Alfredo Saavedra
El coronel de la fuerza aérea canadiense Russell Williams, fue condenado a prisión de por vida por fallo definitorio de los tribunales este jueves 21 de octubre, en castigo por el asesinato de dos jóvenes mujeres y la invasión de multitud de hogares donde cometió vejación a varias mujeres y robó ropa interior en una extraña y pervertida conducta que ha dejado perpleja y asustada a la población del país.
El coronel Williams fue conducido ese mismo día desde la ciudad de Belleville, donde fue juzgado y condenado, hacia la cárcel de alta seguridad de Kingston, Ontario, donde tendrá que cumplir dos sentencias consecutivas de 25 años cada una más otros 20 años agregados dentro de la serie de delitos que se le acumularon, categorizándolo como degenerado criminal.
Despojado ya de su condición de coronel por decisión del alto mando de las fuerzas armadas, Williams será confinado en una celda no más grande que las dimensiones de una tumba, según descripción de la prensa este viernes. La cárcel de Kingston alberga a los criminales más peligrosos, entre quienes se encuentra Paul Bernardo, quien asesinó a tres jóvenes colegiales y torturó a otras más, hace diez años. También cumple cadena perpetua en una celda de donde solo es llevado a un patio ocasionalmente, bajo fuerte custodia para impedir, primordialmente, que pueda ser agredido por otros prisioneros, suerte que puede correr también el ex militar Williams.
Llamó la atención de la opinión pública el hecho de que Williams, siendo comandante de la base aérea de Trenton, la principal en su género de Canadá, con todos los privilegios que eso supone, haya resultado ser un criminal tan pervertido lo cual le ha ganado el calificativo de monstruo. Pero también ha llamado la atención del público el hecho de que la policía haya demorado en su captura, luego de las denuncias de los afectados.
Williams hacía fotografías y videos de sus fechorías que consistían esencialmente en retratar desnudas a sus víctimas y hacerse fotos de él mismo vistiendo la ropa interior de los robos cometidos. Un autorretrato del coronel usando una tanga y un brassier de una niña de diez años, publicada en la primera plana de uno de los principales diarios de la ciudad de Toronto, resultó excesivamente chocante, al grado de que aún cuando figuró dentro de la más evidente prueba, fue con los otros materiales incautados ordenada su destrucción al concluir el juicio.
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