Ramón Ábalo
Tras el difunto quedan las huellas de la muerte, su significado en lo inmediato y en el tiempo por venir. Después de Néstor Kirchner, lo que nos depara la muerte a los argentinos es la tremenda pregunta –claro, no la única – que al pie del féretro nos conmueve como sociedad, como comunidad, como pueblo, como país, como Nación. Imposible sustraernos a la congoja, menos a una inmediatez – a lo inmediato – del "¿y ahora qué?" o "¿qué nos espera?", con una mirada primera al interior del kirchnerismo -presidencia, PJ, entorno, militancia, CGT, aliados – y en simultáneo "la contra" – Sociedad Rural, cobismo, FMI, imperialismo – y las respuestas naufragan en la duda cruel, como en el tango, y en la duda cartesiana: dudo, luego existo, como extremos de lo negativo y lo positivo.
Miles, millones de argentinos – como aquel mayo del Bicentenario – llenaron las calles y las plazas de cada rincón del país, pero esta vez acongojados y llorosos, gritando y agitando consignas que, sintetizadas, fueron como juramentos consigo mismo y el futuro: Néstor siempre con nosotros, Cristina, siempre contigo, hasta la victoria siempre, porque la exigencia al presente inmediato es que no haya retorno a las ignominias del pasado reciente, ese del neoliberalismo, el FMI, el "corralito", el 1 x 1, las privatizaciones, las AFJP, la deuda eterna y maldita. Y un poco más atrás, el genocidio de la dictadura, el poder de los monopolios y la traición de la burguesía que nacional nunca lo fue por su carnal relación con los intereses antipopulares y antinacionales. Esas relaciones carnales que la lujuria entreguista del menemismo nos precipitó al abismo de la miseria.
Puede ser que por ahora tan sólo el olfato nos guíe por los senderos de la comprensión y ese necesario saber de lo que nos espera. Para las masas que se sucedieron en la desazón y el dolor, fue la traición – el Cleto Cobos – presente e inmediata, como también el inmovilismo, los factores a conjurar para evitar los objetivos de cercar a la Presidenta, debilitarla hasta los límites de la deserción, más que nada parcial, de la propuesta libertaria del kirchnerismo emparentada a fondo con el Estado de Bienestar del peronismo, el primero de aquel mundo de posguerra: justicia social, independencia económica y soberanía política. Sibilinamente, los primeros escarceos apuntarán al entorno como punta de lanza, suponiendo debilidades ideológicas y deslealtades escondidas, para después arremeter a las alturas. Los pésames de los adversarios, y de los enemigos inclusive, ya han avanzado con el discurso de que ha llegado la hora "del consenso y la armonía" para en conjunto diseñar la fórmula que nos reencuentre en el limbo del "bien común", ese lugar bíblico – el limbo – donde santos y patriarcas se regodeaban de la redención humana futura. Nunca ya.
Leer todo el artículo
No hay comentarios :
Publicar un comentario