Alfredo Saavedra
Esta semana continuó en Guantánamo el viciado juicio en contra del canadiense Omar Khadar, capturado en Afganistán hace siete años, cuando tenía 15 de edad, durante un encuentro con fuerzas estadounidenses, en el que murió un soldado yanqui supuestamente por una granada lanzada por el joven Khadar, quien también resultó herido de gravedad en el combate.
El jueves, Khadar ahora de 22 años, frente a la corte unilateral que lo enjuicia, fue obligado a pedirle perdón a la viuda del soldado muerto en el mencionado combate, en lo que constituye una grotesca acción de los Estados Unidos, cuyos soldados de ninguna manera serán inducidos a “pedirle perdón” a los millares de viudas en Irak y Afganistán, donde las tropelías de las tropas yanquis han sido responsables de los más abominables crímenes.
Para comprobar lo anterior basta con observar lo narrado por el soldado estadounidense Joshua Key, resistente de la guerra, ahora refugiado en Canadá, quien en su libro The Deserter’s Tale, relata que estando de patrullaje en Irak pudo ver cómo dos civiles eran decapitados y cómo soldados “americanos” pateaban las cabezas como jugando fútbol. ¿Exigirá el ejército yanqui a esos soldados “pedir perdón” a los familiares de esas víctimas? Por supuesto que no, como nunca lo harán los soldados que incendiaron viviendas, torturaron, violaron mujeres y asesinaron a decenas de civiles en la ciudad de Falujah, en oprobioso hecho denunciado en su momento ante la opinión pública mundial.
En el combate en el que se alega que el joven Khadar dio muerte al recluta estadounidense, era una cuestión de medida de fuerzas en la que Khadar pudo haber sido el muerto atacado por el soldado en cuestión, que ahora de ninguna manera tendría que “pedir perdón” a los familiares del canadiense, quien defendía su propia causa también.
Khadar, de padres afganos, resultó involucrado en la guerra promovida por Estados Unidos, y su captura se produce cuando tenía solo 15 años, lo que dio lugar a que organismos internacionales, basados en la Convención de Ginebra, reclamaran que se le considerara un soldado niño, pero el gobierno estadounidense se obstinó en contradecir esa tesis asegurando que no se le podía considerar un combatiente pues no pertenecía a las fuerzas regulares de Afganistán.
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