domingo, 24 de octubre de 2010

Crimen de un trabajador pone otra vez en debate el modelo sindical

Emilio Marín

El asesinato de Mariano Ferreyra fue repudiado por casi todo el espectro político y gremial. Ese crimen pone sobre el tapete el modelo sindical.

El 20 de octubre será una fecha a recordar, por la muerte de un joven que militaba en el PO. Como los 26 de junio se conmemoran los asesinatos de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki. O los 4 de abril el de Carlos Fuentealba. Cuando alguien menciona los 19 y 20 de diciembre inmediatamente se piensa en Almirón, Rivas y demás caídos en la Plaza de Mayo, en 2001.

La muerte de Ferreyra tiene una diferencia con las otras: no fue ordenada por el gobierno nacional ni por el provincial, ni fue ejecutada por las fuerzas policiales y de seguridad. Los otros casos sí nacieron de decisiones de Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde y Jorge Sobisch, cumplimentadas con disparos de la policía.

Se sabe, porque los numerosos testigos así lo mencionaron y porque la fiscalía y el juzgado de instrucción están trabajando sobre esa hipótesis - a esta altura, tesis - que los balazos provinieron de la patota de la Unión Ferroviaria. José Pedraza, su titular, ya fue citado a declarar ante la justicia y dijo que no podía reconocer al grupo atacante porque las imágenes estaban "borrosas". Quizás miró sin ver...

Los testigos que estuvieron en el lugar, y en base a las filmaciones de C5N, a diferencia de la ceguera de Pedraza, sí pudieron identificar a media docena de patoteros. Aunque en esas imágenes no se los ve esgrimir armas de fuego, la fiscal Cristina Caamaño trabaja sobre bases firmes. En una decisión correcta, ella apartó de la investigación a la Policía Federal y puso a la Gendarmería, que peritó las huellas y allanó la sede de la UGOFE (Unidad de Gestión Operativa Ferroviaria de Emergencia) que administra los trenes del sur del conurbano.

Algunas informaciones no oficiales aseguran que los gendarmes han realizado allanamientos buscando a un par de sospechosos de haber disparado. En algunas versiones se dice que el matador sería un barrabrava de Banfield y en otras que pertenece a Defensa y Justicia; en cualquier caso se conoce que formaban parte del grupo agresor organizado por el gremio de Pedraza.
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Todas las pistas conducen a ese burócrata sindical: en sus declaraciones debió admitir que sus afiliados habían intentado que no se cortaran las vías del tren. "Los trabajadores no cortamos las vías", decían los pasacalles que la UF había ubicado semanas atrás en inmediaciones de Constitución y otras estaciones camino al sur.

El enfrentamiento del miércoles no fue el primero sino un salto cualitativo de una larga serie. De un lado los tercerizados y contratados que reclamaban la continuidad de sus contratos y la reincorporación de los despedidos (más de 100 de la última tanda). Y del otro, a veces la policía y en otras ocasiones la patota ferroviaria, actuando como colaboradora de las privadas de UGOFE: Trenes de Buenos Aires (TBA-Grupo Plaza), Metrovías (Roggio) e Hidrovías (grupo Romero).

Socio menor
Hay ciertos emprendimientos en que Pedraza y su sello sindical son parte de las patronales, como en el consorcio que administra el ramal de cargas Belgrano Sur. Lo fue antes, con la privatización menemista, y lo es ahora, luego de que esa concesión fuera salvada por el gobierno de Néstor Kirchner y el de Cristina Fernández. Así se dio lugar a una nueva empresa con Franco Macri, una firma china y el propio burócrata que alguna lejana vez fue ferroviario.

En el caso del ramal General Roca, que conecta la capital con el sur del conurbano y la ciudad de La Plata, Pedraza es apenas un socio menor.

¿Cuál es su rol? Garantizar el esquema laboral y los negocios que esos capitalistas hacen con la precarización laboral. El sueldo de un obrero convencionado puede ser de 5.000 pesos mensuales y los contratados o a cargo de tercerizadas perciben 2.000. Una cosa es el costo de un despido del primer grupo y otra insignificante el del segundo. Esa fuente de plusvalía para los controlantes de UGOFE está defendida por las patotas de Pedraza, que embolsa una parte de lo producido.

La alianza entre la cúpula de la UF (y de la Fraternidad, en menor grado) y los intereses económicos hace que aquella influya ante estos en cuanto a qué trabajadores entran y cuáles pierden el empleo. ¿Por qué? Porque los dirigentes que llevan más de 25 años en el gremio, lucrando con su función supuestamente social, tienen pavura a que puedan ingresar y afiliarse con derecho a voto asalariados afines a listas opositoras.

Pedraza y su lista Verde sostiene su poder casi dictatorial con el matonaje, la colaboración con los empresarios y la mano dura con los trabajadores. Persigue y proscribe a listas que pueden hacerle sombra. El lector debería ver la histórica película "Los traidores", de Raimundo Gleyzer, que la crítica valora como inspirada en la historia de Augusto T. Vandor.

Y como el legendario "Lobo" Vandor, que comenzó su carrera como delegado combativo de la Phillips y participó de la Resistencia Peronista para luego corromperse y cambiar de bando, el día que se escriba la biografía del capo-mafia ferroviario se comprobará algunas coincidencias. En un viejo libro de Juan J. Hernández Arregui, peronista revolucionario, se cita como ejemplo a un joven luchador gremial, rebelde y antiimperialista: José Pedraza.

La mayoría de los delegados combativos fueron desaparecidos por la dictadura militar-cívica. Algunos pocos sobrevivieron y otros cambiaron de bando. Juzgue el lector dónde ubica al que cuarenta años atrás vivía modestamente y luchaba en la CGT de los Argentinos, y desde los ´90 para acá vive como un príncipe saudí y es sindicalista-empresario.

De los 80.000 ferroviarios que perdieron el empleo en esa década del "ramal que para, ramal que cierra" fue responsable Carlos Menem. Pero conviene recordar que tuvo un cómplice manejando la UF a cuya nefasta historia personal le faltaba un muerto. Desde el 20 de octubre no le falta nada.

El modelo sindical
Con matices, el Partido Obrero, el MST, Proyecto Sur, el PRO y otros opositores coincidieron en facturar la muerte de Ferreyra a la patota sindical y al gobierno nacional, por igual. Dijeron que Cristina ha "tercerizado la represión" a través de esa patota. Esas acusaciones se pudieron escuchar en la mesa de Mirtha Legrand con sus invitados Vilma Ripoll, Marcelo Ramal y Pino Solanas. Estos políticos faltan a la verdad. Como se indicó más arriba, la muerte de Fuentealba se derivó de la orden del gobernador Sobisch, cumplida por un agente que disparó a la nuca del maestro. O las muertes de los dos piqueteros en la estación Avellaneda, anticipadas cuando Duhalde y su jefe de Gabinete, Alfredo Atanasof, declararon que no permitirían ningún corte de ruta. Luego la Bonaerense cumplió esa directiva y el comisario Alfredo Fanchiotti tiró del gatillo de su Itaka.

La muerte de Ferreyra es diferente, en ese aspecto. Ni fue ordenada por la presidenta ni fue ejecutada por la policía o Gendarmería. Cristina Fernández repudió el crimen y reclamó a la justicia ubicar a los responsables materiales e intelectuales, lo que sonó como un tiro por elevación contra Duhalde.

De todas maneras, el gobierno kirchnerista tiene varias responsabilidades en lo sucedido y si no toma medidas terminará pagando un alto costo ante la sociedad.

Es negativa la política K de continuar con la privatización de los ramales ferroviarios, fuente de muchos males para el público y foco de conflicto con el matonaje de la UF. Recuperar el tren para todos, enlazando el país, abriendo talleres ferroviarios y aliviando la congestión en las rutas, sería una decisión sabia. Además, por añadidura, terminaría con la tercerización, negritud laboral y los negocios de Pedraza.

La otra asignatura pendiente del gobierno es la Policía Federal. Los testigos y medios periodísticos aseguran que los efectivos dejaron la vía libre para la agresión y no detuvieron a quienes dispararon. Y la fiscal Caamaño les cree, porque separó a la PFA de la investigación. Depurar a esa fuerza es tarea de la presidenta de la Nación y aún no lo ha hecho, convencida de que ya cuenta con una fuerza democrática y sana.

Finalmente, la presidenta tendría que revisar su modelo sindical. La oposición conservadora y los comensales de Legrand le cuestionan su alianza con Hugo Moyano, con quien habló en el acto multitudinario de River.

Este cronista no comparte esas críticas en la medida que el líder camionero defiende las paritarias, apoya las retenciones a la patria sojera y avala la nueva ley de medios. El problema mayor son los "Gordos" de la CGT y los integrantes de la llamada CGT "Azul y Blanca" de Luis Barrionuevo y Gerónimo Venegas, operadores de Duhalde.

Pero la presidenta no sólo se apoya en Moyano sino también en los otros, como se vio cuando acudió recientemente junto a Cavalieri a un acto de Comercio y en noviembre de 2009 se fotografió con Pedraza al inaugurar la sede de UF.

Si la mandataria quiere mantener su alianza con Moyano, allá ella. Pero tiene que permitir la democratización de los sindicatos, dar personería a la CTA y numerosos gremios que lo solicitan, como en el Subte. La sangre de Ferreyra debería abonar el terreno en esa dirección pues si no ese joven habrá muerto dos veces.

La Arena, 24 – 10 – 10

La Quinta Pata

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