domingo, 28 de noviembre de 2010

Agallas

Hugo De Marinis

A la victoria que no sea clara, caballeresca y generosa preferimos la derrota,
porque es necesario que mientras cada golpe del enemigo sea horrendo y cobarde,
cada acción nuestra sea la afirmación de un valor y de una moral superiores.

Oración por los muertos de la Falange (1934)
Rafael Sánchez Mazas, escritor e ideólogo falangista español.
Quizá el público que fatiga pantallas de televisión y ondas de radio, que surfea la internet y que consume páginas impresas para seguir las peripecias del juicio por los crímenes de la represión dictatorial en nuestra provincia no atine a imaginar el efecto del testimonio del jueves pasado del ex prisionero del Proceso, Fernando Rule, entre familiares y amigos de los desaparecidos mendocinos.

Bochorno, bronca, desazón, angustia, dolor, humillación tan imperecedera como irreparable. Hemos imaginado la pesadilla infinita que padecieron nuestros seres queridos secuestrados. Pesadilla intransferible y enormemente mayor que la de los sobrevivientes, aun las de los más íntimos, es decir, aquellos que sufrieron degradaciones de otros modos: burlas, displicencias, agresiones, represiones, murmullos y sobreentendidos chismosos que se las ingeniaban (e ingenian) para penetrar, zaherir e intensificar sufrimientos e impotencias. Esas imaginaciones fundadas pero guardadas que acompañarán como pesadísimas cargas del alma vidas enteras, salieron a la superficie una vez más, produciendo efectos atormentadores en nuestras conciencias. Víctimas re-victimizadas los desaparecidos, sus familiares, sus compañeros, que volverán a re-victimizarse en la medida que avance el juicio. Curioso y paradójico lo de la victimización y re-victimización.

Los reservistas de la impunidad no tardaron en afilar sus garras para responder con comentarios incalificables y retorcidos, algunos de los cuales comenta Sergio Peralta en esta edición de La Quinta Pata. Y entre ellos aparece la voz de Juan Carlos Aguinaga, ex ministro de seguridad de Celso Jaque hasta que la presión popular lo echara, junto a su adlátere, Carlos Rico, acusado por los organismos de derechos humanos de participar en el infierno del D2 provincial procesista. Como lo defendiera a capa y espada durante su gestión ministerial, ha vuelto a defender a su antiguo colaborador y amigo. Lo ha hecho desde sus conocidas posturas públicas de durezas rayanas en el matonismo – recuérdese que apenas renunciado caminaba entre sus impugnadores en cierta fiesta vernácula una mañana de marzo, sugiriendo con ese accionar que dijeran lo que fuese, él no tenía miedo.
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Un hombre de agallas, qué duda cabe. Por lo duro que señalaban que era – al parecer, con los delincuentes – fue que lo aterrizaron en un gobierno al que despreciaba y que por su condición de clase no hubiese tocado ni con una caña de pescar. El sentido del deber pudo más que esta condición: no es vano repetir que sus raíces abrazan al Partido Demócrata (los derechosos gansos), que por más demócrata que se proclame prestó gustosamente cuadros “democráticos” a cuanta asonada militar antidemocrática irrumpiera en nuestra historia reciente. Sí, sí, algunos gansos arguyen haberse arrepentido. Aguinaga, el de las agallas, seguro que no.

Pero a agallas es a lo que nos referimos, no a arrepentimientos porque es al vicio pedir peras al olmo. Aguinaga acusa a Rule de carecer de ellas y de ser un miserable por hablar recién ahora – después de 34 años – cuando, en vez, debería dormir el sueño del presente con pasado impune, pasado por agua y pasado olvidado, desaparecido. Como si este ex preso hubiese permanecido callado hasta la mañana del jueves 25 de noviembre de 2010.

Hay muchos individuos con agallas, pero las agallas brillan mejor cuando se mixturan con la honra del guerrero – no con la del pinche matón rico de una especie de barrio – con su caballerosidad, con su transparencia y con su generosidad, como reza la cita al inicio de este artículo. Pero no siempre ocurre lo que el falangista Sánchez Mazas deseaba; más bien se repite lo contrario. Comenta un novelista español contemporáneo que “el tiempo demostró que esas hermosas palabras no eran más que retórica”. Si lo sabremos los argentinos, los mendocinos. Si lo sabrá Rule, cuya agalla más preciada la constituye la valentía de su auto-lacerante testimonio, de esa verdad endiabladamente dolorosa y extensiva a Familiares y Amigos; la honra sacrificial de revivir para él y para otros esa parte de una historia inenarrable, que debiera martirizarnos in aeternum a todos por igual: partícipes, mirones, vistas gordas, propios y ajenos.

Claro, tampoco la cuestión del guerrero justo es el caso específico suyo, Aguinaga, que pertenece a la derecha de la variante liberal que sostiene su partido, y que en nuestra América ha pecado de tan homicida como la fascista/falangista, o aún peor. Pero fue usted, Aguinaga, quien mencionó las agallas y quien defiende a presuntos cruzados como Rico. Las agallas, entre “hombres”, se emparientan con la honra y con lo demás del párrafo anterior que sería necesario atender si el “buen combate” fuese a lo que aludimos.

Aguinaga, las agallas no solo se muestran caminando entre enemigos o vociferando denuestos a través de los medios. Las agallas son más auténticas y honrosas cuando enfilan sus aceros en la búsqueda de la verdad escondida por los poderosos de la tierra. Y al contrario de vociferantes, matones, mafiosos, desaparecedores, pueden esgrimir esas agallas también los tímidos, débiles, los vencidos y los silenciados.

Sabiendo lo que a la historia suya le es imposible ocultar gracias, entre otras cosas, a estos juicios, a los testimonios como el de Rule y a los que seguramente seguirán en las próximas semanas y ratificarán lo sospechado; sabiendo que esos doscientos cuerpos desaparecidos no están; sabiendo que se niegan a hacerse cargo los cobardes responsables de tanta miseria y que además mienten y vuelven a mentir y a generar dolor tras dolor, sabiendo todo esto, ¿quién viene a ser el miserable, Aguinaga? ¿A quién le faltan agallas aquí, las verdaderas? ¿A Fernando Rule o a usted?

La Quinta Pata, 28 – 11 – 10

La Quinta Pata

1 comentario :

Anónimo dijo...

Agallas infinitas. Desgarradas. Desgarradoras.Las de Rule.
El ganso prepotente ¡ni sabe lo que son las agallas!
Gracias al autor de la nota por poner este tema sobre el tapete. Sabemos que los medios que llegan "a la gente" no lo harán.

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