrida la mitad de nuestro precioso año lectivo, es momento de que alguien se pregunte ¿cuál es la situación de la educación en la provincia? o de forma más concreta ¿qué está pasando en nuestras escuelas hoy?
Es sabido que grandes cambios no se han gestado. Más allá de los proyectos nacionales como la reestructuración de la educación secundaria, la innegable incorporación de chicos a la escuela gracias a la asignación universal, la entrega de computadoras portátiles, entre otras cosas, la provincia no se ha destacado en su accionar y pareciera estar en un largo receso. Sin grandes ideas o lineamientos a seguir y luego de haber sacado de su galera a López Puelles, Jaque ha improvisado con la “incorporación de tecnología”, la enseñanza de “conocimientos globales”, la inculcación de “valores mendocinos” y el reconocimiento de la “autoridad de los docentes”; frases que por lindas que puedan haber resonado en alguno de sus discursos realizados en una de las escuelas que por fin se dignó a hacer, no han dejado nada de concreto ni han dado verdadera respuesta a las serias problemáticas que forman parte de la realidad escolar: repetición, abandono, violencia, desnutrición, falta de recursos, calidad, solo por nombrar algunas. Tal vez, lo que sí se hizo concreto fue la persecución de los docentes por parte de los super “visores” puellianos. La consigna fue controlar al docente como si este fuera el único agente responsable (y para algunos culpable) de la educación. Ahora no solo se debe dar clases sino también responder a la burocracia que cada vez inunda más el sistema escolar y encarar proyectos que justifiquen hasta lo que no se hizo para tranquilizar a los dirigentes.
Ya sea porque Mendoza se quedó con el discurso de la inseguridad como única problemática a resolver o porque tiene la costumbre de dejarse engañar fácilmente, el hecho es que la situación educativa siempre ha sido una de las peores a nivel nacional y se ha demostrado la incapacidad de nuestros gobernantes para afrontar sus conflictos. Este año la cosa no es muy distinta y no hay que dejar que el silencio nos duerma porque el despertar nos va a doler.
Río de Palabras, 15 – 07 – 10
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