Alfredo Saavedra
El 31 de agosto recién pasado, el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, declaró oficialmente terminadas las operaciones de combate en Irak, en lo que se puede interpretar como la recapitulación de similar derrota de las tropas de ese país hace 35 años en Vietnam. El gobernante estadounidense hizo saber esa decisión en mensaje a la nación que se caracterizó por una honrada concesión, en oposición a la jactanciosa declaración del ex presidente Bush cuando de manera falaz tres años después de iniciada la guerra proclamó ¡Misión cumplida!
Resumió gran simbolismo ese martes 31, la llegada a territorio de Kuwait de soldados del segundo batallón del 23 regimiento de infantería, quienes se abrazaban entre sí no por una victoria que nunca alcanzaron, pero sí por la alegría de abandonar el sitio de operaciones que les constituyó un infierno, tal vez menor que el que legaban a un país convertido en ruinas, gracias a la testarudez de Bush y su camarilla, que se obstinaron en hacer una guerra contrariando la oposición de Naciones Unidas que no encontró una razón justificada para la consumación de ese conflicto bélico.
Nunca se estableció que Irak tuviera las denominadas armas de destrucción masiva, el principal argumento de la administración Bush, para llevar adelante sus planes de guerra en contra del régimen de Saddam Hussein, amigo hasta hacía poco tiempo del gobierno de los Estados Unidos y uno de sus aliados en la guerra que el presidente Ronald Reagan instigó contra Irán, para vaciar sus iras por los sucesos de 1979 que culminaron con la ocupación de la embajada estadounidense dentro de la revolución que destronó a la monarquía imperante, protegida por el gobierno yanqui.
Los Estados Unidos dejan a Irak con una destrucción sin paralelo en la historia de la humanidad, con costo de más de cien mil vidas perdidas, otros cientos de miles de hombres, mujeres y niños mutilados, cuatro millones de habitantes desplazados y arruinado el patrimonio histórico de una de las civilizaciones más antiguas del mundo. Entendidos en material de política internacional están de acuerdo que para el derrocamiento de Saddam Hussein existían otros medios que no significaran el arrasamiento de un país que no se sabe si logrará su reconstrucción algún día.
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